Las verbenas de los Santos de Agosto han terminado y este perro les quería dejar por aquí la mejor selección de su álbum de fotos 2023 y algunas impresiones de cierre de fiestas.
Todo comenzó por un San Cayetano precoz, en el que no faltó este can a su cita con la calle del Oso. Fue allí, entre guirnaldas y mantones, donde me encontré con algún que otro grupo de castizos marcándose unos bailes, una de las estampas más emblemáticas de las verbenas de Madrid.
Me di también un garbeo por la plaza de Vara de Rey, que en los últimos años ha sido el lugar elegido para la elección de los personajes de la zarzuela de “La verbena de La Paloma”, entre los vecinos del barrio que tienen a bien intentar representar cada año a la Señá Rita, la Susana o Don Hilarión.
Este año, a este chucho, que lo cierto es que no es muy pío pero tiene cierta tendencia al sincretismo, le dio por aprovechar un despiste del guardián de la puerta y entrar en la iglesia de San Millán y San Cayetano, en busca de la imagen del santo del fin de semana, patrono del pan y de los desempleados.
Pero definitivamente lo mío más que los templos religiosos son los templos populares y nada mejor que una caseta de fiestas. La que llevan las asociaciones de Lavapiés en la plaza de Arturo Barea es probablemente el mejor lugar para ir a encomendarse a los Santos de Agosto o al autor de la trilogía de “La forja de un rebelde”. La buena causa es además el pretexto perfecto, si es que se necesita (que no es el caso), para echarse unos tragos. A estas alturas, San Lorenzo de Lavapiés ya había tomado la delantera de los festejos.
Noche de viernes y la compañía de la Cofradía Mayor de los Fieles a las Santas Verbenas de Agosto. L@s que nunca fallan a una de las citas más fijas del calendario. Que diría incluso que llega a marcar cálculos y ajustes vacacionales de tan selecta cuadrilla. En el escenario, un tributo al propietario del bombín más famoso de Madrid. No es gusto de este perro callejero hacer sangre de quien no parece a simple ojeada que nade en el éxito y la abundancia, al menos como consecuencia de su propuesta artística, pero si desearía dejar constancia de que no hace falta tratar de calcar la voz más actual del tributado, especialmente cuando hablamos de los comentarios entre canción y canción. No es necesario, de verdad. Además, el riesgo es ahogarse. Menos mal que las bombillas de la verbena son la mejor constelación de estrellas para iluminar cualquier oscuridad.
Y fue así como el Perro Paco llegó a La Paloma, la reina de todas las verbenas. A La Paloma hay que llegar de día, porque de noche todos los gatos son pardos y uno ya se ha perdido cosas. ¿Les había hablado de sincretismo? ¿Qué me dicen de esta combinación de imagen de la Virgen, mantón de Manila y bufanda del Atlético de Madrid? En la Plaza del Humilladero se podía contemplar el pequeño altar castizo.
Todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida honradamente, pero sí ladraré al Ayuntamiento, al alcalde y a sus concejales responsables de cultura y fiestas populares, si los hubiera: ¿Qué pasa, majos (es un decir)? ¿Que se les acabó el presupuesto a finales de mayo? ¿Que lo tiraron todo 15 días antes en San Isidro para ver si caían unos cuantos votos más en las municipales? A este perro le parece que la jugada viene por ahí, porque el contraste de la programación musical de fiestas ha sido sonrojante, oiga. ¡Qué abandono, vecinos y vecinas, de la Paloma y sus teloneros Lorenzo y Cayetano! ¡Qué tristeza de actuaciones ‘estelares’ de las fiestas de este agosto en Madrid! ¡Cómo se nota que estaba todo el pescado vendido! ¡Váyanse a la porra, hombre!!
Pero como no hay mal que por bien no venga, o eso dice el dicho, la atención del personal se tuvo que concentrar en los magníficos concursos organizados por las agrupaciones castizas De Madriz al Cielo, El Orgullo de Madrid o Los Castizos. Estamos hablando de disciplinas tales como el grito más largo, el concurso de abanicos (ojo, dato importante: no abanico pericón) o la destreza en el arte popular de beber en porrón, que este Perro Paco que les habla pudo cubrir en primicia para ustedes y que se saldó con la victoria de un concursante llegado de México (donde tanto se piensa en ti, Madriz) para triunfar, oportunamente jaleado por sus seguidores, bandera incluida, ante el público congregado en la Plaza de la Paja, en el corazón de La Latina. Sobre estas líneas, dejamos testimonio gráfico de una de las concursantes, porque oiga usted, amigo mío: el concurso de porrón también es de ellas, como el de abanicos de ellos.
Y allá, con la cúpula de San Francisco el Grande en el horizonte, al final de la Carrera de San Francisco, la tarde comenzó a declinar y a dar paso a una nueva edición de las noches mágicas y tropicales de la verbena de La Paloma, las del deambular errático entre sus vericuetos y sus callejuelas empedradas, entre el calor y la alegría de las barras en la calle, baile, cerveza y mojito. Y una ramita de verbena en la solapa, por si acaso.
La Cofradía Mayor de los Fieles, en su tertulia a pie de obra, bocata de chorizo y hasta hamburguesa vegana en mano, dictó dos sentencias de interés general: que los tributos musicales a grupos o artistas en activo no son una buena idea y que este año la cosa estaba más muerta, que había menos gaterío congregado en estas calles y plazas de la agostura madrileña.
Y es verdad que las ganas que le teníamos a las fiestas el año pasado eran poco menos que irrepetibles, tras la fucking pandemia y el terrible miedo que habíamos pasado a que se hubieran muerto las verbenas. Y también es cierto lo del 23-J y el último truco del ilusionista (alguien diría trilero) del Perro Sanxe (a quien lo que yo reprocho es que trate de competir conmigo en canino protagonismo), forzando al personal a apurar el curso laboral hasta agosto antes de huir de la city. Así que este año las fiestas estuvieron más tranquis, menos apretadas -aunque esto va por calles-, un poquito menos bendita locura. Y si así hubiera sido, que no se olviden que quien les habla es sólo un chucho… Si la tesis de este perro fuera certera, se volvería a demostrar, al fin y al cabo, que las verbenas de Madrid son un cuerpo propio, un organismo vivo y no robótico, que puede sentirse su aliento de monstruo y su respiración, que muta, se viene arriba y luego decae. Y la decadencia siempre es atractiva a los ojos de este perro callejero, acostumbrado a dormir en alcorques vacíos y descampados sucios.
¡Guau, guau!
Buena crónica, !ole que sí!. Te lo dice alguien que ha nacido en la “ca” Lavapiés y ha sido bautizado en la parroquia “las chinches” (San Lorenzo). Y, también, que ha vivido bastante activamente estas castizas fiestas durante muchos años, especialmente las de San Lorenzo por ser las más cercanas.
Pedro (veterano militante)
Muchas gracias, Pedro! No sabía de tus orígenes en Lavapiés! Nos tienes que contar alguna historia! ¡Guau, guau!!