La Casa de Campo ha sufrido grandes daños a comienzo de este año 2021 por culpa de Filomena y se merece un homenaje.
Desde los tiempos de Felipe II, este hermosísimo bosque era de disfrute exclusivo de la Monarquía. Hasta que el 1 de Mayo de 1931, menos de un mes después del triunfo de la II República, sus puertas se abrieron para todos los madrileños y visitantes en general.
En 1932, José Corral y Moreno, fotógrafo municipal, recibió el encargo de fotografiar cualquier elemento arquitectónico que estuviera en el recinto. Su sueldo fue de 2.000 pts, todo un capital para la época. Había puentes, iglesias, puertas (17 puertas históricas, la mayoría de ellas desaparecidas o transformadas de su aspecto original), casas humildes en las que vivían, morían e incluso eran enterrados los trabajadores del recinto. Todas las fotos, aproximadamente 120, cayeron en el olvido y estuvieron perdidas en una caja en la Hemeroteca Municipal. Las fotos que acompañan esta entrada pertenecen a esta colección, y corresponden al embarcadero del Lago y a una de sus fuentes, la de Cobatillas.
Pero además de estos detalles históricos, la Casa de Campo fue durante mucho tiempo el lugar de veraneo de los niños y niñas, y vecinos en general, que vivían en barrios cercanos. Era otra España y el hecho de viajar a algún sitio, habitualmente de mar, quedaba reducido a una pequeñísima parte de la población. Yo, sin ir más lejos, visitaba todas las mañanas la Casa de Campo, acompañada de mi madre y mi hermana hasta la hora de marchar a casa para comer. Jugábamos hasta con cubos y palas y así transcurría nuestro verano, a salvo de los calores madrileños. Otras veces , íbamos a cenar a los merenderos que rodeaban el Lago ya acompañadas por mi padre… Una vida sencilla , pero muy feliz. Ahora, a veces voy a tomar el aperitivo o a comer por las inmediaciones del Lago y me parece un verdadero lujo que en pleno Madrid tengas unas vistas tan bonitas, pero siempre recuerdo a aquella niña que fui , y que aún vive en mí, y los momentos tan felices que pasé en la querida Casa de Campo.
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Pues mis primeros recuerdos vinculados a la Casa de Campo son los encuentros de los días libres del trabajo de mi padre con sus amigos y sus respectivas familias. Todos inmigrantes castellanos del éxodo rural que construyó el Madrid de los ’70. En la Casa Campo las familias trabajadoras se encontraban, compartían tortillas, vinos y juegos tradicionales como la calva.
Como dice Irene Paz, “una vida sencilla pero feliz”.