Una hermosa calabaza de la huerta de Rocío

Me van a dar calabazas

Llevo meses sospechando que mi compañera me va a dar calabazas. Mis sospechas comenzaron en marzo, cuando Rocío empezó a pasar de muchas cosas, yo incluido, para dedicar más tiempo a sus semillas.

En aquellos días preparó su vivero particular, sembrando pipas de calabaza del año pasado en yogures vacíos. Decir que estas semillas serán de alguna calabaza que nos regalaran Manolo y Mª Luisa, vecinos de huerta y paisanos de los que tejen y cultivan comunidad, pues nuestras calabazas el año pasado no recuerdo que nos salieran bien.

Puso los yogures, Rocío, rellenos de tierra y mantillo, al calor y a la vista en un alféizar del jardín. Regó con paciencia y fe en su trabajo y a las pocas semanas el calor primaveral hizo asomar las primeras hojas de la nueva planta, los cotiledones. Cada semilla tiene su hora y su temperatura para germinar. La labor de una buena horticultora, como Rocío, es saber cuándo toca enterrar la semilla. En el jardín, pero al refugio del ventanal del hogar por si hubieran heladas tardías, el plantel fue creciendo en su pequeña ‘maceta’.

A finales de abril, primeros de mayo, viendo que la primavera no venía fría, plantó las pequeñas plántulas en la huerta. Cada mañana, con obstinada laboriosidad y mimo, revisaba su crecimiento, regaba con regadera o removía la tierra alrededor de las calabazas, para airear las raíces y facilitar su crecimiento, según pidiera la joven planta. Poco a poco el trasplante, proceso siempre delicado, se vio que había funcionado.

Las nuevas plantas fueron cogiendo porte. En el primer mes no faltaron unas cuantas escardas, que consisten en cavar la tierra, eliminando las hierbas adventicias -no hay malas hierbas- que pudieran competir por los nutrientes y por el sol con nuestro cultivo. Ahí también estuvieron los zagales de la casa echando una mano a la azada. Aunque Karla es más de vender la hortaliza para no tener que comérsela.

Ya en verano, los riegos pasaron a ser semanales, a manta, con las aguas del Tajuña desviadas por el caz -acequia- de la Vega del Peral. Las plantas de calabaza, con su porte rastrero, fueron cubriendo el ‘paño’ de tierra asignado para ellas. Y las flores amarillas fueron polinizadas por las abejas y los abejorros; los frutos comenzaron a salir y poco a poco a crecer; y a mediados de agosto cosechamos preciosas calabazas vascas que degustaremos durante todo el invierno: crema de calabaza, en sofrito de verduras con arroz, guisadas con lentejas o judías, rallada cruda en ensalada…

Lo dicho, cuando vi a Rocío preparar semilleros de calabaza en febrero y marzo, con los yogures que devoraban las niñas de postre, me dije: «en agosto me da calabazas».

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 Javi 👨🏻‍🌾 🎃 – La Huerta de Rocío 👩🏻‍🌾   

Calabazas en la huerta de Rocío
Calabazas en la huerta de Rocío / Javi

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2 Replies to “Me van a dar calabazas”

  1. Qué suerte tengo, Teresa, de tus ganas de trueque. Seguro que algo podemos aprender juntas. En septiembre que tendré las tardes menos ocupadas contactamos para hacer una visita juntas a la huerta.

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