Muchas personas circunscriben la actividad hortícola a los meses de primavera y verano. Nada más lejos de la realidad del campo. Otoño e invierno también tienen sus labores hortelanas y de hecho hay cultivos que sembraremos en estas fechas para cosecharlos el próximo verano. Cultivos de ciclo largo, exigentes en nutrientes y con un crecimiento pausado, que pueden estar en la tierra 7 u 8 meses hasta que recojamos el fruto de nuestros sudores.
Con las primeras lluvias otoñales y las noches cada vez más largas, los riegos dejan de ser necesarios. El agua de lluvias, las neblinas matutinas del valle y el rocío de la vega al amanecer dan un respiro al hortelano, que lleva meses regando cada semana sus cultivos para que aguantaran el caluroso verano. La bajada de temperaturas, que sobre todo se nota al alba y más en la vega por la proximidad del río, también provoca que los ritmos de crecimiento vegetativo se ralenticen. Nuestros cultivos crecen de forma más pausada, pero también aparecen menos hierbas adventicias y por tanto las labores de escarda con la azada disminuyen. Otro alivio para nuestras lumbares.
¿Si no regamos ni escardamos qué hacemos ahora en la huerta?
Pues preparamos tierra que teníamos en barbecho para próximos cultivos, sembramos, plantamos para la próxima primavera y verano, mientras seguimos cosechando los últimos frutos de la huerta del presente estío: acelgas, lechugas, escarolas, tomates, pimientos, berenjenas, repollos, brócolis… Además, los nogales de la linde de la tierra nos regalan sus nueces, que almacenaremos como hacen las ardillas, para comerlas durante el resto del invierno y del año.
Plantamos coles que nos comeremos en primavera. Sembramos ajos, que cosecharemos en verano, y habas, que llegarán en primavera.
La siembra del ajo por estas tierras se hace entre octubre y enero. “Ajo que pasa de enero, ajo que pierde el ajero”, dicen los lugareños, como ya sabéis si sois lectores habituales de nuestra Huerta de Rocío. Para la siembra hemos comprado ajo morado a un agricultor profesional de Morata de Tajuña, donde varias familias se dedican al negocio del ajo, cultivando varias hectáreas, almacenándolo en cámaras frigoríficas y repartiéndolo a Mercamadrid a lo largo del año. Otra liga diferente a la nuestra, ya os suponéis.
Desgranamos los ajos y diente a diente, los enterramos a 10 cm. de distancia uno de otro, aproximadamente. Por cada diente, obtendremos una cabeza de ajo el próximo verano, si hacemos bien nuestra labor de hortelanos, claro.
Antes de sembrar o plantar nada habremos preparado la tierra para el cultivo. Preparar la tierra para el cultivo, sin tractor, es una tarea que fortalece nuestro cuerpo. Laya u horquillo, azada y posteriormente motoazada son las herramientas y maquinaria que utilizamos.
Con la laya cavamos y aireamos el terreno. Levantamos la capa superficial, de unos 30 cm. de profundidad, que es donde se acumula la tierra más fértil y donde necesitamos tierra aireada y suelta para que las raíces de las jóvenes plantas se desarrollen sin problemas en su primera fase. La azada la hemos utilizado para limpiar de broza el paño, el terreno que vamos a cultivar, si es que previamente lo teníamos descansando en barbecho, dejando que crecieran las hierbas y plantas silvestres. Las plantas adventicias, con sus raíces, nos recuperan nutrientes de las capas más profundas, además de proteger nuestra tierra de la erosión del viento, la lluvia y las altas temperaturas. Por eso no hablamos de malas hierbas, porque todo en la huerta, en su momento oportuno y en el lugar adecuado cumple una función necesaria para tener un suelo vivo.
Finalmente con la motoazada trituramos los terrones y dejamos la tierra lista, suelta y esponjosa, para la siembra o plantación. Posteriormente volvemos con la azada para levantar lomos donde crecerán nuestros cultivos. Preparar tierra artesanalmente, como veis, es un trabajo físico que sustituye a la perfección unas cuantas sesiones de gimnasio. Nuestro particular agrogym.
Con los ajos ya sembrados, nos relajamos un poco a esperar las lluvias, pues nada más tendremos que hacer en este cultivo hasta que germinen y vayan creciendo las nuevas plantas de ajo. El cultivo de ajo nos autoabastece de un alimento fundamental en nuestra cocina para todo el año y además nos suele ofrecer un excedente que regalamos o vendemos entre casas amigas para sufragar los gastos de la huerta.
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Javier Prieto Sancho, aprendiz de horticultor
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Interesante e instrictivo,sobre todo para la gente más joven que en si mayoría no tienen mucha idea de estas cosas.
Sí, la verdad es que vivimos de espaldas al campo. Gracias por tus comentarios, Fernando.
Siempre se aprende algo en tus crónicas. Desconocía el vocablo laya😁
Hay mucho conocimiento en el campo, pero está muy infravalorado. La cultura campesina tiene el estigma de «paleta» e inculta, pero eso es una visión muy sesgada.
Gracias por leernos, Iván.
Me declaro una ignorante de la agricultura. Muy interesante, de verdad.
Todos somos ignorantes de algo. Lo que cuenta es tener el espíritu de aprender. Gracias por pasarte por la revista y comentar, Susana.