Los paseos del Perro Paco
Caminaba tranquilamente por el barrio de Almendrales, distrito de Usera, cuando me topé con este muro, con una especie de diálogo, con estos dos gritos paralelos, no sé si enfrentados, pues les recuerdo, amigos míos, que yo sólo soy un perro.
Salva lo público. Spray negro. Letras con plantilla. Un poco toscas, especialmente las que incluyen algún vacío interior, como la O, la P o la B. Pero no es eso lo importante, sino el mensaje. Salva lo público. Lo que es de todos. Lo que es del Estado. Lo que es del pueblo. ¿Son estas cuatro cosas la misma? Yo sólo pregunto, señorías, que sólo soy un chucho, no lo olviden. Respondan ustedes, si pueden, si quieren. Salva la sanidad, la educación, las pensiones. Lo público. Falta la tilde, por cierto, pero si estás pintando un muro supongo que no te puedes preocupar tanto por la ortografía. Yo es que para eso soy un poco maniático, la verdad.
Sálvese quien pueda. Spray rojo. Trazo espontáneo, pero claro, legible, entendible. Pese a que la tilde esté mal puesta. No es lo importante, sino el mensaje. Parece un grito, desesperado. O una respuesta un tanto airada al primero, desengañada. Cuando ya no queda esperanza en lo común o en lo colectivo. Alguien grita: ¡Sálvese quien pueda! Y todos comienzan a correr, a acumular comida, armas, papel higiénico. Suena a seria advertencia, casi a amenaza. Como no puedas, caes, no te salvas. Suena angustioso. Pero tal vez es lo que nos grita el sistema, esa entelequia: que se salve el que pueda. El que pueda contratar un seguro médico o un plan de pensiones privado o una hipoteca a liquidar en diez años. O en cinco. Sálvese quien pueda: ¡es una orden!
Me acerco al pequeño muro. A mitad de camino entre ambas pintadas, casi imperceptible a simple vista, hay un tercer mensaje: Sálvate tú mismo. Faltan, de nuevo, las tildes: dos en este caso. Eso es común a los tres mensajes. Pero es que igual la cuantía de las multas hace de las tildes signos prescindibles. A no ser que seas un maniático. Un perro maniático de la ortografía. ¡Habrase visto algo semejante! Sálvate tú mismo. Rotulador negro, trazo ligero, que no hace ruido, que sólo habla. No sé si pretende unir o conciliar, o es una verdad alternativa. Sálvate tú mismo porque nadie lo hará por ti. Sálvate tú mismo y no esperes que lo hagan otros, parece decir. Vale, eso no está mal, pero… Pero qué. Sálvate tú solo y por eso no grito ni me importa si nadie lo lee, porque yo lo sé y así actúo y eso me sirve, y por eso escribo con rotulador y trazo fino, que casi no sale en la foto, y no uso spray. Porque ya he abandonado cualquier afán colectivo, no me interesa, cualquier respuesta común, ni la pública y organizada, ni el grito desesperado, de rabia y miedo. Sálvate tú mismo. ¿De dónde viene esta voz? Y no mires atrás ni a los lados. Sálvate tú mismo y olvida cualquier nosotros, porque el nosotros no existe y sólo quedas tú.
¿Y cuál es tu grito, amigo/a? Al fin y al cabo yo sólo soy un perro. ¡Guau, guau!
Mi grito no sé, quizá lo diga bajito, como cuando de chico jugamos en pandilla: «Por mí y por todos mis compañeros».
Pues esa frase tampoco está nada mal, oiga!!
Pero si lo dice muy bajito
igual no le oímos Javierito!
¡Guau, guau!
Con cariño…
El Perro Paco
Ya hay demasiados que gritan sin razón y con razón y la pierden por gritar. Yo estoy aprendiendo a decir bajito y que oiga y escuche, que no es lo mismo, quien quiera.