Cabra montés en El Yelmo

El Yelmo, la cima del roble

Estamos a primeros de junio y la jara pringosa sigue en flor en esta ladera de la sierra de La Pedriza. La jornada montañera de hoy será dura. Unos 700 metros de desnivel, concentrados en 9 km. El sherpa Toni y yo nos proponemos subir a El Yelmo (1.717 metros). ¿Nos acompañas?

A diferencia de la jornada senderista que nos llevó a la cima de La Maliciosa, la caminata de hoy requiere menos resistencia, pero más potencia, más fuerza y que no falte el fuelle, sobre todo en la primera hora, que el terreno asciende entre monte bajo de romeros, jaras y piedras de granito, como si subiéramos una interminable escalera zigzagueante a zancadas de 3 en 3 escalones. En rutas como la de hoy recomendamos el uso de bastones de senderismo para descargar parte del esfuerzo de la excursión en los brazos. Hemos partido desde la calle de El Tranco, en Manzanares El Real.

En nuestra ascensión vamos encontrándonos con ejemplares arbóreos dispersos de sauces (Salix), encinas (Quercus ilex) y roble melojo (Quercus pyrenaica). Llevaremos alrededor de hora y media de fuerte subida ininterrumpida y a buen ritmo cuando llegamos a una pradera en la que nos encontramos con un pequeño arroyo, junto a unas grandes planchas de granito, con estupendas vistas de Manzanares El Real y su castillo medieval. Esta zona, conocida por algunos como el ‘mirador del Tranco’, cuenta con un caño de manantial un poco más arriba, en la misma senda, para rellenar nuestra cantimplora y degustar agua de sierra. En la pradera que se extiende junto a las planchas de granito confluyen dos caminos: el que viene del Tranco, por el que hemos subido, y otro que viene o va a Canto Cochino.

Un buitre sobrevuela majestuoso la zona. Aprovechamos el bello espectáculo del ave, planeando gracias a las corrientes de aire cálido en busca de carroña, para hidratarnos y reponer fuerzas con un buen puñado de frutos secos. Lo que nos queda es menos duro, pero todavía supone un buen trecho, la mitad o más de la subida, aparte del descenso, claro.

Buitre sobrevolando el mirador del Tranco
Buitre sobrevolando el ‘mirador del Tranco’ / Javi Prieto Sancho

Desde la pradera de alta montaña nos volvemos a internar en un nuevo zigzagueante sendero, donde las jaras empiezan a tomar protagonismo frente a los romeros. Todavía siguen en flor algunos ejemplares, pese a la seca primavera y el calor estival. No obstante, allá por mayo seguro que la subida es mucho más florida. En la tierra y piedras del camino nos encontramos, de vez en cuando, las bolitas de caca de las cabras montesas. ¿Encontraremos en la jornada de hoy a tan característicos animales de la Sierra de Guadarrama y en concreto de La Pedriza? Desde luego que el hábitat resulta ideal para la presencia de jabalíes y ungulados, como cabras o corzos: agua de manantiales incluso en pleno estío, árboles para ramonear, sotobosque para esconderse, pradera para pacer, roquedos para huir y descansar a salvo de miradas curiosas y bellotas de los Quercus -robles y encinas- para acumular fuerza de cara al duro invierno. La presencia de las cabras está clara, sus excrementos frescos las delatan. Como las migas de Pulgarcito, a medida que nuestros pasos se acercan a la cima, cada vez encontramos más pelotones de bolitas, pero ni rastro de las cabras. Seguro que ellas a nosotros ya nos han visto hace rato. La presencia de jabalíes también se confirma un poco más arriba, cuando en un recodo del camino nos encontramos la tierra removida, hozada en busca de raíces, pequeños mamíferos e invertebrados, que componen parte de la dieta de los ‘cerdos’ silvestres.

Nuestro cronista, con el Yelmo detrás y tres diminutos escaladores por encima de su cabeza / Toni

Por fin llegamos a la base del domo de granito de El Yelmo, antaño conocido como Peña del Diezmo. Ya en la Edad Media constan fuentes en las que se menciona a esta montaña como El Yelmo, lo más seguro por su similitud con el casco que protegía cabeza y rostro en la armadura de caballero de la época. Ante nosotros se alza una impresionante mole granítica rosácea, muy frecuentada por los amantes de la escalada. De hecho, justo cuando nosotros llegamos a su base, vemos diminutos en la distancia a tres escaladores a mitad de camino, en la pared vertical de la montaña. El domo de granito se eleva 150 metros en su cara sur y 100 en la norte. Según estudios realizados, dentro del mismo se podría tallar a escala real el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Llegados a este punto, encontramos una nueva pradera, junto a otro manantial de alta montaña y grandes bloques de granito, desde los que podemos observar bellos atardeceres con la ciudad de Madrid al fondo y el embalse de Santillana a nuestros pies. Sin embargo, la sorpresa bella del día nos la da una simpática cabra montesa que recorta su silueta, sobre una peña, con el cielo azul de fondo que caracteriza las tierras madrileñas limpias de polución. Cautelosos nos acercamos a ella con el objeto de admirar y fotografiar tan bello animal, para mostrar orgullosos nuestro encuentro en estas páginas.

La cabra montesa está tan bien adaptada a la serranía madrileña, que de hecho se está convirtiendo en un problema para el propio hábitat debido a su superpoblación. Más de 5.000 ejemplares censados en la zona que nos ocupa . Afortunadamente, la presencia de este ungulado, así como del corzo y el jabalí, ha atraído también desde principios del siglo XXI al lobo ibérico a la Sierra de Guadarrama. El último lobo ibérico madrileño fue cazado en 1985.

La cabra montesa del Yelmo
“Cautelosos nos acercamos a ella con el objeto de admirar y fotografiar tan bello animal (…)” / JPS

Las primeras poblaciones de canis lupus llegaron itinerantes desde la vertiente segoviana, que a su vez vendrían del incremento de población en la Sierra de la Culebra (Zamora).  Hoy en día, ya es un hecho la presencia permanente del lobo en la sierra madrileña, con los beneficios que ello supone para el control natural de los ecosistemas. Y para aquellos pocos que todavía quieren seguir extendiendo la mala prensa que antaño tuvo el lobo, decir que estudios realizados por responsables del Parque Nacional de Guadarrama con excrementos de lobo, han constatado que más del 80 % de sus presas son ungulados silvestres como corzos y cabras, suponiendo menos de un 20 % de su dieta el ganado extensivo de la zona. Por tanto, con una política pública de compensación a ganaderos adecuada, la coexistencia del lobo y la ganadería no solo está asegurada, sino que es beneficiosa su presencia para el control de la superpoblación de herbívoros silvestres, que podrían suponer un grave riesgo para estos delicados ecosistemas. También el lobo contribuye al control poblacional de otros depredadores como el zorro, cuya extensión sin control puede suponer un riesgo a su vez para las poblaciones de conejos, liebres y perdices. Así pues, el lobo es un animal que equilibra la fauna del Parque Nacional de Guadarrama, paraíso natural en un entorno tan altamente humanizado y civilizado como la Comunidad de Madrid.

Quien haya leído alguna crónica senderista nuestra, ya sabrá que nos gusta hablar un poco de todo, como cuando vamos pateando la senda. Pues callados no vamos, precisamente.

El montañero Toni y el embalse de Santillana
El montañero Toni y el embalse de Santillana / Javi Prieto Sancho

Toni y yo descansamos brevemente en la segunda pradera a pie de domo y decidimos subir a la cima antes del almuerzo. Nos puede el afán de hacer cumbre, más que el cansancio. Rodeamos El Yelmo y dejando nuestras mochilas un poco escondidas, acometemos los últimos metros a través de una estrecha chimenea entre la roca, por la que hay que trepar un poco ayudándose de manos, culo y pies. Se trata de una grieta por la que solo se puede subir de uno en uno, debido a su estrechez, y en la cual hay que dejar subir o bajar si ya alguien hay dentro, pues no caben dos personas a la vez en sentido contrario de marcha. En 15 ó 20 minutos hemos subido al pico y curiosamente, nos encontramos arriba con dos chicos y una chica, que eran los tres escaladores que trepaban por la pared vertical cuando nosotros llegábamos a la base del domo.

Arriba de los 1.717 metros disfrutamos de una de las cimas más bonitas de la Sierra de Guadarrama, coronada además por un aguerrido roble melojo que parece desafiar los duros inviernos, los secos veranos, a la mole de granito en la cual se enrraiza aprovechando sus grietas y a los mismísimos humanos que, pobres mortales, no están en la cima más que un rato de sus vidas. El roble parece decirnos: “Yo soy el rey de la montaña”.

No nos extenderemos más con el descenso. Nada más decirles que la montaña es la montaña y que incluso con mi amigo el sherpa acabamos extraviando el sendero y nos confundimos de vertiente. Lo más seguro que íbamos demasiado enfrascados en nuestra amena charla y un poco confiados. Pero como no hay mal que por bien no venga, una vez orientados de nuevo, nos dirigimos al chiringuito de Canto Cochino, donde celebramos como se merece otra nueva cima, que ya llevamos unas cuantas este verano. Un rato después, bien hidratados y caminando tranquilos por una vereda que bordea las aguas del joven río Manzanares, volvemos a la calle del Tranco, donde iniciamos nuestra marcha, recuerden, y donde ponemos fin a esta crónica senderista.

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            Javi Prieto Sancho

La cima del roble / JPS

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3 Replies to “El Yelmo, la cima del roble”

  1. CUANTO ME GUSTARIA DISFRUTAR CON VOSOTROS DE ESAS SUBIDAS A LA SIERRA. Y DE APROVECHAR LOS GRANDES CONOCIMIENTOS QUE TENEIS DE LA ZONA, FLORA Y FAUNA. UN BUEN GUIA ES IMPORTANTE EN ESTE TIPO DE ESCAPADAS

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