Hace muchos años los hijos de las familias humildes tenían que buscar ‘una colocación’ para echar una mano a la exigua economía familiar siendo aún, casi niños.
Frecuentemente venían a Madrid o cualquier otra ciudad grande desde lejanos pueblos de España, para buscarse la vida. Uno de los trabajos más usuales era el de ‘chico de los recados’ en las que entonces se llamaban ‘tiendas de ultramarinos’.
El trabajo consistía en llevar los pedidos a las casas de la clientela, uno y después otro, y otro más…. Cuando habían terminado, debían barrer la tienda, ayudar al patrón a colocar el género….etc. Vivían en la tienda, allí dormían, en un jergón bajo el mostrador. Era una vida, realmente dura. Algunos, los menos, aprovechaban el escaso tiempo libre para estudiar alguna cosa para, en un futuro, mejorar sus circunstancias. Y algunos lo consiguieron.
Este pequeño homenaje es para todos ellos.
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Irene Paz
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