Cigüeñas de la Sierra Oeste

Las cigüeñas ya no son dueñas de su destino

Crónicas de media distancia

Azulado cielo, sol de invierno
Levantas el vuelo entre las ruinas de la humanidad
Blanco y negro como tu plumaje
Leales a un lugar donde anidar
Migrantes sin permiso
Crotorean en tus pasos al caminar
Dame una casa en ruinas, un paraje salvaje y un lugar en los cielos
Y construiré un hogar majestuoso al que admirar

Vivimos tiempos de incertidumbre -me dijo madre desde lo alto de la torreta eléctrica-. Los tiempos están cambiando y toca adaptarnos a lo incontrolable -continuó con su verborrea de cigüeña adulta-. Antes de que tú nacieras y cada final del verano, migrábamos miles de kilómetros hacia el sur para pasar el invierno. Ahora el frío ya no es tan frío, tan poquito, que algunas migran más al norte y el calor del sur es tan extremo que nos quema las plumas. Ya no merece la pena que las adultas corramos riesgos para migrar tan lejos en busca de comida durante el invierno, estamos cansadas de tanto volar y tenemos los deshechos de los humanos para alimentarnos durante todo el año.

– Ya madre, esa es tu realidad, pero no la mía, yo voy a migrar al Sahel, necesito saber de dónde vengo, no puedo convertirme al sedentarismo siendo tan joven.

-Te entiendo, tu lugar no está aquí, tu instinto te invita a volar lejos del nido, padre estará orgulloso de ti – crotoreó entrechocando sus mandíbulas.  

– Estoy cansada de este lugar, no hay nada motivador, nada que me haga experimentar algo nuevo, me he mimetizado tanto con el entorno que ya nada me sorprende. El vertedero, sus gusanos, insectos y roedores. Necesito invernar al sur y volver como cigüeña adulta y nómada.

Desde lo alto de la torreta / Rafa Ramos Claudio

El cambio climático y la acción humana acortan las rutas migratorias de las cigüeñas blancas. Sus poblaciones se sitúan en torno a vertederos de grandes ciudades y al acabar el verano un 80% de estas aves decide estabilizarse en un lugar concreto como podría ser Peralejo, un pueblo de la Sierra Oeste madrileña con más restaurantes que casas, y que suele triplicar su población cada fin de semana.

Alrededor de 36.200 ejemplares se concentran actualmente en nuestro país, y es que aquello de por San Blas la cigüeña verás ha quedado obsoleto debido a los cambios y a la inestimable capacidad del ser humano de modificar el entorno y sus habitantes. Convirtiendo en vecinos a los que no lo eran para bien o para mal.

Los cambios generan cambios, pero quién, cómo y por qué se generan, a voluntad de qué o de quién. Las personas que usamos el Media Distancia somos testigos del cambio que vamos viendo y sintiendo en cada viaje. Aún así, hay que hacer un esfuerzo y abrir bien los ojos, levantarlos del móvil y mirar a nuestro alrededor. Cuando empecé a tomar el tren, todos los vagones eran silenciosos y el silencio era inversamente proporcional al escaso número de viajeros que allí dormitaba. La inflación generó un cambio y el aumento del costo de la vida hizo posible que cientos de viajeros aparcaran el carro contaminante por el transporte público, pero siempre les mismes y en su gran mayoría: las pobres, las jóvenes, los ecologistas o bioguays y los miedosos del pueblo.

Las cigüeñas no son dueñas de su destino y ya sabemos quién se lo va marcando y al parecer los seres humanos no andamos muy lejos del servilismo que nos atraviesa. Hemos apostado por el vehículo privado en un mundo donde la rapidez no deja espacio a la paciencia y donde nos cuesta imaginar mundos posibles que no nos vengan dados.

Mientras sigamos viviendo en pueblos aislados supeditados al vehículo privado seguirán existiendo resistencias como ¡Cercanías Ya! y Zarzatransporte, un grupo organizado de vecinas y vecinos que se organizan para restringir el uso del coche sin perder el tren de la vida.  

.

Rafa Ramos Claudio

.

Levantas el vuelo entre las ruinas de la humanidad / RRC

¡Sigue al Perro Paco!

¡No hacemos spam! Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

2 Replies to “Las cigüeñas ya no son dueñas de su destino”

  1. Pues sí, el progresivo sedentarismo de la cigüeña blanca en estas tierras es un bioindicador claro del calentamiento global. Otro más. Me decía un amigo hace unos años que lamentablemente alimentarse de los vertederos humanos no sale gratis. Según un estudio realizado en la población de cigüeñas de Rivas, cerca de Valdemingómez, la mayoría de las aves muertas presentaban altos porcentajes de metales pesados en su cuerpo. Las cigüeñas habían vivido cómodamente envenenándose. Así cambiamos la Naturaleza los humanos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *