En el lugar en el que confluyen el Paseo de Extremadura y la Plaza de la Puerta del Ángel, junto a la Iglesia de Santa Cristina, se erige una estatua que representa a Beatriz Galindo, célebre mujer renacentista conocida para la eternidad en Madrid como la Latina.
Desde su trono de bronce, Doña Beatriz Galindo, en lo alto de un pedestal, contempla el último tramo del Paseo de Extremadura, puerta de entrada y salida del Distrito Latina, que se extiende por el área sudoeste de la ciudad desde el Puente de Segovia, siempre al otro lado del río, donde nos encontramos. El monumento en su honor fue erigido en el año 1999 por el Ayuntamiento de Madrid. Se hizo en bronce, fundido en el taller madrileño de Codina-Hermanos, siendo su creador el escultor José Luis Parés Parra, catedrático de Escultura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. El pedestal que soporta su escultura fue obra del arquitecto municipal Joaquín Roldán.
La vida de Doña Beatriz Galindo es en realidad muy desconocida, a juicio de la historiadora Cristina Segura Graiño, responsable del artículo dedicado a La Latina en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Parece ser que Galindo nació en Salamanca, en torno al año 1465, en el seno de una familia de hidalgos, perteneciente a una nobleza castellana de carácter urbano y no demasiado acaudalada. Beatriz recibió una buena educación y pronto mostró interés por la cultura, lo que probablemente influyó, junto a motivos económicos, en la decisión de su familia de orientar la vida de Beatriz hacia el convento. No debía, sin embargo, tener ella tan clara su vocación por la vida monástica.
La joven mostró, desde muy temprano, una gran vocación por el latín, lengua con la que, por cierto, había que dirigirse a Dios. Se dice que a los 16 años ya la dominaba, asombrando a todos en el claustro de la Universidad de Salamanca. En fin, que su fama con el latín acabó alcanzando la Corte, hasta el punto de ser llamada por la reina Isabel I para que le enseñara la lengua clásica tanto a ella como a sus hijas. Fue de este modo como se libró del convento y, sobre todo, se ganó su inmortal apodo de ‘La Latina’.
La joven salmantina se convirtió a partir de entonces en dama de confianza de Isabel la Católica, quien le profesó su estima y amistad y que, dicen, tenía en gran consideración sus opiniones. Conversaban en latín, pero también sobre la vida pública, la política o los negocios. Beatriz Galindo se convirtió prácticamente en consejera regia. Fue la propia reina castellana la que decidió con quien se casaría su protegida Beatriz, eligiendo a un capitán de prestigio llamado Francisco Ramírez de Madrid, apodado ‘el Artillero’, por pertenecer al cuerpo de artillería, y fiel aliado de la reina, para la que había combatido en importantes batallas. Tras su participación en la guerra de Granada, se acabó por concertar el matrimonio en segundas nupcias (por parte de Francisco), que tendría lugar finalmente en el año 1495. Como dote, la reina Isabel I entregó a Beatriz la elevada cantidad de 500.000 maravedíes.
Beatriz y Francisco tuvieron varios hijos, pero curiosamente la información es mucho más accesible para referirse a los dos varones, Fernando y Nuflo, que a las hijas del matrimonio. Más adelante, Galindo conseguiría para los dos mencionados sendos mayorazgos, estando por cierto situado el de Nuflo en las actuales tierras del municipio de Rivas. Puesto que la reina no quería que, una vez casada, Beatriz abandonara la corte, la Latina vivió desde entonces a caballo entre la Corte y la Villa de Madrid, en la que su marido ocupaba el puesto de regidor del Consejo de Madrid desde finales de 1487.
En el año 1501, falleció su marido. A partir de ese momento, Beatriz Galindo decide abandonar la Corte, centrarse en su familia e instalarse en la ciudad de Madrid. Comenzará entonces una nueva gran etapa en la vida de la Latina, estrechísimamente vinculada ya a nuestra ciudad, en la que profundizaremos, a buen seguro, más adelante, pues es consciente este can escribidor del poco tiempo y mucha tarea que marea en nuestros días al personal.
La Latina da nombre a día de hoy al barrio probablemente más bonito de Madrid. También a uno de los distritos más extensos y poblados de la ciudad, en su vertiente sudoeste. Tiene una calle a su nombre, que desde la calle Segovia abraza el Jardín de las Vistillas. Y también un teatro muy castizo y una parada de metro de la línea verde.
Así que cuando te preguntes de dónde viene el nombre del barrio madrileño por antonomasia de los paseos de vinos y tapas, acuérdate de esta mujer humanista, amante de la gramática y la lengua latina, que hace nada más y nada menos que 500 años, recibió su sobrenombre eterno por su amor a la cultura y que llegó a ser una suerte de consejera de Estado de la reina Isabel la Católica. No resulta tan extraño que en la primavera de 2021 decidiera anudarse al cuello el pañuelo morado que se puede apreciar en la fotografía del Perro Paco. Desde su trono de libros y sus estudios en curso, nos acompaña a los perros y gatas, y viceversa, en el difuso deambular de los tiempos.
Gracias Perro Paco, que yo me he criado en el Distrito Latina y no tenía ni idea del porqué del nombre. De una humanista siempre mejor que otros nombres que mejor estarían fuera del callejero.