Hoy el Perro Paco quiere transmitiros un mensaje que le han trasladado sus amigos los pájaros de la ciudad. Durante los meses de invierno, y en unas ciudades, como Madrid, cada vez más hostiles para las aves, a causa de la contaminación o la propia arquitectura, la necesidad de alimento aumenta, para hacer frente a las bajas temperaturas con buenas dosis de grasas y calorías.
Vosotros, humanos, me ha dicho, que vivís en casas, que tenéis terrazas o balcones por los que os asomáis a la calle, puede que os sirva incluso el alféizar de la ventana, echad una mano a los pajarillos urbanitas, que suficientemente dura es la vida en la ciudad. Instalad un comedero para aves, que puede ser un mero platillo para empezar. Las organizaciones especializadas, como la SEO Birdlife, dan tremendos consejos sobre cómo hacerlo. Pero para empezar quizás baste con las migas de pan sobrantes de la mesa, añadiendo alguna uva, o algún pedazo de manzana. Si nos vemos con ganas, podemos subir el nivel con pequeños trocitos de nuez, con pipas de calabaza o con cacahuetes (crudos y sin sal, esto es importante).
Es fundamental perseverar. Los pájaros no van a venir al día siguiente. Deben primero descubrir tu comedero. No te desanimes si pasan días sin que veas a ningún pájaro, al final lo van a encontrar, siempre andan buscando comida. Y no menos importante, sé constante, que los pájaros aprendan que pueden contar contigo. Que pueden contar con tu punto de avituallamiento.
Te va a merecer la pena, es algo realmente agradable y que te conecta de algún modo con la naturaleza, compartir tu balcón con lo salvaje, con criaturas libres y silvestres que eligen también esta ciudad para vivir. Aves madrileñas en nuestros cielos contaminados e histéricos de ruidos.
Yo seguí los consejos del Perro Paco y recuerdo especialmente aquellos días del confinamiento extremo en esta fastidiosa pandemia que no se acaba de ir, en los que los gorriones llegaban cada día a mi balcón a dar buena cuenta de su ración. Podían llegar a juntarse seis o siete a la vez, muchas veces en la amanecida, despertabas y escuchabas sus trinos, sus gorjeos. Sí, en pleno centro de la ciudad entonces, los pájaros saludaban el nuevo día. En ese tiempo triste en el que estábamos asilados y encerrados, sentir que la vida seguía y estaba ahí afuera latiendo a pesar de todo, te reconciliaba con el mundo. Casi podías seguirlos en su vuelo despreocupado y ajeno, esperando que llegara tu momento verdadero de abrir las alas.
Ahora, en un barrio más al sur de la ciudad, todavía no me visitan los gorriones, pero ya cada día, después de esperar no demasiadas jornadas, aparecen los carboneros y sus primos, los carboneros garrapinos, que ya han identificado esta casa como un hogar amigo de los pájaros.
Para apreciar, valorar, cuidar y disfrutar de la biodiversidad no es necesario irse a una lejana selva o a un bosque encantado. A veces, entre el cemento y el asfalto, en el lugar más insospechado, emerge la naturaleza con toda su grandiosidad, concentrada en el pequeño y ligero cuerpo de un pájaro.
No te pierdas este espectáculo. Haz que el tuyo sea un hogar amigo de los pájaros. Te lo dice el Perro Paco.