Seguimos descubriendo la Sierra de Guadarrama, en esta ocasión pateando tierras madrileñas y segovianas. Hoy nos adentramos en el bosque de Valsaín. Partimos a primera hora de la mañana desde el Puerto de Navacerrada, tras un buen madrugón, el enésimo de la semana, pero como bien dicen “sarna con gusto no pica”.
Nuestro equipo de hoy lo conforman cuatro adultos y dos jóvenes de 15 y 9 años. El objetivo de la jornada es disfrutar del senderismo, huyendo del calor estival madrileño. Por eso elegimos andar por la cara norte y al refugio de las sombras centenarias de los pinos silvestres de Valsaín. Cogemos el famoso Camino Schmidt -o Schmid, que de las dos formas lo veréis- y comienza nuestra caminata hasta el puerto de la Fuenfría. Unos 6 kilómetros con un desnivel moderado y un entorno boscoso ideal para combatir la ola de calor que azota Castilla.
El Camino Schmid hace honor al austríaco Eduardo Schmid Weikan, uno de los pioneros del senderismo de principios del siglo XX. En los albores del siglo pasado, este montañero de la Sociedad de Alpinismo de Peñalara abriría esta ruta pedestre para unir el puerto de Navacerrada con el valle de la Fuenfría. Es la época en la que pequeños grupos de científicos y amantes de la naturaleza se proponen redescubrir la Sierra de Guadarrama. Según otras fuentes, Schmid o Schmidt sería alemán o suizo. Lo que parece claro, a tenor de sus apellidos, es que no nació en Valsaín ni en Cercedilla. Parece ser que sería geólogo y que acabó en tierras hispanas de casualidad, cuando una embarcación alemana, proveniente de las colonias germanas en África, tuvo que atracar en España por el hostigamiento marítimo inglés a los barcos alemanes durante la I Guerra Mundial. El caso es que Eduardo Schmid acabó prendado de la Sierra de Guadarrama y por aquí anduvo, nunca mejor dicho, desarrollando su labor profesional y su pasión senderista, junto a sus amigos de los primeros clubs y asociaciones de montañeros de estas tierras. A Pío Baroja se le atribuye la frase, “(…) quienes enseñaron el campo a los madrileños fueron los obreros gallegos y asturianos y después los alemanes (…)”.
Tras este desvío histórico retomamos nuestra senda, que nos habíamos quedado a la sombra de los pinos silvestres de Valsaín. Nos encontramos en uno de los bosques de Pinus Sylvestris más extensos y mejor conservados de la Península Ibérica. También llamado pino serrano, pino rojo o bermejo, pino de Valsaín, pino albar o pino del Norte. Sus ejemplares adultos pueden alcanzar los 30 metros de alto con anchos de tronco de 5 metros de circunferencia. Aún hoy se aprovecha en silvicultura su madera para papel y en aserraderos para trabajos de mobiliario. También cobija vacas serranas de ganadería extensiva destinadas a la producción de carne, que en una simbiosis con el bosque que les protege del sol, protegen a su vez a los bellos árboles de los incendios forestales con su incansable labor de pasto. Nuevamente la naturaleza nos muestra equilibrios seculares que en otras zonas han desaparecido con nefastas consecuencias para las zonas rurales. El lógico despoblamiento, ante la falta de actividades económicas con las que vivir, va de la mano de los graves incendios forestales que asolan el noroeste de Castilla y León este verano. “Los incendios se apagan en invierno”, te dirá cualquier paisano que sepa de campo, pero las administraciones públicas se empeñan en contribuir al abandono del campo con políticas raquíticas basadas en el corto plazo y la propaganda electoral.
Y ya nos hemos ido otra vez de nuestra senda. Pero es que así marchamos, adultos y jóvenes, entre charlas y chanzas, más alguna parada de hidratación, hacia nuestro objetivo. Llegamos a la Fuente de la Fuenfría y un poco más allá al puerto, donde almorzamos. Alguno se preguntará si el manantial de la Fuenfría hace honor a su nombre. Pues sí, en pleno verano el agua sale fresquita del caño y es uno de esos placeres que por un buen madrugón y una agradable caminata te regala la montaña.
Entre vacas con terneros atacamos nuestras viandas y como vemos que se nos ha dado muy bien la ruta y vamos bien de tiempo, decidimos subir el monte que tenemos más a mano. Así pues, el sexteto de senderistas decidimos por unanimidad abandonar el techo del pinar y adentrarnos en la loma del Cerro Minguete (2.026 m) donde ya empieza a calentar el sol. Ahora sí los músculos de las piernas se tensan, tirando de cuádriceps y gemelos para subir el cerro. Los jóvenes se vienen arriba y encabezan el grupo, entre enebros –Juniperus Communis– y piornos retamas. En poco menos de una hora, desde la parada del almuerzo en el puerto de la Fuenfría, hemos alcanzado la cima de hoy. Las sonrisas en nuestros rostros pueden al cansancio de nuestras piernas.
Disfrutamos del paisaje de la serranía madrileña y segoviana. Descansamos y tras gastarnos alguna broma, que llevamos muy buen ambiente, todo hay que decirlo, bajamos por donde hemos venido. Otros 7 kilómetros de vuelta. Y como el camino de vuelta es el mismo del señor Schmid y no os queremos aburrir, no os contaremos ningún otro desvío histórico o botánico. Tan solo una recomendación: pedir un buen gofre en una de las cafeterías del puerto de Navacerrada y tendréis abonados a vuestros jóvenes montañeros para la próxima excursión. Ya os la contaremos.
.
Javi Prieto Sancho, papá de senderistas y amigo de montañeros