Los paseos del Perro Paco

Tal vez no sea una buena idea empezar un nuevo año con historias tristes.

Esta vez deambulaba el Perro Paco por las calles de Malasaña en los últimos días de noviembre, cuando se topó con un inesperado altar de muerto en la calle Pizarro.

Algunas personas habían querido expresar de forma aparentemente espontánea su pesar por la marcha de Rafa, a las puertas del bar que regentaba.

El Rincón de Falín. Vinos y tapas.

Sobre el cierre, sobre el sucio cierre gris adornado con firmas de spray sin pena ni gloria, y sobre el escalón desnivelado que servía de entrada al bareto, habían dejado algunas velas; algunas flores, ya mustias, sobre todo amarillas; algunas letras; dos fotografías, que en realidad eran la misma, y un botellín de Mahou.

Te echaremos de menos, Rafa. Firman Aitor, Irantzu y Gaizka con rastro infantil y pegatinas de corazones.

Lloramos porque alguien tan adorable no debería tener una vida tan corta. Sin firma.

En la fotografía, con su bar detrás, se le puede ver a Rafa vistiendo una camiseta oscura con propaganda de su negocio, la cabeza medio inclinada, una media sonrisa, la mirada dirigida ligeramente hacia arriba y un gesto en el que adivino curtidas huellas de orgullo.

Las velas se consumen y se apagan, las flores se marchitan, los días pasan.

Volvió el Perro Paco en la última semana del año a ver qué quedaba de aquello.

No había velas ni flores, ni tampoco el botellín de Mahou.

Se mantenía, a medio arrancar, el cartel de “Lloramos…” y su fotografía.