1- f. Med. Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Diccionario de la Real Academia Española
Antes, antes de que el nombre de pandemia acompañara a la enfermedad llamada COVID-19, habíamos utilizado este término, al menos hasta donde miden mis recuerdos, para hablar en un sentido literal y en otro algo más metafórico.
En el sentido literal, hablar de pandemia era volver a los años 80 y 90, al SIDA, cuando probablemente muchos de nosotros escuchamos por primera vez esta palabra, cuando todavía no se había convertido en, sobre todo, un problema de los pobres: la pandemia del SIDA, enfermedad que desgraciadamente llegó para quedarse y que ha acabado con la vida de más de 30 millones de personas en el mundo. Aunque al lado de esta cifra tan absoluta y el dolor anónimo de tanta gente pueda resultar hasta frívolo por anecdótico, lo cierto es que el virus del SIDA mató a Freddy Mercury y alcanzó a Magic Johnson, ídolos totales y por tanto invencibles en aquella época. El SIDA creció a nuestro lado como uno de esos grandes problemas sociales que tanto nos preocupan, dicho sea esto con toda la ironía. Creció a nuestro lado, pero quizás, sólo quizás, para la mayoría no resultaba tan abrumadora su presencia, su amenaza no resultaba tangible, certera, inminente. El SIDA alcanzaba a otros –los otros-, fueran quienes fueran, pobrecillos, aunque pensar así fuera estar en un error.
En sentido metafórico, hablar de pandemia era escuchar los mensajes de algunas ONG intentando conseguir donaciones hablando del hambre en el mundo. La pandemia del hambre como una especie de mal divino, de castigo inevitable. Nunca me agradaron estos mensajes, porque el hambre nunca me pareció una enfermedad, sino una injusticia. La enfermedad, aunque pueda estar condicionada por factores sociales y económicos, y de hecho casi siempre lo está, contiene un elemento de azar. El hambre puede ser azaroso en su origen, pues sufrirlo puede depender de la cuna que te vio nacer, pero es un azar primigenio, no sobrevenido. El hambre tiene sin duda consecuencias en la salud que pueden ser fatales, puede convertirse en una emergencia sanitaria y humanitaria, pero el problema del hambre es sobre todo social, político, económico. Las casualidades y fatalidades que se accionan con una enfermedad pueden eximir o atenuar cargas y responsabilidades. Con el hambre esto no debería ser aceptable. No, el hambre no es una enfermedad y tampoco una pandemia.
Pues bien, estas eran mis pandemias hasta que en marzo de 2020 irrumpió aquel coronavirus y nos enseñó de manera brutal lo que es una pandemia. Más de 5.400.000 personas muertas en el mundo desde entonces. Más de 290 millones de personas infectadas. Los datos suenan a nada. Lo hemos vivido. Nuestra vida cotidiana rajada de un tajo. Nuestro modo de vivir, nuestra forma de estar en el mundo.
La palabra pandemia se encuentra ya grapada a nuestra biografía. Seguramente es posible un ‘nuestra biografía’ por culpa de esta pandemia.
Este texto forma parte de la serie Palabras para una Pandemia del Perro Paco.