Hace tiempo que no os contamos cómo va nuestra huerta. El verano es un trajín de tareas, de ir y venir, de plantar, escardar y cosechar y queda poco espacio para la literatura. Quizá sea la etapa que más deslumbra de la horticultura de ocio y familiar. Los abuelos y abuelas pasan horas y horas antes de que caliente mucho el sol, poniendo mimo en sus cultivos. Maestros poco valorados socialmente, que atesoran en sus cabezas conocimientos y saberes con muchas generaciones detrás. Todavía me acuerdo siendo yo un zagal, sentado en el muro de piedra del huerto de mi abuelo Mariano, verlo trajinar artesanalmente con la tierra y las plantas, mientras degustaba una zanahoria de exquisito sabor. Hoy en la huerta de verano, nos damos un pequeño paseo por la Historia.

Poco oro y poca plata queda en España de lo que trajeron los castellanos, a raíz del descubrimiento y posterior conquista y explotación de las tierras que hoy conocemos como América. Los metales preciosos expoliados a incas, aztecas y otros pueblos sometidos a estos, se gastaron por toda Europa para sufragar las innumerables guerras que los Austrias primero y los Borbones después mandaron librar a los tercios y a las armadas, en nombre de la fe católica y el imperio hispano. Otros tesoros menos deslumbrantes en su momento han llegado hasta nuestros días, no obstante, para disfrute de los villanos y villanas que doblan su lomo lejos de la corte. Algún clérigo con conocimientos de botánica hizo acopio de semillas de nuevas y exuberantes plantas que veía cultivar y comer a los pueblos de las Indias Occidentales. Y así, con las naos y las carabelas de los castellanos, atravesaron el Océano Atlántico las simientes de tomates, pimientos, calabazas, maíz, calabacines, patata y otros cultivos que se incorporaron progresivamente a nuestra dieta mediterránea.
Hoy en día el tomate se ha convertido por derecho propio en el rey del verano de las huertas peninsulares. Todo buen aficionado hortelano gusta de saborear tan delicioso manjar y a buen seguro que lo considera un tesoro de incalculable valor. Tomate rosado, de pera, moruno… para gustos los colores, las formas y los sabores.
También degustamos el pimiento fino o italiano en verde y de la variedad de pimiento gordo de Añover de Tajo, lo dejamos en la mata, hasta que el sol lo pone rojo de maduración. Otro tesoro del Nuevo Mundo.

De las Indias Occidentales que el buen marino y pésimo gobernador Colón confundió con las Indias Orientales también llegaron ejemplares de la familia de las cucurbitáceas, como los calabacines o las calabazas.
Otros tesoros de la huerta del verano, sin embargo, nos llegaron de otras tierras igual de distantes, pero en dirección contraria. La Península Ibérica, crisol de culturas, fue la puerta de entrada de la berenjena a Europa en la Edad Media. La berenjena, originaria de la India, atravesó Oriente Medio a lomos de camello y se expandió con el Islam del siglo VII hasta recalar en Al-Andalus. Los musulmanes ibéricos la incorporaron a los cultivos propios de nuestras vegas y la exportaron a una Europa cristiana y medieval, por aquel entonces, mucho más atrasada. También de Oriente nos llegaría el melón, tan sabroso y refrescante para sofocar los calores mediterráneos.
Así pues, en nuestras vegas del Tajuña, en concreto en nuestra huerta y gracias a nuestra hortelana Rocío, que este año se lo ha currado casi sola, degustamos tesoros con siglos de historia. Nuestra dieta atesora el conocimiento botánico de miles de años de culturas diversas y distantes. Por eso cuando saboreas un tomate de huerta aprecias su sabor como un tesoro.
Y como postre, recolectamos higos y moras, que el final del verano nos regala de forma silvestre. Para comer frescas, para secar los higos o si hay tiempo para hacer compotas y disfrutar de botes y botes durante los desayunos de invierno.
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Javier Prieto Sancho, nieto de hortelano

Como siempre interesante y ameno artículo,sin lugar a dudas todos estos productos enriquecieron y cambiaron nuestra dieta para bien,mucho más que el oro.
Como siempre, tus comentarios enriqueciendo nuestra revista. Gracias Fernando.