Mayores Conectados - Biblioteca Ángel González

Bibliotecas que cuidan del barrio y de sus vecinas

Rafa Ramos es bibliotecario en la Ángel González, biblioteca pública del barrio de Aluche.

La pandemia nos dejó tiritando, el miedo se instaló en cada guarida, nos atrapó las tripas cambiando nuestra manera de relacionarnos, menos contacto y más distancia. Las bibliotecas estaban vacías. La biblioteca era como otros tantos lugares, espacios peligrosos donde solo atendíamos bajo cita previa. Evidentemente, todas las actividades fueron suspendidas durante mucho tiempo, cero talleres y ni hablar de animación a la lectura. El papel perdía protagonismo -ya en caída libre por el uso y abuso de las pantallas-, y qué decir del préstamo de DVD, que fue herido de muerte por las plataformas a la carta. En una biblioteca vacía hay tiempo para pensar, pensar qué quieres hacer para no pasar tu tiempo de trabajo mirando al techo o a la pantalla, pensar qué podemos hacer cuando bajemos la guardia, nos veamos las caras y nos abracemos. Así que pensamos en seguir con aquellas actividades que siempre habían funcionado, pero también probar nuevas maneras de hacer, menos rigidez y más flexibilidad. Vamos, atreverse a fracasar.

Nos llegaban las noticias sobre la brecha digital, la soledad no deseada, las dificultades crecientes de nuestras vecinas mayores para acceder a una sociedad cada vez más digitalizada en la cual, los afectos, el contacto, los servicios, en definitiva, la vida cotidiana gira en torno al móvil.

Las pantallas tienen algo contradictorio: te alejan de las personas, te someten casi sin darte cuenta y, a su vez, te acercan, siendo con mucha frecuencia la vía más habitual para la comunicación con nuestros seres queridos y, en multitud de ocasiones, la única forma de acceso a la información, a la salud, al ocio. Sumidos como sociedad hacia una digitalización forzosa que no tiene muy presente a nuestras mayores.

Una necesidad sin atender: clases de móvil para personas mayores

Así fue como decidimos ponernos en marcha para paliar esa brecha y eso que no se desea, para generar felicidad en una sociedad triste y agorera. Porque la biblioteca tiene el poder de mejorar la vida de las personas alejándolas de esa espiral de odio, miedo y violencia que proyecta desde su programa, por poner un ejemplo, Ana Rosa Quintana. Una necesidad que bebía de muchas conversaciones, desde aquel usuario que nos sugirió dar clases de móvil, porque cuándo se ha visto tal desfachatez de querer vender un producto sin instrucciones de uso; o la tan repetida frase de mis hijos están muy ocupados, mis hijos están muy lejos, mis hijos no tienen tiempo. Una necesidad que seguía la estela de los diferentes cursos de informática básica e internet que realizamos en tiempos pasados, con muy buena aceptación y afluencia. Y, vaya, un nicho de mercado sin explotar, el de las clases de aprendizaje del móvil para personas mayores, cuya demanda es altísima en contraposición con la exigua oferta.

Se ve que lo hacíamos bien cuando empezó a funcionar el ‘boca a oído’ y venían las amigas de las amigas y las vecinas de los vecinos que querían apuntarse específicamente por esas buenas referencias. Sin quererlo, te vas dando cuenta de que, más allá de los contenidos que van aprendiendo, lo que valoran es el clima que generamos, un ambiente seguro, respetuoso, empático, adaptable, generoso, un espacio donde cuidamos a todes por igual, desde el que sabe mucho hasta el que sabe poquito. Durante un mes, tres días a la semana, meses alternos, mañana y tarde, doce sesiones, ocho usuarios, dos profesores, nos juntamos para aprender, ejercitar cuerpo y mente, salir de casa y conocernos.

Reconocimiento a la Biblioteca Ángel González de Aluche
Reconocimiento a la Ángel González de Aluche

Nosotros ponemos los ingredientes y las cantidades se van moldeando sin control, rigidez y estructura; aquello que mata la espontaneidad, las emociones y la flexibilidad permanece fuera de nuestras clases para que nadie se quede atrás incluso faltando a algunas sesiones. Y mientras nos conocemos, nos vamos haciendo amigas como para tomarnos una caña juntas y preguntarnos por la vida cada vez que nos cruzamos por el barrio.

Y como no queremos ser expertos, nos retroalimentamos de sus dudas y sugerencias, nos sorprendemos con ellos y avanzamos desde la voluntad de engrandecer a nuestra biblioteca como punto de encuentro entre vecinas desde donde crear una pequeña comunidad de vecinos desconocidos que no solo ya se conocen, sino que quedan a través del WhatsApp para pasear por el barrio juntas.  

Son todas estas virtudes las que atraen a nuestras vecinas a las actividades que proponemos en la Biblioteca Pública Ángel González, una biblioteca periférica sin grandes elogios y hazañas, pero con mucha alegría y ternura. Porque es fácil ser donde te dejen ser sin juicios y con mucha paciencia.

Por todo esto, la Red de Bibliotecas Universitarias de España (Rebiun), junto con el patrocinio de Baratz, decidió concedernos el V Premio de Buenas Prácticas en bibliotecas. Un reconocimiento que nos ayuda a seguir orientando nuestro trabajo hacia las necesidades de nuestras vecinas y vecinos de Aluche. Un premio que es de todas las compis de la biblioteca que han participado en su desarrollo y las que están ocupándose de otras funciones para que otras puedan llevarlo a cabo, un regalo para nuestras mayores que son AMOR en mayúsculas. Gracias a mi directora por confiar, por atreverse a todo lo que otros bloquean desde sus puestos de poder y que convierten a las bibliotecas públicas en estructuras algo rígidas. Por último, a pesar de la falta de personal, de recursos, del bloqueo de actividades creativas desde los que mandan y, por último, del mal rollo de algunos compañeros de trabajo funcionarios de carrera que, a día de hoy, piensan que no nos merecemos estar donde estamos, haciendo lo que hacemos, gracias a todos esos compis interinos, que se lo curran desde hace años, que han sabido hacer de las bibliotecas lugares más felices.

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Rafa Ramos Claudio

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