Contraindicaciones de la alta tecnología

Hace unos días estuve en uno de esos parques de bolas infantiles. Son sitios que, vistos desde la perspectiva de alguien que no tiene hijos, pueden parecer poco apetecibles, donde se respira un aire cargado, mezcla de sudor y virus infantiles a medio cocinar. Pero para un padre es un sitio donde soltar unas fieras repletas de energía y recoger mansos corderitos listos para un baño caliente y un largo sueño. Además, permiten disfrutar de lo que ocurre a través de un cristal que amortigua el sonido histérico de decenas de niños que corren en todas direcciones, subiendo y bajando por los toboganes, empujándose y, en definitiva, pasándoselo en grande. Aunque también ocurren cosas que no pasan desapercibidas, que dejan a quien las ve un regusto rancio y que dan bastante miedo.

Miedo en el parque de bolas
En el parque de bolas

En un rincón de dicho parque, dentro de una especie de caja gigante repleta de bolas de plástico de colores y donde la altura del techo hace que un adulto tenga que entrar encorvado, vi a una señora haciendo unas fotos a su hija de unos tres años. Dicha señora tiraba de un brazo de la cría, dejándola suspendida en el aire como si fuera un pelele, e iba de un lado a otro de la piscina de bolas poniéndola en distintas posiciones. La cara de la niña era de pura resignación y parecía acostumbrada a ese ritual, mientras que la madre aparentaba estar realizando una tarea más, igual que cambiarle el pañal o sonarle los mocos. Estuvo una media hora sacandole fotos con un teléfono de última generación en distintas posturas: haciendo que jugaba con las bolas, tumbada, sentada en un escalón… hasta que quedó medianamente satisfecha con el resultado.

Cuál no sería mi sorpresa cuando vi a mi lado al padre de la criatura, cerveza en mano y repanchingado en una de esas sillas de plástico que tienen en el respaldo impreso el logo de Mahou. Estaba viendo las fotos que iba mandando la madre a través de whatsapp a la vez que alternaba con otras aplicaciones de su teléfono último modelo. Y yo pensaba en las redes de fibra óptica, la energía, las antenas, los materiales, los satélites, el desarrollo de los programas, las cámaras con lentes microscópicas, los circuitos, la ingeniería de desarrollo… una tecnología con la potencia de enviar cien hombres al espacio y con una capacidad de simplificación de manejo tal, que es capaz de ponerse al servicio de la tarea más absurda e inútil, manejada con desgana por un tipo rascándose la barriga en un bar.

Después pensé en lo que podría hacer (y a veces hace) la gente con tiempo y dedicación con esta tecnología e, inmediatamente después, en su potencial de devastación en manos de alguien despreciable y con una ambición desmedida. Cuando mi cabeza ya estaba llegando a EE.UU., Putin, el cambio climático y la desinformación, apareció mi hijo pidiendo que mirase cómo se tiraba por un tobogán gigante.

Y lo hice, a la vez que sacaba mi teléfono del bolsillo para hacerle una foto.

.

Jorge Burbano Pita

¡Sigue al Perro Paco!

¡No hacemos spam! Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

2 Replies to “Contraindicaciones de la alta tecnología”

  1. ¡Ja, ja, ja! Sabia reflexión… También tiene sus cosas buenas, como leer tu artículo en El Perro Paco y reflexionar sobre el uso desmedido que hacemos del móvil, je je.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *