Horcajuelo de la Sierra, desde las afueras

El Perro Paco en la Sierra del Rincón

Apuntes de la Sierra del Rincón (I)

El Perro Paco se dejó caer en los primeros días de este mes de febrero por los pueblos y montes de la madrileña Sierra del Rincón. La belleza del invierno allí es reposada, sobria, quieta. La vida parece detenida. Congelada. Incluso con la fortuna del baño del sol de invierno. Los tonos son parduzcos, grisáceos. Apagados. En los montes y valles de la Sierra del Rincón predominan en este tiempo los robles desnudos, rodeados de la gruesa y crujiente manta que forman sus hojas caídas en el suelo. No son pocos, tampoco, los robles que se han quedado a medio desnudar, con racimos de hojas secas colgando de alguna rama perezosa.

La Sierra del Rincón se encuentra situada en la comarca madrileña de la Sierra Norte, en su extremo nororiental, en el límite de la Comunidad de Madrid con las provincias de Segovia, en Castilla y León, y Guadalajara, en Castilla-La Mancha. Es un territorio montañoso que se levanta entre los macizos de Ayllón y Somosierra y en el que sus principales alturas se sitúan sobre los 1.800 metros de altura, que rebasan los picos de la Tornera, la Centenera, Porrejón y la Peña de la Cabra, bajo la mirada de la cima de Somosierra en Coto de Montejo (2.047 metros).

Por la Sierra del Rincón es frecuente encontrarse, al menos en estos días, con arroyos y riachuelos que se cruzan alegremente en el camino. Es también habitual cruzarse con vacas y entender fácilmente lo que es la ganadería extensiva y tradicional más allá de absurdos ruidos interesados pero sin interés alguno. Tampoco será extraño cruzarse con un rebaño de cabras gobernado por un mastín, como el que el Perro Paco saludó con respeto, sin molestar ni distraer, en las proximidades de La Puebla, o con un grupo de caballos pastando también a su aire, como aquellos con los que intercambió pareceres mientras rodeaba Horcajuelo de la Sierra por el camino del cementerio y la ermita de Nuestra Señora de los Dolores.

Cinco pueblos salpicados en el territorio de la Sierra de Rincón: Montejo de la Sierra, Prádena del Rincón, La Hiruela y los ya citados Horcajuelo y La Puebla. En todos ellos es evidente que se ha cuidado con esmero la conservación de la arquitectura tradicional, con casas de piedra, pizarra y madera que son verdaderos monumentos. Se ha trabajado con convencimiento para preservar, dotar de valor y transmitir los saberes de sus habitantes. Los hornos, las fraguas, los potros de herrar, los tinados, las carboneras y las colmenas nos acompañan y nos trasladan más allá del mar. En los museos etnológicos de cada pueblo volvemos a las viejas herramientas, del campo, de la cocina, del hogar, y a vestidos y prendas olvidadas, de lino, cuero y lana para los rigores del frío. Es francamente difícil para un perro urbanita como el Perro Paco hablar de la belleza rural sin emplear lugares comunes, siempre tan odiosos. Pero es cierto que, digámoslo con la sobriedad del paisaje, es tan gustazo pasear por las calles de estos pueblos como por sus caminos.

Y siguiendo con los lugares comunes, hay uno que se lleva la palma cuando se habla de la Sierra del Rincón. Es aquello del ‘secreto mejor guardado’ de Madrid. Algo que, aunque puede funcionar como reclamo turístico, no parece muy cierto cuando estas tierras llevan con honor desde 2005 el título de Reserva de la Biosfera de la UNESCO, reconocimiento que recibió “por su riqueza paisajística, la representatividad de sus ecosistemas mediterráneos y su modelo de conservación de la biodiversidad y de aplicación de prácticas de desarrollo sostenible”.

Lo cierto es que se dice que la Sierra del Rincón no ha sido tan sometida, afortunadamente, a los rigores del turismo de masas. Pero creo que su secreto, en este caso, no es otro que la distancia que la separa de la ciudad. Porque los alrededor de 90 kilómetros que distan de Madrid son pocos para no ir, pero son demasiados, generalmente, para escapadas en el día. Esa distancia ni larga ni corta de Madrid, que ahuyenta a domingueros, pero también a quienes padecen el mal de la presbicia viajera, ha podido ser la mejor defensa de la Sierra del Rincón, porque nadie cae por allí si no va aposta.

En la Sierra del Rincón, y en sus pueblos, se come, además, de maravilla, lo que para una gran mayoría de viajeros será con seguridad un importante aliciente a sumar. Parece muy claro que los hosteleros de la zona están haciendo un esfuerzo importante por ofrecer producto de calidad y proximidad, en ocasiones desde las recetas tradicionales y en otras con apetecibles y creativas propuestas. Los judiones, las patatas y la carne del ganado que recorre las sierras se llevan los principales honores, junto a la carne de caza, como el jabalí. Es hacer justicia, desde la experiencia de este can que les transmite sus impresiones, recordar con nostalgia los judiones con morcilla y el jabalí a la antigua de Casa Aldaba, de Ignacio Merino, en La Hiruela, o las sardinas ahumadas de Madarcos, las empanadillas de jabalí o el cordero de La Posada de Horcajuelo, a cargo de los posaderos Fer y Marta. Cosa seria sería hacer una competición a cara de perro entre sus tartas de queso, a los postres. De nuevo, Casa Aldaba desde la tradición, y La Posada de Horcajuelo con mayores dosis de innovación.

Hasta aquí estas líneas de hoy dedicadas a la Sierra del Rincón, sobre las que quedan muchas cosas más por contar. No será ahora, será en cualquier momento, que este perro también necesita descansar, oiga. Y no hemos hablado todavía del hayedo de Montejo, el paraje más emblemático de la zona.

En cualquier caso, si estás preparando tu viaje a la Sierra del Rincón y quieres preguntarle alguna cosa al Perro Paco, estará feliz de contestarte en la siguiente dirección de correo: co******@el*********.es ” target=”_blank” rel=”noreferrer noopener”> co******@el*********.es

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