La nariz de un veterano militante
Nuevo comentario político, esta vez con mirada nacional, de nuestro amigo y colaborador Pedro Crespo Rubio, militante desde hace décadas de luchas políticas, vecinales y sindicales, desde su Carabanchel.
Sí, puede ser la última oportunidad en unos cuantos años. Para los virtuales votantes de la izquierda real (no la socialdemocracia), y también para sus dirigentes. Si las derechas ganan las elecciones generales del 23-J, pueden destrozar los avances de estos últimos años en lo político, en lo económico y en lo social; avances no del ‘sanchismo’, sino de un gobierno de coalición, que con sus errores y dificultades, considerado globalmente, ha funcionado.
Tiemblo cuando pienso qué habría ocurrido en este país si hubieran gobernado las derechas que andan por aquí: con la pandemia; la inflación, con las grandes industrias forrándose y culpables en buena medida por sus excesivos beneficios, según ya se reconoce públicamente por la OCDE* (no con tintes rojos precisamente); el volcán; la situación de crisis económica heredada del gobierno de Rajoy; la tormenta llamada Filomena; la guerra de Ucrania, etc.
Quienes votan, o se supone que deberían hacerlo, a la verdadera izquierda, no pueden quedarse en casa una vez más. No se puede dejar el camino libre a las derechas que comparten tanto con quienes, en el mejor de los casos, se quedan las plusvalías del trabajo de una mayoría. Abstenerse es casi dar un voto a esas derechas, y votarlos, una anomalía total. No se puede ayudar a quienes nos machacan y facilitan el camino para que los poderosos lo hagan más aún.
Además hay razones más que suficientes para huir de esos partidos de la derecha española, que nada tienen que ver con la derecha civilizada europea. Los de aquí están manchados de corrupción, a nivel estatal y a nivel regional. Eludo volver a hablar de Gürtel, Bárcenas, Púnica, Lezo, Castellón, Diputación de Pontevedra, etc., sobradamente conocidas. Me limitaré a lo más reciente, como es el voto en contra en Europa, tanto del PP como de Vox, de un proyecto de ley de la Comisión Europea tratando de proteger de la explotación laboral, el trabajo infantil y las actividades que dañen al medio ambiente. O en Madrid, donde su presidenta, Sra. Ayuso, al día siguiente de las elecciones autonómicas y municipales, anuncia una subida del 12,7% en las comidas de los centros escolares, algo que ya tenía decidido antes de la votación y exigió que no se hiciera público hasta después de dichas elecciones. Esta actitud está muy en línea con la de varios de sus antecesores: Esperanza Aguirre, Ignacio González, Francisco Granados, Prada, López Viejo y algunos y algunas más, varios de los cuales siguen envueltos en largos procesos penales, e incluso con algún caso de prisión incluida.
Pero hay más razones para no votarlos. En España se puede dar por finalizado el bipartidismo, y Feijóo, caso de ganar, pactaría con la ultraderecha de Vox, como ya ha hecho en Castilla y León . Pero es que, además, ya anuncia, con descaro, que derogaría leyes progresistas que significan avances, como la Ley de Memoria Democrática y la Ley Trans, y revisaría otras como la de Educación, la de la Eutanasia y algunas más. Y también que eliminaría el Ministerio de Igualdad y el de Consumo; agruparía Educación, Cultura, Universidades y no sé cuántas cosas más.
Las diferencias entre lo conseguido con el gobierno de coalición progresista (reforma laboral, incremento del salario mínimo, subida de un 8,5 % de las pensiones, más contratos fijos y menos temporales, reducción del paro, avances en igualdad, Ley de vivienda, impuesto especial a las grandes industrias y a los bancos, etc.) y lo que hizo el último gobierno del PP (bajada de impuestos a los que más ganan, restricciones a la libertad como es la Ley ‘Mordaza’, subida de un 0,25 % de las pensiones…) parecen notables. Quizás se podía haber hecho algo más y antes, pero parece que no es mal balance. Por tanto, el voto de los trabajadores, parados, mujeres, pensionistas y jóvenes debería estar claro.
Pero es que para los dirigentes de la izquierda también puede ser la última oportunidad, si no son capaces de olvidarse de su interés por servir al país y a los ciudadanos desde donde tengan más capacidad, como suelen justificar algunos/as políticos/as cuando se cambian de partido u organización para ir en una lista de candidatos, y más aún de probables intereses personales poco justificables, y lograr un acuerdo para comparecer a las elecciones del 23-J con una sola sigla. No es justificable, en modo alguno, que vayan a la papelera miles de votos de personas que aún confían en la izquierda real. Si alguna organización de esta izquierda real de la que se viene hablando queda fuera de la sigla unitaria, sus dirigentes deberían dimitir pues ya se les ha dado demasiado margen de confianza, han fallado y ya hemos visto los resultados electorales del 28 de mayo.
Me cuesta, pero quiero ser optimista y creer que habrá acuerdo y también respuesta positiva por parte de la ciudadanía a la que me vengo refiriendo.
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Madrid, junio de 2023
Pedro Crespo Rubio
Fotografía: Alejandro Prieto (archivo)
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*OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Y antes o después de las elecciones sería bueno que esa misma ciudadanía progresista asumiera la gestión de sus intereses participando en sindicatos, asociaciones de vecinos y otros colectivos sociales. De esta manera la izquierda real avanzaría independientemente de la lucha de egos que algunos de sus dirigentes políticos gustan representar.
Gracias por tu reflexión, camarada Pedro.