Postales de mi memoria
Ya hemos dejado atrás las fiestas de San Isidro, patrón de Madrid y de los labradores, y me he quedado yo con ganas de dedicarle al santo un chotis, uno de los más conocidos y castizos: «¡Ay, Cipriano!».
Su autor es Juan Martínez Abades, madrileño de Gijón que aunque su verdadera profesión era la de pintor, también escribió bastantes canciones. Entre ellas este chotis, que se estrenó en el año 1919.
La letra no tiene muchas vueltas, es una escena costumbrista de los primeros años del siglo XX, de una pareja que acude a bailar al madrileño parque de La Bombilla (la otra noche bailando en La Bombi…). Cipriano, el novio, es cajista de imprenta, de lo que presume la novia, que es quien relata la escena. El de cajista era un oficio cuyo cometido era componer los moldes con las letras e ilustraciones que luego se iban a imprimir, un oficio muy chulesco. La novia habla con admiración de Cipriano, sin ocultar que el chico le gusta, pero dejando claro que no por eso va a dejar que Cipriano se propase, como intenta el muy ladrón por efecto del baile o del Valdepeñas.
Ay Cipriano, Cipriano, Cipriano
no bajes más la mano
no seas exagerao’
Si no bailas con más comedimiento
al primer movimiento
te la has ganao’…
Los bailes públicos por así llamarlos han ido cambiando según la época. En la de mis abuelos se acudía en verano a lugares como La Bombi, parques en los que había merenderos y también sonaban los chotis y los cuplés propios de aquellos tiempos. Allí precisamente, en el parque de La Bombilla, celebraron mis abuelos maternos, Sebastián y Paula, su boda, algo sencillito, un brindis y poco más. Eran los primeros años del siglo XX, en torno a 1916, eran trabajadores y el ‘parné’ nunca ha sido chicle… por lo de no estirarse digo…
El chotis «¡Ay, Cipriano!» ha sido cantado por muchas intérpretes, pero yo me voy a quedar con la versión de Olga Ramos, madrileña de Badajoz. Olga Ramos era una mujer que le añadía la picardía típica que hay que poner en el chotis o en el cuplé, pero al mismo tiempo tenía una finura que hacía que no resultara ordinaria. Ella se dedicó a la música, concretamente al violín, durante muchos años, en esas orquestas de señoritas que amenizaban los cafés de postín, como por ejemplo El Universal en la Puerta del Sol. Con el tiempo se quedó con un local en la calle de La Palma que llevó el nombre de «Las noches del cuplé», donde actuó en vivo todas las noches. Este local cerró en 1999.
Me gustan otros muchos, pero este chotis siempre me ha hecho especialmente gracia y por eso lo he elegido. En nuestro primer aniversario de boda fuimos precisamente a celebrarlo a «Las noches del cuplé» y Olga Ramos cantó «¡Ay, Cipriano!». Cantó esa y cantó un montón más, claro. Yo tengo además el disco porque lo compramos y nos lo dedicó.
En fin, estas historias pueden sonar como trasnochadas o desfasadas, pero no dejan de formar parte de la historia de Madrid y también de todos esos madrileños de adopción, como Abades o como Olga Ramos, a quienes también quiero hacer este pequeño homenaje.
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Irene Paz
Todos los lunes abro el correo esperando leer las andanzas de nuestro Perro favorito…
No me decepcionais, sois inteligentes, agudos, fieles a la realidad y a la vez amenos.
Seguir así, y parafraseando la frase que está tan de moda….un buen bálsamo para nuestra Salud Mental.
Mil gracias
Muchas gracias, M. Carmen!!