En el 150 aniversario del nacimiento de este madrileño de Donosti, lo celebramos en el Perro Paco de la mejor manera que se nos ocurre: leyéndole.
– Juego, campanas, carlismo y jota. ¡Qué español es esto, mi querido Martín! -dijo el extranjero.
– Pues yo también soy español, y todo eso me es muy antipático -contestó Martín.
– Sin embargo, son los caracteres que constituyen la tradición de su país -dijo el extranjero.
– Mi país es el monte -contestó Zalacaín.
Hoy hablamos de la novela «Zalacaín el aventurero” y de su autor, el donostiarra y madrileño de adopción Pío Baroja y Nessi (1872-1956). A quienes nos gusta leer las letras e historias de otras personas y otros mundos, nos suele asaltar la frecuente duda de ¿qué leo ahora…?. En una sociedad tan consumista, superficial e inmediatista como la actual, parece que esa duda debiera ser resuelta por la lista de grandes ventas –best sellers, si utilizamos el anglicismo- del momento. Pero ni es necesario comprar el libro ni es necesario que sea actual. Las bibliotecas públicas guardan auténticas joyas esperando ávidos lectores. Es el caso de esta novela, publicada por primera vez en 1908.
“Historia de las buenas andanzas y fortunas de Martín Zalacaín el Aventurero”, como se subtitula el libro, es básicamente eso mismo, un libro de aventuras. Aventuras sí, pero en el mundo real de finales del siglo XIX español. El escritor, con un estilo realista, nos sumerge en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), que enfrentó a los carlistas, partidarios del tradicionalismo, la religión católica más ortodoxa y el absolutismo político heredero del Antiguo Régimen, con los gobiernos liberales de la época del Sexenio Revolucionario o Democrático (1868-1874), que pretendían consolidar en España el parlamentarismo político, la libertad de culto, la separación de la Iglesia y el Estado y una educación laica y racionalista. Las guerras carlistas suponen el choque de dos formas de concebir la sociedad y la política de las élites del país, si bien parte del campesinado vasco, navarro y catalán, sobre todo, impulsaron la creación de milicias en defensa de sus ‘bienes comunales’, amenazados por la desamortización propuesta por el liberalismo.
![Zalacaín el aventurero / Pío Baroja / Editorial Vicens Vives](https://elperropaco.es/wp-content/uploads/2022/11/fcfb2e9f99403067011064ab75f19e2b.jpg)
En ese contexto histórico convulso, en tierras vascongadas, a ambos lados de la frontera española y francesa, se moverá nuestro protagonista Martín Zalacaín. Veremos crecer a un zagal de un pueblito inventado por el autor y convertirse en un mozo echao palante al que parece que nada ni nadie puede detener en pos de su sino. El mismo Baroja en la novela, compara a Zalacaín con el Odiseo de Homero, y es que el arquetipo de héroe clásico recorre las venas de Martín Zalacaín. Joven aventurero, audaz, valiente, inquieto. Crece un poco al margen de lo políticamente correcto en su sociedad rural natal, de la mano de su tío Tellagorri, un inadaptado social, amante de la Naturaleza -a su modo-, que sabe ver en el joven sobrino el impulso vital que bulle por sus venas. Zalacaín nos evoca una suerte de meritocracia, en contra de la visión estancada y casi feudal de las familias de rancio abolengo de la comarca, que siguen pensando que su nobiliario nacimiento les otorga privilegios en una sociedad que entienden a sus pies.
La novela, con un lenguaje claro y una prosa directa, fluye de un escenario a otro, hilando la vida de los amigos y enemigos de Martín a lo largo de su intrépida vida. Joven rapaz, amante romántico, excelente pelotari, comerciante y contrabandista. Con su mundo en guerra, Martín Zalacaín también se hará miliciano carlista cuando las cosas del destino así lo determinan, que en las Vascongadas el carlismo gozaba de gran arraigo en el medio rural. No obstante, su pensamiento se sitúa más próximo al liberalismo, aunque alejado de cualquier institucionalidad o participación política. En un mundo en conflicto, en plena guerra civil, Zalacaín y sus compañeros y compañeras de andanzas, deberán forjar su destino a pesar y a veces en contra de las circunstancias.
Nos gusta el ritmo de la novela. Nos gusta la magnífica ambientación del mundo natural del País Vasco y el fiel reflejo de los usos y costumbres del campo. Quizá lo que menos nos ha gustado es la falta de un personaje femenino fuerte, una mujer que se defina por sí misma y no solo en función de su relación con el protagonista.
No se pierdan el excelente partido de pelota en el frontón, frente al jugador apadrinado por Carlos de Ohando, el joven noble local, archienemigo y cuñado de Martín Zalacaín. Dan ganas de ponerse a jalear a pie de pista, ante la emoción del encuentro.
Pío Baroja, un tipo inquieto, incómodo y contradictorio
Pío Baroja es guipuzcoano de nacimiento (San Sebastián, 1872), pero sus vínculos con Madrid son notables y tempranos. Podríamos decir que es uno de los muchos escritores madrileños de adopción. De familia acomodada e inclinaciones liberales, ya con 7 años pasará parte de su infancia en la capital, cuando su familia se traslada por motivos laborales de su padre. La familia Baroja viviría primero en la calle Fuencarral y después en Espíritu Santo. Posteriormente la familia y Pío con ella, se trasladan a Pamplona, para años después volver a Madrid con la madre y sus hermanos. En esta segunda etapa madrileña, la familia reside en un caserón de la calle Misericordia, cercano al Monasterio de las Descalzas Reales.
Pío Baroja estudia bachillerato en el Instituto San Isidro y posteriormente Medicina, primero en Madrid, en la Universidad Central, antecesora de lo que hoy día es la Universidad Complutense, que antaño estaba en lo que hoy es el Instituto Cardenal Cisneros. Sus estudios de medicina los continúa en Valencia, ya que su espíritu crítico choca con varios de sus profesores en la capital. En su etapa universitaria, Pío Baroja comienza a frecuentar los círculos literarios y tertulias de café de la época y empieza a escribir con gran afición. De hecho, sus estudios de medicina no le atraerán tanto como su vena literaria.
![Madrid a Pío Baroja](https://elperropaco.es/wp-content/uploads/2022/11/IMG_20220829_142348-768x1024.jpg)
Inquieto e inconformista como su personaje Zalacaín, Pío Baroja se doctora en Medicina, ejerce como médico rural en Cestona (Guipúzcoa), pero constata que la profesión no es lo suyo y vuelve a Madrid. En la capital nuevamente, comienza a trabajar como responsable de una tahona, Viena Capellanes, y potencia su actividad como escritor, colaborando con periódicos y revistas.
Pero su vida de panadero también llegará a su fin e inicia un periplo de viajes que le llevan a París, Jutlandia en Dinamarca donde practicó senderismo, Tánger, Londres, Roma y distintas ciudades y regiones de Bélgica, Noruega, Países Bajos y Alemania.
Sus ideas políticas evolucionan desde posiciones libertarias en su juventud, que se pueden reflejar en sus novelas “La busca”, “Aurora Roja” y “Malas hierbas”, hasta posiciones cercanas a las dictaduras fascistas de los años 30 en Europa y España, pasando previamente por su participación política en el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. También escribiría en publicaciones liberales y en 1933 fundaría con otros intelectuales españoles la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, que tenía como fin informar sobre la realidad de la ‘construcción del socialismo en la URSS’, superando la distorsión de la propaganda conservadora anticomunista. Como ven, sus ideas políticas tienen grandes contradicciones y no es de extrañar que hoy nadie se atreva a defender determinados planteamientos de Pío Baroja, pues resultó ser un intelectual bastante incómodo para izquierdas y derechas.
Una cosa sí que mantuvo en su planteamiento vital y político a lo largo de su vida: su anticlericalismo. Incluso en la España nacional-católica de la dictadura franquista, Pío Baroja fue enterrado en 1956 en el cementerio civil de Madrid, como ateo, lo que causó gran revuelo entre las élites políticas y culturales del régimen. Sin embargo, su importancia cultural era de tal envergadura que a su entierro acudiría el por entonces ministro de Educación Nacional, Jesús Rubio García-Mina, su ataúd fue porteado entre otros por Camilo José Cela y Ernest Hemingway estuvo presente en su último adiós.
Junto al Parque del Retiro de Madrid se erige la estatua de homenaje del pueblo de Madrid al escritor donostiarra, cerca de su último domicilio en la calle Ruiz de Alarcón, número 12. No era raro ver pasear a Pío Baroja en el Madrid de los años 50 por el Retiro. Sus novelas rebosan de un realismo social que radiografía la sociedad de su época y su talento literario no está en absoluto reñido con lo contradictorio de su pensamiento político, que por otro lado terminó con un deje de escepticismo. Un ejemplo de lo que estamos exponiendo es que si durante la guerra civil algunos sectores falangistas lo enaltecían, durante la posguerra no pudo publicar su novela “Miserias de la guerra” por la censura franquista.
Pío Baroja murió a la edad de 84 años en Madrid. Curiosamente, su personaje Zalacaín casi provoca su fusilamiento durante la guerra civil, cuando fue detenido por requetés carlistas en julio del 36. Los carlistas solo lo liberaron por la mediación del duque de la Torre, Carlos Martínez de Campos y Serrano. Posteriormente pasaría parte de la guerra fratricida exiliado en París. Zalacaín, poco amigo de los nobles y menos aún de los carlistas, posiblemente provocó el arresto de su autor por parte de los requetés tradicionalistas de boina roja, pero sería precisamente un noble quien le salvaría el pellejo de la cárcel y quizá de su posterior ejecución. Otra contradicción más a sumar a una gran pluma, que recomendamos leer, esto sí, sin ningún lugar a dudas.
.
Javier Prieto Sancho, un poco ratón de biblioteca
.
Conoce las actividades que se han organizado en Madrid para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Pío Baroja.
![Baroja por Madrid - Ayuntamiento de Madrid](https://elperropaco.es/wp-content/uploads/2022/11/Baroja-por-Madrid-Ayuntamiento-de-Madrid.jpeg)
Excelente y documentado artículo,me ha hecho conocer facetas desconocidas de uno de nuestros grandes literatos.
Gracias por leernos y comentar, Fernando. Tenemos muy buenas plumas y potenciar su conocimiento y la lectura nunca está de más. Los libros son un tesoro al alcance de todos.