«No tuve tiempo de ser la musa de nadie, estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser artista»
Y lo consiguió.
Desde el día 11 de febrero hasta el próximo 7 de mayo, en la sala Recoletos de la Fundación Mapfre, en Madrid, se puede visitar, por primera vez en España, “Revelación”, una extensa -188 obras- exposición sobre la obra de Leonora Carrington, pintora, escultora y también escritora.

Había nacido en Reino Unido en 1917 y murió en Ciudad de México en 2011. Pertenecía a una familia adinerada, su padre despótico y tiránico y su madre una irlandesa muy aficionada a los cuentos fantásticos. Leonora en el fondo de su corazón nunca se consideró parte de esa familia.
Fue expulsada de varios colegios que pretendían convertirla en una señorita que fuera acorde con su clase social y nunca lo consiguieron. Su decisión de dedicarse a la pintura no fue bien acogida, su padre intentó por todos los medios disuadirla.
No pretendo contar su vida, que está al alcance de cualquiera, sólo unas pinceladas que nos muestren hechos que se reflejan en su pintura.
Sus etapas felices cuando se encontró con Max Ernst en 1937, con el que vivió un gran amor. De estos primeros tiempos son sus cuadros alusivos a su infancia y también algunos que muestran una crítica a las costumbres inglesas de las clases altas y a su hipocresía.
Abundan los animales mágicos, con un caballo blanco siempre en el centro, con el que Leonora se sentía muy identificada, cada vez más tenue la frontera entre lo humano y lo animal…
Corren tiempos difíciles en Europa, ellos viven en Francia, en Saint-Martin d’Ardèche, y allí, Ernst, alemán de nacimiento, es detenido.
Leonora huye a España, donde piensa conseguir un visado para Ernst, pero las cosas no salen como esperaba. En Madrid es víctima de una violación grupal, por parte de un grupo de requetés, y se desencadena en ella una crisis psicótica, por lo que siguiendo las órdenes de su padre es recluida en un manicomio en Santander para pacientes de las clases altas europeas. Tiene 23 años. Allí es sometida a unos agresivos tratamientos que rayaban en la tortura.
Otros pintores surrealistas imaginaban la locura y el sueño, pero Leonora lo había experimentado en carne propia. Al final, y ayudada por buenos amigos, en 1941 llega a México. Allí se curó de sus heridas y renació. Realmente creo que México es el lugar donde mejor podía vivir, con sus tradiciones, su colorido, su mundo mágico también…

Sus cuadros me recuerdan mucho a El Bosco, que Leonora había conocido en el Museo del Prado y también a Bruegel, ese mundo repleto de seres quiméricos, autorretratos a través de hienas, árboles y caballos, magia, simbolismo….
Realmente es una exposición muy recomendable, aunque una sola visita se queda corta, ya que sus cuadros están llenos de detalles, que hay que poder ver con el tiempo suficiente.
También hay alguna fotografía, algunos objetos que construyó, como la cuna en forma de barco para el hijo de Katy Horma, fotógrafa húngara afincada en México con la que hizo gran amistad.
El precio son cinco euros si no perteneces a ningún grupo con derecho a descuento, que entonces solamente son tres, eso sin contar con audioguías que lógicamente son optativas. Hay que reservar hora.
En 2011, la escritora nacida en París, pero nacionalizada mexicana Elena Poniatowksa publicó el libro «Leonora», un retrato de una mujer especial y seguramente la más importante pintora surrealista. «Leonora» ganó el premio Biblioteca Breve 2011 de Seix Barral.
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Irene Paz
Fotografías: Carmen Sanfiz e Irene Paz