Decenas de miles de personas han recorrido, una mañana soleada del 15 de octubre, el centro de Madrid exigiendo al Gobierno y a la oposición unas pensiones dignas. Según Delegación del Gobierno 15.000 personas, más de 20.000 según nuestras estimaciones, han acudido a la demostración de fuerza de la Coordinadora Estatal por la Defensa del Sistema Público de Pensiones (COESPE) y colectivos afines. La marcha defiende la subida de pensiones y salarios de acuerdo al Índice de Precios al Consumo (IPC) real. Asimismo, el colectivo de pensionistas reclama la defensa de servicios públicos, como la sanidad; una auditoría de la Seguridad Social que aclare la bancarrota de la ‘hucha de las pensiones’, perpetrada por los gobiernos de PP y PSOE en las últimas legislaturas; y el fin de la ‘brecha de género’ que condena a miles de mujeres mayores a la pobreza.
Las personas de más de 65 años, el grueso de la marcha, han contado con el apoyo de numerosos colectivos sociales, así como con gran parte del sindicalismo alternativo, como la CGT, que se ha volcado en la movilización, o el Bloque Combativo y de Clase. Dentro del Bloque cabe destacar la participación de la plantilla de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid organizada en la Plataforma Sindical, así como la militancia de Solidaridad Obrera y CoBas.
La demostración de fuerza de los trabajadores y trabajadoras jubilados constata que el movimiento social por unas pensiones dignas sigue gozando de vigor y buena salud, tras años de lucha y organización constante, incluso superando la pandemia de covid, que como es natural por la edad se ha cebado especialmente en este colectivo de personas. Los pensionistas, nos atrevemos a decir, que son el único colectivo social que ha mantenido el pulso, tanto al gobierno neoliberal conservador de Mariano Rajoy, como al socialdemócrata de PSOE-UP, con movilizaciones constantes en la calle y un discurso propio capaz de marcar agenda.
El movimiento pensionista se articula desde lo local, con presencia de múltiples colectivos que a través de piquetes informativos y pequeñas concentraciones en barrios y pueblos de todo el país trasladan sus planteamientos a la ciudadanía. Esa ‘gimnasia de la movilización’, unida a una organización que teje comunidad entre sus miembros, son los mimbres que permiten sacar a la calle a decenas de miles de personas en grandes citas, como la de este otoño madrileño, sin el apoyo ni de partidos políticos mayoritarios ni de los medios de comunicación de masas, que poco más que reflejan el ‘folclore’ de la protesta sin profundizar en sus planteamientos.
La militancia anónima, constante y coherente de cientos, miles de personas en todo el país da su fuerza a una generación acostumbrada desde joven a pelear por sus derechos y libertades. Sin duda, para quien esto escribe, estas trabajadoras y trabajadores representan todo un ejemplo para las nuevas generaciones, que ven deteriorarse sus condiciones vitales, crisis tras crisis, a través de sus pantallas móviles en un individualismo indolente.
La marcha por Madrid
El colectivo de pensionistas, más miles de trabajadores y trabajadoras que se han sumado a la protesta social, se han citado en la Glorieta de Neptuno. La afluencia ha sido tan masiva que cuando la cabecera llegaba a Cibeles, gran parte de la comitiva obrera todavía se encontraba abandonando la Glorieta de Carlos V (Atocha), sin haber puesto sus pies en Neptuno, inicio oficial de la marcha. El Paseo del Prado, en uno de sus sentidos, estaba lleno de manifestantes.
En un clima ameno y reivindicativo, las pancartas sociales, sindicales y regionales se sucedían unas a otras, avanzando hasta Cibeles. Donde unas daban “vivas a la lucha de la clase obrera”, otros entonaban sus himnos comunitarios, como las personas provenientes del Sur peninsular, con su emotivo “Andaluces levantaos” cantado a capela por cientos de voces. Muy nutrida y combativa también la delegación vasca, donde el movimiento pensionista se ha mostrado fuerte desde hace años. Llegados al Ayuntamiento de Madrid, en la Glorieta de Cibeles, la marcha ha girado para subir por Gran Vía hasta la Plaza del Callao, donde finalizaba con un mitin.
De los lemas vistos también queremos mencionar la camiseta de muchas mujeres que señalaba que “la pobreza tiene nombre de mujer”. Una clara alusión al trabajo silenciado y no retribuido en numerosas ocasiones, de generaciones de mujeres que han mantenido con sus esfuerzos y cuidados esta sociedad, y que en el momento de la jubilación o no reciben pensión por no haber cotizado los suficientes años, perdiendo de facto los años sí cotizados, o reciben pensiones muy por debajo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), lo cual las condena a vivir su vejez en la pobreza o en el delgado alambre del ‘riesgo de pobreza’. ¿Qué hubiera sido de la sociedad de este país sin su trabajo, asalariado o no?
Un sistema autosuficiente pero desfalcado
El Sistema Público de Pensiones (SPP) es un sistema piramidal de solidaridad entre las distintas generaciones de una sociedad, que favorece la calidad de vida de las personas de clase trabajadora. El sistema público de pensiones representa además una de las conquistas históricas del movimiento obrero y no es casualidad que justo ahora sea cuando se quiere acabar con él, mediante su privatización, ya sea total o mixta a través de los denominados ‘planes de pensiones de empresa’. En este sistema piramidal de solidaridad social, la gente en activo sostiene, con las cotizaciones fruto de su trabajo, a las generaciones mayores. Al igual que las generaciones ahora mayores hicieron, siendo jóvenes, con sus antecesores.
El sistema es viable por sí mismo, a pesar de la actual situación de crisis y las profecías catastrofistas e interesadas de determinados partidos políticos y de la mayoría de los medios de comunicación de masas. Tan solo una cifra nos ayudará a reflexionar sobre el asunto: en 2011 la ‘hucha de las pensiones’, también llamada ‘caja única’, contaba con 66.000 millones de euros. ¿Dónde está ese dinero ahora? ¿Quién lo gastó y en qué?
Los diferentes partidos de gobierno, PP, PSOE y ahora PSOE-UP, han metido la mano en la ‘caja única’ para sufragar gastos que no son específicos del sistema de pensiones, lo cual ha debilitado la ‘hucha’ hasta el punto de insostenibilidad actual. Estos gastos ajenos al pago de pensiones son los denominados gastos impropios. Algunos de estos gastos impropios, que se han cargado a la cuenta de las pensiones, en vez de a los Presupuestos Generales del Estado, son, por ejemplo, pagos de la seguridad social a trabajadores, políticas de apoyo a las familias, políticas de incentivos al empleo reduciendo cuotas, etc., tal y como denuncia el sindicato CNT en su dossier “¿Qué es el sistema público de pensiones?”
Por tanto, según el movimiento pensionista y los sindicatos alternativos que lo apoyan, es necesario restituir el desfalco a la ‘hucha de las pensiones’, a través de los Presupuestos Generales del Estado. Para ello, previamente, sería deseable una auditoría de las cuentas de la seguridad social que arroje luz sobre los gastos impropios que se han abonado a costa de las pensiones. Los gobiernos neoliberales de Aznar y Rajoy habrían sacado más de 74.000 millones de la caja única de las pensiones para gastos impropios. Pero también los gobiernos socialdemócratas de Zapatero primero y ahora de Pedro Sánchez habrían continuado la política de expolio de lo público con 12.000 y 6.000 millones respectivamente en gastos impropios.
Además del problema de los gastos impropios que acabamos de analizar, otro de los grandes problemas a los que se enfrenta el sistema público de pensiones es la precariedad y los bajos salarios de gran parte de los trabajadores y trabajadoras en activo. Para mantener una hucha de las pensiones sostenible a corto y medio plazo, es necesario como defiende COESPE, el incremento de los salarios según el IPC real, pues son los salarios dignos los que mantienen un sistema solidario, justo y beneficioso para el conjunto de la clase trabajadora.
Nuestra sociedad afronta retos y problemas de incierta resolución, como la crisis climática o el colapso energético de los combustibles fósiles. También debe preocupar la escalada bélica promovida por los imperialismos ruso de un lado y occidental de otro, como ya mencionamos con motivo de la marcha anti-OTAN de este verano. Sin embargo, las pensiones públicas y su viabilidad a corto y medio plazo no debieran estar en duda, acometiendo las mejoras de salarios y eliminando los manidos gastos impropios. Ya, ya sabemos que pedimos mucho de unos gobernantes cortoplacistas, que se sienten más presionados por los intereses de la banca y de las aseguradoras, que son los que sacan tajada de la privatización del pastel de la ‘caja única’, que por los de la ciudadanía que dicen representar. Lo más triste es comprobar que la cantinela liberal de la inviabilidad del sistema público de pensiones ha calado en parte de los trabajadores y trabajadoras, que machaconamente son bombardeados por los medios de comunicación. Sin embargo, ¿tenemos que creer que un sistema económico basado en salarios por debajo de la inflación, con los que es difícil llegar a fin de mes, va a permitir a las personas que viven de su trabajo ahorrar para pagar un seguro privado de pensión? El ‘sálvese quien pueda’ es un mantra individualista que tampoco asegura ninguna viabilidad ante las crisis que vivimos y las negras tormentas que se avistan en el horizonte. Allá cada cual con su apuesta, a nosotros nos gusta más la de COESPE y por eso la apoyamos.
Como comentaba uno de los ponentes en el mitin que ponía el broche a la manifestación, resulta una contradicción palpable que un estado, que se dice democrático y social, tenga dinero para incrementar los presupuestos militares en más de un 26%, y no se tengan fondos para asegurar una jubilación justa a las personas que han hecho avanzar económica, cultural y democráticamente a este país con su trabajo y su compromiso social.
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Alejandro Prieto
* Nota: Apuntes económicos del dossier sindical “¿Qué es el sistema público de pensiones?” de CNT
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