Rodrigo Martín es periodista y fundador de El Cadillac Negro y se estrena así como acompañante del Perro Paco.
1987. Tenía 8 años, entonces, cuando compré mi primer disco de Pet Shop Boys. «Actually» fue el segundo vinilo que mi hermano y yo compramos tras «The Final Countdown» de Europe. 8 años. Los mismos que mis hijos actualmente. Mis hijos tienen ahora, a través de Spotify, YouTube, etc., acceso inmediato y gratuito a prácticamente toda la música que se ha publicado, se publica y se publicará. Pero en 1987, más allá de lo que escucharas en las radio fórmulas y vieras en los programas de videoclips de la tele, toda la música que atesorabas era la que te comprabas. Y la que te pirateabas en cinta, aunque para eso dependías de lo que comprara alguien de tu entorno, que tampoco era mucho. Así que cuando te hacías con un disco lo escuchabas hasta prácticamente quemarlo. De principio a fin, sin saltarte nada, en bucle. Imposible saber cuántas veces habré escuchado «Actually», pero sí sé que es uno de los discos esenciales de mi vida. Top 10, seguro. Top 5, muy probablemente.
Un año después llegó «Introspective», con sus 6 canciones de 8 ó 9 minutazos, y me siguió flipando, algo que sería impensable hoy en día en la era de Spotify. “Behaviour» también lo compramos y lo disfruté, pero ya no tanto. Lo he acabado apreciando mucho más con los años. Y llegaron los 90, a mí me fue conquistando cada vez más el rock con guitarras y ellos entraron en su fase más ‘mamarracha’ (no quiero que suene ahora muy despectivo, pero entendedme), así que fui perdiendo mi interés por los Chicos de la Tienda de Mascotas.
Pero hace ya unos cuantos años me reencontré y reconcilié con ellos, y fue entonces cuando supe que quería, que necesitaba ir a un concierto suyo. Mis amigos de elcadillacnegro.com saben lo intenso y pesado que me he puesto estos años con el tema. Y anoche por fin se cumplió. El concierto que ahora mismo más ansiaba, mi última gran deuda pendiente. Gratis (regalito del Primavera Sound), en el Metropolitano (al final lo acabaron montando a las puertas), y en una gira en la que por primera vez en 40 años se han decidido a tocar todos sus grandes éxitos (o casi todos). Demasiado perfecto para ser verdad. Y al final la maldita lluvia casi lo impide. De hecho, fue constante hasta dos minutos antes de que empezara el concierto. Y qué concierto. Sonido a ratos mejorable pero qué concierto. Tampoco puedo ser objetivo. Era el concierto que llevaba 36 años esperando.
Demasiadas emociones, piel de gallina en muchos momentos, repertorio casi impecable (imposible no echar en falta alguna), visualmente precioso, espectacular, buen ambiente, inmejorable compañía… La única pena, una gran y enorme pena, es no haberlo podido disfrutar también con la persona con la que se inició todo esto. Qué bonito podría haber sido. Pero hasta eso cuadra. Hace unos días leía en Jenesaispop una definición bastante exacta del espíritu Pet Shop Boys: «euforia y melancolía, baile y reflexión, todo a la vez«. Sí. Anoche por fin vi a los Pet Shop Boys. Los F**king Pet Shop Boys. Mi última gran deuda pendiente por fin saldada.
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Rodrigo Martín