Queridos lectores, amigos y amigas del Perro Paco:
El verano ha llegado a Madrid y quería compartir con ustedes algunas huellas de mis primeros paseos veraniegos por nuestra querida ciudad.
Sobre estas líneas, ya lo ven, sillas de playa plegadas sobre un muro pintado de azul, que es en realidad el mural pintado de una playa bastante lejana, casi por definición, de las calles del barrio de Las Águilas, esquina sudoeste de la ciudad, en los confines del distrito de Latina. Es en este barrio donde se encuentra la piscina de La Cope, escondida en la calle Rafael Finat, a la altura del número 87. El Perro Paco estuvo allí.
Hasta un perro se sorprende cuando descubre a ras de suelo un montón de fruta arruinada, desbaratada, pisoteada, sobre las aceras. Y piensa, ¿a quién se le habrá caído toda esta fruta a la vuelta del mercado? Hasta que un día miré hacia arriba y ahí estaba la respuesta: un ciruelo cargado de fruta en las calles de Carabanchel. No era el único en la calle. Y junto a los ciruelos se erguían varios albaricoqueros también en su máximo esplendor. No existía entonces la desafortunada vecina con el carro de la compra completamente rajado por los bajos, sino unos cuantos frutales ofreciendo al mundo lo mejor de sí mismos. ¿Se imaginan una ciudad con espacio para huertos de frutales en cada barrio, para disfrute del vecindario y también de la fauna que se atreve a ser urbana? Si es posible imaginarlo, es posible hacerlo.
También estuve ya por Madrid Río, donde sus famosos chorros hacen las delicias de la alocada chavalería humana. Esta fotografía no se corresponde con los chorros de los que ladro, sino con una gran fuente, situada ya en la orilla que tira hacia Arganzuela. Los chavales lo tienen claro: si hay agua y si hay calor, también habrá diversión. Ellos sí que saben, no como los adultos, tan avinagrados. Ni confirmo ni desmiento que yo mismo sumergiera mis peludas patas en las aguas de la fuente, ante los rigores del verano madrileño.
Ya saben que este perro que les habla es sobre todo bastante epicúreo y que por tanto se entrega con denuedo al placer de los sentidos. Ya les he hablado de las heladerías del Paseo de Yeserías. Exacto, donde las glicinias. Pues qué más les puedo decir de uno de los mayores goces del verano. ¡Ah, sí, claro! Que esta maravilla está hecha de Ferrero Rocher y tarta de queso. ¿Qué me dicen? Me puse un poco barroco, lo reconozco.
Un perro como yo gusta mucho de pasear por las calles y fijarse en los detalles. Hay algo que me fascina: el sutil y sofisticado escaparatismo de las farmacias. ¿Lo han apreciado alguna vez? ¡Me encanta! En este caso nos situamos en la farmacia de la calle de Marqués de Jura Real, en el carabanchelero barrio de Comillas. Así se prepara la simpática familia Pig para sus vacaciones a bordo de su entrañable furgoneta amarilla, entre balones hinchables y crema solar, el producto estrella de la temporada en las farmacias. Arte comercial en estado puro.
De sobra sabrán los habituales acompañantes del Perro Paco que, desde aquella bella y bestial noche de Filomena, aquí somos muy de los aligustres. El sonido sordo de sus ramas cediendo por el peso de la nieve es del todo inolvidable para quien les escribe. Tras haberlas pasado canutas, es gloria ver cómo lucen su primavera tardía a principios de julio, llenos de flores, amarilleando, desacostumbradamente exuberantes. ¡El Perro Paco sigue pidiendo una estatua para los aligustres de La Latina!
Sabido es que la mariposa monarca (Danaus plexippus) es conocida, además de por su belleza, por protagonizar un larguísimo viaje de alrededor de 5.000 kilómetros para pasar el invierno en México y en California. Según se afirma en este artículo de National Geographic, su población desde la década de los 80 ha disminuido entre un 80 y un 99 %. Sin embargo, fíjense ustedes que una de ellas se ha afincado en el barrio de Aluche. Así me la encontré, sobre un muro cercano a la Cervecería Manolo de la calle Camarena, cuando salía yo de echar los botellines del aperitivo con mi amigo Goyo, jefe de todo por allí, un domingo cualquiera.
El Perro Paco les desea un feliz verano, sea madrileño o no.
¡Guau, guau!