Hoy les traigo una imagen de la plaza de Ópera, como es conocida por la mayoría de la gente en Madrid a pesar de que su verdadero nombre recuerde a la reina Isabel II, derrocada en la revolución de 1868, llamada ‘La Gloriosa’.
Cualquier paseo por el centro de Madrid acabará encontrando esta plaza, especialmente si toman el camino desde la Puerta del Sol hacia el entorno del Palacio Real y los jardines de la Plaza de Oriente. Así, un breve caminar por la calle Arenal, peatonal, comunicará Sol con Ópera para, desde aquí, poder acercarse al palacio o bien subir hacia el barrio de Santiago, que a este perro le gusta particularmente.
La plaza de Ópera toma su nombre oficioso de la presencia en la plaza de la estación de metro del mismo nombre y, claro, del Teatro Real, palacio de la ópera en Madrid desde los pioneros tiempos de actuaciones en la zona de aquellos italianos de la Compañía de los Trufaldines.
Hasta comienzos del siglo XIX, era una barrancada, así la cita Répide, es decir, un barranco, una zona de brusco desnivel, como atestigua todavía la entrada en la plaza por la calle de la Escalinata. Fue llamada primero plaza de los Caños del Peral y llevó durante algún tiempo, a raíz de la revolución referida de 1868, también llamada de Septiembre, el nombre del General Prim. Durante la II República fue renombrada en honor del capitán Fermín Galán, que participara en levantamientos republicanos contra Primo de Rivera y Alfonso XIII antes de ser, finalmente, fusilado en 1930, al fracasar la sublevación de Jaca. Con el inicio de la dictadura franquista, la plaza volvió a llevar el nombre de la reina borbónica.
La última reforma de la plaza, terminada en 2011 con Alberto Ruiz-Gallardón (PP) como alcalde, profundizó en la tendencia habitual de los proyectos arquitectónicos sobre el espacio público que impulsan nuestros gobernantes municipales, especialmente en las plazas. Esta tendencia consiste en habilitar -para ofrecer después- amplios espacios diáfanos sobre suelo de granito para servir a todo tipo de eventos y mercadillos. La ciudad como soporte de una gran feria continuada. Las plazas en alquiler, diseñadas para convertirse en privilegiados stands publicitarios y/o lucrativos con los que recaudar perras (con perdón de mis congéneres) y, en su ausencia, facilitar la circulación rápida del personal. En esa reforma fueron eliminados los parterres que le daban cierto verdor y amabilidad al conjunto. Pero ya saben, en este inicio de milenio, en Madrid mandan Don Granito y Don Hormigón.
En la perspectiva que nos ofrece esta fotografía se pueden ver -o intuir-, al fondo, las desembocaduras de las citadas calle del Arenal y de la Escalinata. En el lateral de la imagen se deja ver la estatua que recuerda a la reina de los tristes destinos.
La fotografía está tomada durante los últimos coletazos del pasado invierno, en una de esas mañanas de sábado en las que, pese a que el frío se hace notar, es posible para un perro sentarse en el suelo y adormilarse recibiendo los ricos rayos del sol de invierno.
Seguro que volveré a husmear por la plaza de Ópera de Madrid…
Les saluda el Perro Paco
¡Guau, guau!
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El Perro Paco
Ni parterres con rosales ni árboles que den sombra ni bancos para leer relajadamente El Perro Paco. Un urbanismo funcional al servicio del negocio circundante y no del paseante.
Me ha gustado el recorrido histórico de la plaza, Paco. Gracias y guau.
Muchas gracias, Sancho, ¡me alegro!
Gracias por leernos y por compartir tus reflexiones
¡Guau, guau!