Los pisos naranjas del Parque Aluche

Funakoshi, Billy ‘Calavera’ y los chicos del barrio

Rosas y espinas es la plaza más personal de Javier Prieto Sancho en El Perro Paco

Los pisos de ladrillo visto están separados de la colonia San Bruno, de ladrillos grises y blancos, por el Parque Aluche. El parque que cambió de nombre hace unos años por el empeño de un vecindario que se negaba a que el espacio público que vertebra el barrio recordara a un picatoste de la dictadura. El parque dividía San Bruno de los bloques naranjas como el Mar del Norte separa Britania de Escandinavia.

Los chicos del barrio de los bloques naranjas hacían sus perrerías en San Bruno. Eran como pequeñas excursiones vikingas desde la gélida Escandinavia a la húmeda y fértil Britania. San Bruno tenía fama de bloques ‘pijos’ en el barrio de Aluche.

La colonia San Bruno contaba con jardines bien cuidados. El jardinero era el temible Billy ‘Calavera’. Seguro que el buen hombre no se llamaba Billy y, por supuesto, no se apellidaba Calavera. Era un tipo alto y fuerte. En aquellos años parecía medir dos metros. Claro que nosotros éramos ‘chinorris’ y todo el mundo un poco alto nos parecía medir dos metros.

Billy ‘Calavera’ era algo así como el monstruo final de una tarde épica de gamberradas por San Bruno. Enfrentarse a él y salir airoso era digno de ser narrado durante el resto de la semana en el cole y en la plaza. Pero la aventura no siempre salía bien. Podías soltar la manguera de la toma de agua y el jardinero tendría que venir a engancharla mientras que tu grupo y tú os despedíais amablemente a la carrera:

– ¡Adiós, Calavera! ¡Pasa buen día!

Pero Billy corría de lo lindo y San Bruno está lleno de pasadizos y escaleras. A veces cogía a uno de los intrépidos aventureros en la mazmorra. Entonces le estiraba bien la oreja aunque no fuera su cumpleaños. Si ese día estaba especialmente furioso, que un mal día lo tiene cualquiera, podía dar un buen capón al desafortunado reo. También cayeron vikingos en la invasión de Inglaterra del 878 d.C.

Los jardines de San Bruno, en el barrio de Aluche

Eran otros tiempos y el collejón te lo quedabas y no se te ocurría decir a tu padre y madre que te habían dado un capón, con razón, porque entonces te llevabas otro. La zagalería aprendía el valor del grupo y de la osadía, pero también a asumir las consecuencias de sus tonterías. Era un enfrentamiento educativo y el jardinero un maestro.

Funakoshi, pionero del kárate, maestro y jardinero

Hablando de maestros, uno de los pioneros del kárate, Gichin Funakoshi, se trasladó a principios del siglo XX de su natal isla de Okinawa a la isla principal de Japón, Honshu. En Tokio empezó a enseñar el kárate-do, el camino de la mano vacía, a alumnos universitarios. Funakoshi contó en sus comienzos con el apoyo del sensei (maestro) de judo, Jigoro Kano, que le dejó su dojo para practicar y le introdujo en los usos y costumbres de la sociedad japonesa de Tokio, menos flexible que la okinawense para muchas cosas como la etiqueta o la vestimenta en los entrenamientos.

Gichin Funakoshi en Okinawa era respetado como maestro de escuela y artista marcial, siendo un personaje notable en su comarca natal, donde acudían a él, por ejemplo, para que dirimiera conflictos entre sus vecinos. En Tokio sus alumnos del dojo le veneraban igualmente por su maestría, sus enseñanzas y su calidad personal.

Mi camino

El sensei Funakoshi, como cuenta en su autobiografía “Kárate-do. Mi camino”, pasó apuros económicos en Honshu, recuerden la isla principal del archipiélago nipón. Orgulloso de su linaje samurái, no contó sus vicisitudes económicas ni a amigos ni a pupilos. Buscó trabajo de jardinero. Los chicos del barrio donde trabajaba no le conocían, ni respetaban, ni veneraban. De hecho, le empezaron a llamar ‘¡Cara de calabaza!’. El maestro cuenta en su libro que un día, viéndose en el espejo, no tuvo más remedio que reírse de la situación. Efectivamente, se reconoció a sí mismo que tenía ‘cara de calabaza’. Los chicos del barrio tenían razón.

Una misma persona es poliédrica, tiene muchas caras, dependiendo de quién la mire y la trate. ¿Quién sería Billy ‘Calavera’ cuando no era el monstruo final de nuestras aventuras infantiles? Lo que es seguro es que era buen jardinero, pues las plantas de San Bruno siempre lucían bien. Verdes, en armonía en su conjunto, bien podadas.

Ahora soy yo quien se ‘enfrenta’ a las incursiones vikingas de los chicos del barrio en los jardines de Covibar (Rivas-Vaciamadrid). El otro día ya tuvimos nuestra presentación seria con la zagalería que vandalizaba los columpios del parque infantil. Los chavales aceptaron la bronca del jardinero, reconociendo que llevaba razón en mis argumentos. Zagales que con 13 ó 14 años estaban de pellas y algunos fumando. Pidieron hasta disculpas, lo cual me sorprendió. Pero uno me miraba atravesado… ¿Seré también un ‘Cara Calabaza’? ¿Seré un ‘Calavera’?

Cada año que pasa las certezas tienden a ser más flexibles. Soy un poco jardinero, soy un poco karateca y sigo siendo un poco chico de barrio. Ladrillo visto y mucho parque.

Y tú, amigo lector, amiga lectora, ¿quién eres para los chicos del barrio?

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Javier Prieto Sancho, uno de los bloques naranjas

 

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4 Replies to “Funakoshi, Billy ‘Calavera’ y los chicos del barrio”

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