El ajo (Allium sativum) es un cultivo tradicional en la Comarca de las Vegas. Muchas son las hectáreas que se siembran de ajo por parte de las familias de ‘ajeros’, agricultores cuya base económica es este cultivo. Nosotros ponemos unos ‘líneos’ para el gasto, como dicen los paisanos, es decir, para el autoconsumo familiar.
Se siembran los dientes sueltos, a 10 cm. unos de otros, entre octubre y diciembre. “Ajo que pasa de enero, ajo que pierde el ajero”, dicen los abuelos, así que si llega el año nuevo y no has sembrado no lo hagas ya, que vas tarde. La tierra tiene sus propios tiempos y ritmos.
El invierno y la primavera, con sus aguas, criarán solas las plantas. Tan solo hay que cuidar de hacer dos o tres escardas en el momento oportuno. Es decir, eliminar las hierbas y plantas adventicias -que no malas hierbas- con nuestra azada. La escarda es importante en los primeros meses sobre todo para que no compitan por los nutrientes de la tierra el cultivo y las hierbas adventicias.
A finales de la primavera y principios del verano la planta comenzará a formar la cabeza de ajo bajo tierra. En ese momento podemos ayudar con un riego o dos, aunque también se pueden hacer de secano, especialmente si la primavera fue lluviosa.
Para junio o julio, cuando la planta se seca si no la regamos, cosechamos. Durante una semana dejamos que se oreen los ajos con sus porretas, para que pierdan todo su verdor y se conserven bien en un lugar fresco y seco.
Para su conservación, trenzamos las cabezas con sus porretas y las colgamos hasta su uso o cortamos las porretas, bien secas, y metemos las cabezas en cajas hortícolas. Ya tenemos ajos para todo el año.
Si la cosecha es buena vendemos algunos kilos para la autogestión de nuestra huerta y llegado el otoño utilizamos algunos dientes para sembrar la nueva cosecha.
Egipcios, griegos y romanos lo tenían muy presente en su cultura gastronómica. Es pues un claro protagonista de la dieta mediterránea, que tanto bien nos haría si la revalorizásemos en contraposición de otras ‘cocinas más rápidas’ y menos sanas.
El ajo tiene un montón de propiedades medicinales. Se considera un antibiótico natural. Alimenta también la flora intestinal, clave para gozar de buena salud. Ayuda a regular la tensión arterial, el colesterol y el estrés, favoreciendo el sistema cardiovascular.
Cocinado, crudo para los más valientes o restregado en tostadas, se puede ingerir a diario.
Nosotros también lo utilizamos, echando un diente de ajo en los bebederos, para aportar vitaminas y minerales a nuestras gallinas y protegerlas de parásitos intestinales. Uso veterinario no apto para perros, por cierto.
Favorece también la prevención de infecciones respiratorias. Resulta un estimulante del sistema inmunológico.
Útil y beneficioso para casi todo. No tan bueno para encontrar pareja. Recomiendo el cultivo y el consumo diario de dientes de ajo 🧄😋
Mariano Ramos 👨🏻🌾 – La Huerta de Rocío 👩🏻🌾
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