Rosas y espinas es la plaza más personal de Javier Prieto Sancho en El Perro Paco
En rosas y espinas hoy tocan espinas. Estamos en pleno verano pero el jardín luce invernal. Sin follaje ni flores. Tan solo tallos aletargados y cargados de espinas. Pero las rosas volverán. La vida es incierta, cambiante, caótica, cíclica. Toca un momento duro, introspectivo, tristón, ideal para aprender algo nuevo. Por ejemplo, aprender a volar.
No sabía yo que en San Martin de la Vega había un aeródromo. Bueno, en realidad no lo hay. Pero un buen amigo me está enseñando a volar. ¿Quién no se ha estrellado alguna vez en la vida? Lo bueno es que si no te pilla dentro de un avión, muchas veces, la mayoría, vives para contarlo y puedes volver a empezar y retomar el vuelo.
De lo bueno poco se aprende. De lo malo, si pones empeño sacas valiosas lecciones para volar más alto, más lejos, más acrobático incluso. Mejor si hay un monitor de vuelo, un copiloto, alguien que te va contando cómo manejar las palancas e interpretar los niveles. Que si altura, que si presión atmosférica, aceite, nivel de vuelo, combustible, motores…
Pues en realidad nosotros somos como un avión y cada vez que cumplo más vueltas al sol en esta pelota mayormente cubierta de agua que llamamos Tierra, más me doy cuenta de lo poco que conocemos de nuestros niveles y mandos y nuestras posibilidades de volar. La mayor de las veces vamos con el piloto automático, inconscientes, hasta que nos damos el batacazo y toca elegir: culpar a la montaña y a las turbulencias o reconocer que por despiste o ignorancia no has sido lo habilidoso que el viaje te exigía.

Me imagino a mi amigo Manolo de San Martín diciéndome: «Bueno, te has estrellado, ¿y qué? Estás vivo, siempre puedes aprender y hacer este u otro viaje». Las montañas van a estar ahí y las nubes y tormentas vienen y van. Cómo las afrontamos es más decisivo que su presencia.
Como dirían los filósofos estoicos, hay cosas que dependen de ti y otras que no. Pon el foco en lo que sí depende de ti. Zenón de Citio, allá por el 300 a.C., no conocía los aviones, pero sí los barcos. Vivió en lo que hoy conocemos como Grecia clásica, antes del Imperio romano. Al no conocerse los aviones la gente no se estrellaba, pero Zenón naufragó frente a las costas de Atenas, perdiendo su fortuna atesorada con el comercio. En la polis helenística se interesó por la filosofía, aprendió con los cínicos, y con el tiempo desarrolló su filosofía de vida y fundó su propia escuela: la estoica. Más tarde diría algo así como que tuvo «un naufragio muy afortunado». Y es que lo que a priori son desgracias, pueden convertirse a la postre en auténticos tesoros si se cultivan con paciencia, laboriosidad y un poco de buena ayuda.
En el tema que nos atañe hoy, en aprender a pilotar mi avión, la ayuda la presta Manolo. Que no me dice ni que sea filósofo ni maestro, pero sabe bastante de escucha activa, de inteligencia emocional y de acompañamiento personal con un profundo calado humanista. También quiero mencionar a Álvaro, Sofía, Gonzalo y Manolo de Covibar, por enseñarme a usar el paracaídas en estos meses. Siguiendo la reflexión del estoico Zenón, «al estrellarme, los tesoros a mi vera brillaron más si cabe». Gracias.
Y ahí andamos, aprendiendo a pilotar mi avión: que si el estrés, la ira, la tristeza, las relaciones personales bloqueadas, el daño y la reparación, la toma de decisiones, la responsabilidad frente al otro, la culpa… Qué poco nos enseñan en la escuela para manejar nuestro avión. Así está la sociedad, medicalizada para tapar las causas y consecuencias de tanto desasosiego personal o enganchados a mil pantallas por no conectar con nosotros mismos. La misma sociedad en la que cuando se habla de ‘salud mental’ en el Congreso de los Diputados, un político que entiendo poco cultivado en filosofía, se ríe de otro representante político, con un pueril y patético «¡Vete al médico!», cuando intenta hablar del tema en público. Seguro que su señoría tampoco sabe volar y tarde o temprano se estrellará. Quizá acabe gastando su fortuna de diputado en terapias psicológicas o culpando a la montaña de su necio pilotaje. Vaya usted a saber, que la ignorancia es muy atrevida. Dejemos a los políticos con sus riñas de patio de colegio y su soberbia ignorancia. Cuando vives en la España real cansan mucho.

Manolo y yo despegamos y aterrizamos en los parques y jardines sanmartineros. Antes de la práctica de vuelo toca el paseo peripatético, como hacía Aristóteles con sus pupilos. Ya ven, unos se estrellan y les da por el bar. A otros por el parque y las nubes. Seguro que no soy el único que está jodido, necesitado de filosofía, de un buen paseo, de una persona con capacidad de escucha y certeros consejos.
Deja de maldecir los rayos y las cumbres que te han destrozado la avioneta. El aterrizaje de emergencia no ha estado nada mal. Puedes seguir aprendiendo. Puedes volar de nuevo.
Todo el mundo se estrella tarde o temprano. Levanta el vuelo.
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Javier Prieto Sancho, de mayor piloto
«Miedo a la libertad»
Autor: Erick Fromm
Gracias por la recomendación literaria, Teresa. Sí, nos educan más en el miedo que en la libertad.
Como siempre Javier nos deleita con su buena y amena forma de relatar cualquier tema.
Muy buenas reflexiones que deberíamos tener en cuenta, por desgracia la mayoría de veces no somos capaces de
reaccionar adecuadamente, sin sacar lo bueno que como bien dice Javier se puede aprovechar después de estrellarse.
Gracias Fernando.
Veo que te apuntas con fidelidad a otra temporada de paseos con el Perro Paco.