Primeros de febrero. Un otoño lluvioso y un invierno gélido, típicos del clima castellano de Madrid, han hecho aparecer las nieves en las cumbres altas de la Sierra de Guadarrama. La zagalería del grupo está deseando pisar nieve en la montaña. Salimos a buscar el manto blanco bajo nuestras botas.
Llegamos a Miraflores de la Sierra. Aparcamos junto al Embalse de Miraflores. Dos grados marca el termómetro, así que sin preámbulos comenzamos nuestra ruta para entrar en calor. Botas de caña alta, para evitar esguinces, y bastones desde el inicio para que nuestros brazos nos ayuden a subir. Nos proponemos ascender al Puerto de la Morcuera y desde allí al Pico de la Najarra (2.120 m). Algo más de 800 metros de desnivel y unos 10 kilómetros de caminata.
Pronto nos encontramos los primeros neveros. El sol de invierno ha derretido la capa superficial de nieve y nos topamos con placas de hielo. Lo ideal sería hacer la ruta con crampones, pero nosotros no hemos traído, así que habrá que extremar las precauciones para evitar resbalones.
Dejamos atrás los últimos prados de Miraflores y nos adentramos en un tupido robledal. Al haber muchos juntos, los árboles se espigan hacia arriba buscando la luz solar. Ahora pasan los meses fríos de la serranía en su letargo invernal, como antaño hiciera la osa del escudo de Madrid. No hemos salido de la sombra de las ramas peladas de los melojos, cuando la techumbre pasa de robles a pinos bermejos. Nuestras botas van pisando tierra, barro, nieve y hielo. En medio del pinar nos encontramos con un vivac, que útil puede ser para pasar una tormenta no prevista o para hacer noche. Llegamos al refugio de montaña del Puerto de la Morcuera (1.776 m). La mitad de la ascensión ya está hecha. Almorzamos algo para reponer fuerzas y seguimos en pos de la cima de la montaña.
Pasada La Morcuera el paisaje cambia y los árboles desaparecen. El cervuno (Nardus stricta) aguanta el invierno aletargado y reseco ante la falta de lluvias y las bajas temperaturas. Con los deshielos y las lluvias que traerá la primavera, esta gramínea herbácea volverá a tapizar de verde y flores las lomas peladas de la Morcuera. La nieve se hace cada vez más presente, cubriendo bajo su manto los piornos, que ahora resisten para brotar amarillos en primavera. La subida se hace lenta, pues las placas de hielo obligan a ir con cuidado en cada paso.
Como en el ciclismo, las rampas de la montaña evalúan a la perfección las fuerzas de cada cual y establecen un orden riguroso. El grupo se deshilacha y se divide en dos en los últimos cientos de metros de ascensión. El joven Unai corona y al rato todos nos reunimos en lo alto. Llega también un veterano corredor de alta montaña y aprovechamos para sacarnos una foto en la que estemos todos. Tanto él como nosotros creemos estar en la Najarra. Pero el GPS de Iván nos saca de nuestro error. Nos hemos pasado de montaña, hemos subido a la Loma de Bailanderos (2.133 m). Nos hemos ido más lejos y hemos subido más alto. Al final la ruta va a ser de 18 km.
Mientras bajamos deshaciendo nuestro camino, se me viene a la cabeza el navegante genovés que creía haber llegado a unas islas cercanas a Cipango y Catay, los actuales Japón y China. Colón, que así se hacía llamar ese capitán, no tenía GPS y aunque la evidencia de futuras expediciones parecía confirmar que había descubierto un nuevo continente, para los europeos claro, el almirante murió presa de su error. Nosotros, los colonos de la Loma de Bailanderos, nos volvemos a casa cansados y con una buena excusa para volver a intentar la subida al Pico de la Najarra. Pero eso será otro día.
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Javier Prieto Sancho
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Gracias por compartir vuestra aventura por la sierra cubierta de nieve con quienes en este momento no podemos llegar ni tan lejos ni tan alto.
Un abrazo
A ti por leernos, Carmen.
Muy buena combinación naturaleza y ejercicio,todo acompañado de Buenos paisajes.
Así es. El senderismo es una actividad deportiva muy bonita, Fernando. Y que se adapta bien a muchos perfiles de personas: jóvenes, mayores, más osados, más tranquilos… Cada cual puede encontrar su camino.
El final de la narración es digna de una historia épica. Gracias por compartir la aventura.
Je, je… Las aventurillas son la salsa de la vida. Gracias a ti por leernos y comentar, Susana.