Caminando por el bulevar del Paseo del Prado, a la altura del Museo, nos encontramos el Perro Paco y yo con un conjunto escultórico cuanto menos singular que pasamos a incorporar a nuestros #RinconesDeMadrid. Mi amigo Paco se quedó de hecho como hipnotizado, bien intrigado, tratando de desentrañar el alma o el significado de la obra.
Sobre una lámina de agua emergen dos figuras de bronce, situadas frente a frente en desigual diálogo. A un lado, la figura de una mujer, con su brazo derecho inclinado hacia delante, flexionado el codo, con la mano abierta. Al otro, una figura más pequeña, como un pequeño dinosaurio que no llega a serlo y que tampoco pareciera tan lejano pariente de una foca por su aire rechoncho. Una foca reptiliana, en todo caso. Tras ellos, de fondo, una suerte de lienzo o fondo de escenario, sobre el que está escrito un largo texto en mayúsculas de difícil lectura.
Entre su estilo clásico, su sentido mitológico y su aire enigmático, la escultura tiene algo que me atrapa. La posición de la mano de la mujer indica que podría estar tratando de calmar a la criatura, que con un aspecto bastante poco amenazante, lanza a su vez pequeños chorrillos de agua desde diferentes orificios de la cabeza.
Estábamos ahí concentrados cuando apareció sigiloso nuestro entrañable amigo Erithacus Rubecula, el petirrojo aprendiz de historiador que de vez en cuando se nos muestra para arrojar algo de luz sobre algún suceso o personaje. El petirrojo se aclaró la voz, dándose los aires de sabidillo habituales, y comenzó a hablar:
En efecto, amigos, estamos ante una alegoría en la que la sabiduría, representada por la mujer, se impone o al menos contiene a la ignorancia, representada por la pequeña bestia. Este monumento que contempláis tan sorprendidos se erigió en honor de Don Eugenio d’Ors, filósofo catalán, que representara en su tiempo relevantes cargos culturales, como Director General de Bellas Artes, y que fuera ilustre miembro de las Academias de la Lengua y las Bellas Artes de San Fernando.
El petirrojo nos contó que Eugenio d’Ors había nacido en Barcelona en el año 1881, apenas dos años después del bautismo del Perro Paco en el Café de Fornos de Madrid. Que estudió Derecho y Filosofía y Letras y que frecuentó por algún tiempo los ambientes literarios modernistas de la época. Pero que se fue alejando de ellos para inclinarse por los planteamientos del arte clásico de Grecia y Roma. D’Ors fue una de las figuras más representativas de un movimiento cultural llamado Novecentismo, que se definía por querer tomar una clara distancia con la herencia del siglo XIX en los primeros años del nuevo siglo.
Su vida transcurrió entre Barcelona, París y Madrid. Fue en París donde, como corresponsal, empezó a escribir sus famosas glosas, breves comentarios en la prensa que tuvieron su influencia en la sociedad catalana, y que retomaría más tarde en Madrid para el diario ABC. Fue en Barcelona donde empezó a ejercer como gestor cultural, ligado en principio a la Mancomunidad de Cataluña. El inicio de la Guerra Civil española, con el golpe militar, le encuentra en París, desde donde regresa para ponerse al servicio de los facciosos del general Franco. Eugenio d’Ors se convertirá entonces en una de las más destacadas figuras intelectuales de los engranajes del franquismo. Durante los primeros años del régimen, como Jefe Nacional de Bellas Artes, fue el encargado de dirigir el regreso a Madrid de las obras de arte del Museo del Prado, evacuadas durante la guerra. En 1954, D’Ors Rovira fallece en la localidad catalana de Vilanova i la Geltrú.
Terminada la clase magistral, el pequeño petirrojo respiró y voló a una rama cercana, para vigilar nuestra reacción con disimulo. Ante las revelaciones del pajarillo, el Perro Paco hizo un visible gesto de desencanto. La indagación posterior confirmó lo dicho por el petirrojo. En 1956, el Ayuntamiento de Madrid aprobó levantar un monumento en honor a Eugenio d’Ors, dos años después de su muerte. El proyecto se encargó al hijo del homenajeado, Víctor d’Ors, también significado intelectual del franquismo en la disciplina de la arquitectura. Los escultores Cristino Mallo y Federico Marés fueron quienes realizaron, respectivamente, las figuras de bronce y el medallón con busto de perfil del escritor que se encuentra en su parte posterior. El presupuesto de la obra rondó el millón de pesetas. Una lenta ejecución retrasó su inauguración hasta 1963, siendo alcalde de Madrid el conde de Mayalde, quien presidió el acto.
En 1997, siendo alcalde de Madrid el señor Álvarez del Manzano, del Partido Popular (PP), se llevó a cabo la restauración del conjunto escultórico, que curiosamente costó nueve millones de pesetas: la piedra caliza se había erosionado, a la estatua de la mujer le faltaba un brazo y había otros desperfectos y roturas.
Como bien apuntó después el Perro Paco, si hay algo claro en esta vida de las ciudades es que los monumentos, como los nombres de las calles o los homenajes oficiales, son un reflejo de quién manda, de quién ostenta el poder en cada momento de la historia.
BOLAS EXTRA
- La periodista Nieves Concostrina, a quien también debió de llamar su atención el grupo escultórico, identificó a la criatura como un estegosaurio en un artículo publicado en el diario El País.
- La editorial Tusquets publicó en 2018 el libro “La escritura y el poder. Vida y ambiciones de Eugenio d’Ors”, obra del escritor e historiador Andreu Navarra. En esta interesante entrevista para El Confidencial, Navarra afirma lo que ni el can ni el que escribe nos atrevimos a sentenciar por no contar con el suficiente conocimiento del personaje: “Fue el primer fascista español y fue el maestro y pope de los falangistas”.