Título: Lucha contra el capacitismo.
Autora: Itxi Guerra.
Editorial: Imperdible.
Lugar y año de edición: Madrid, 2021.
Género: Ensayo.
Temáticas: Capacitismo / Anarquismo / Sistema carcelario / Desobediencia / Patriarcado.
Número de páginas: 61.
Comentario: Lo primero me gustaría agradecer a Itxi Guerra y a la Editorial Imperdible por este texto tan esclarecedor, que te atrapa y que te hace reflexionar sobre las distintas violencias que ejercemos desde el capacitismo, un concepto estrechamente relacionado con el poder, un poder ejercido sobre los cuerpos y mentes que no encajan con la idea de normalidad y el ideal de productividad en un sistema en el que, como dice Itxi, “los cuerpos y mentes son valorados según el estándar de normalidad, inteligencia, excelencia, delgadez, utilidad, belleza…”.
Llego al texto de Itxi picado por la curiosidad, mucha gente maja me habla de ella, aunque de primeras soy bastante lento y no soy capaz de pensar a qué se refiere con eso del capacitismo. Abro su libro y comienzo a leer las primeras páginas y es entonces cuando rápidamente veo la conexión que tiene su texto con algunos de los libros sobre capital social, erótico o cultural que estoy leyendo últimamente y cómo estas dinámicas de poder relacional interfieren, dañan y traumatizan nuestras relaciones con les demás.
Ejercemos violencia muchas veces en automático y de forma interiorizada; balbuceamos violencia y capital a través de nuestro lenguaje, promoviendo una norma y un régimen de verdad que deja fuera a muchos cuerpos y destrezas que carecen del beneficio marcado por las dinámicas del querer aparentar en nuestras relaciones con los demás. Un régimen de verdad basado en la creación de subjetividades capitalistas inalcanzables que nos atraviesan y que son productoras de identidades tipo ‘Pantomima Full’, vividas desde la competencia y la eliminación de los rivales cercanos, que no producen (les vagos), no se esfuerzan (les perezosas o inútiles), no son bellos (les feos y gordes), no son seguros (les inseguros), no son auténticos ¿Y quién lo es? Ese régimen de verdad que por ejemplo hace difíciles las relaciones sanas entre hombres heterosexuales, donde se usa la invalidación del otro para mantener el estatus en la pirámide relacional.
En definitiva, este mundo violento, como dice Itxi, al que nos lanzan y que debemos deconstruir para construir nuevas subjetividades más amables, vulnerables e interdependientes con la vida, no solo con la nuestra, sino con la de los numerosos seres que cohabitan este planeta que estamos arrasando desde la desigualdad, la fuerza y la independencia.
Sobre las distintas formas de entender y nombrar la discapacidad
En el texto, Itxi nos explica las distintas formas de entender la discapacidad: “La discapacidad se puede entender desde distintos puntos de vista. Se puede entender como una enfermedad, si lo miramos desde el modelo médico; como un constructo social, si la analizamos desde el modelo social; como una cuestión política, si la entendemos desde el modelo critico… Por lo que resulta complicado dar una definición concreta (…).”
Nos recuerda cómo hasta hace poco tiempo la propia RAE (Real Academia Española) definía a la persona discapacitada como alguien “que padece una disminución física, sensorial o psíquica que la incapacita total o parcialmente para el trabajo o para otras tareas ordinarias de la vida”. Según Itxi Guerra, se trata de “una visión de la discapacidad como enfermedad y como un problema individual, que entiende la idea de dignidad basada en la productividad y la utilidad de los cuerpos y mentes. Solo será útil y válido aquel cuerpo capaz de producir un beneficio económico máximo para la sociedad capitalista (puesto que será productivo)”.
La autora también recorre otras definiciones elaboradas desde el modelo social, religioso, eugenésico y de los DD.HH. para acabar mostrando su afinidad por la definición del modelo radical: “El modelo radical considera la discapacidad como un constructo social, y por tanto como un sistema de opresión. Afirma que la discapacidad es definida por el grupo opresor, es decir, las personas no discapacitadas”. Itxi explica cómo este modelo vincula esta realidad con otras opresiones, como el género, la raza o la orientación sexual, que en algún momento de la historia también fueron consideradas discapacidades. El modelo radical crea, según reflexiona la autora, “una idea interseccional de la discapacidad”, para dar un paso más hacia un “reclamo de justicia”, una llamada a “dar una respuesta política” a este sistema de opresión.
Itxi reflexiona también sobre el concepto más buenista y utilizado para designar las discapacitades: el concepto de diversidad funcional. Para ella, al hablar de ‘funcional’ se vuelve al “modelo médico-rehabilitador”, viendo a la persona “según su capacidad de producción o simplemente por su corporalidad”. Así, se acaba cayendo en las garras del capitalismo y en considerarnos a las personas desde esa idea de máquinas efectivas.
Por nuestra capacidad para nombrarnos
La autora madrileña prefiere reapropiarse del uso del término discapacidad para así resignificarlo y despojarlo de los significados negativos asociados al miedo, la tristeza, la pena, la vergüenza, la culpa, el desprecio… La autora propone usar esta palabra como forma de lucha y para reflejar que es la sociedad la que discapacita a las personas, sometiéndonos a un sistema repleto de multitud de barreras, donde los espacios, la movilidad y la sociabilidad se rigen alrededor de una idea de normalidad que obedece sin descanso a la generación de riqueza extractivista, de rápido consumo y miles de toneladas de desechos. Un ejemplo de esto sería la gran urbe que es Madrid, donde las políticas orientadas al ocio y al consumo cobran gran ventaja frente a las maltratadas políticas públicas en torno a los cuidados hacia las personas que más lo necesitan.
En este ensayo, Itxi Guerra aboga por la autodenominación frente al control estatal, es decir, por nuestra capacidad para nombrarnos, para decidir si queremos ser nombradas o no como discapacitadas, en contra de los baremos capacitistas estatales cuyos porcentajes van creciendo en íntima relación con nuestra capacidad para trabajar, expoliar y consumir. Itxi propone una reflexión acerca del uso del lenguaje y cita a Leonor Silvestri para recordar cómo al final “la palabra discapacidad ha cogido tintes catastrofistas u ofensivos, pero solo debería resultar ofensiva cuando ésta se usa como un insulto”. A partir de estos presupuestos, ella aboga, sobre el uso de estos términos para definirse, por que “cada persona lo haga como quiera”, y nos comparte su preferencia: “Yo por ejemplo utilizo mucho lisiade”.
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Una definición de capacitismo y una recomendación final
Volviendo al comienzo del texto y a mi lentitud para comprender conceptos a golpe de click, Itxi define el capacitismo como:
“El capacitismo es la opresión a la que nos enfrentamos las personas discapacitadas, y surge del sistema capacitista, que es el sistema social, político y económico que discrimina, violenta, margina y asesina a las personas discapacitadas por el hecho de serlo. Es un sistema en el que los cuerpos y mentes son valorados según el estándar de normalidad, inteligencia, excelencia, delgadez, utilidad, belleza… Este valor es determinado a partir del capitalismo (y el Estado). Se crea la idea de que una persona ‘perfecta’ es aquella que produce un beneficio económico máximo al sistema mediante su trabajo y su capital erótico.”
En su libro, Itxi Guerra deja otras reflexiones de interés sobre las cárceles, el especismo o el anarquismo, pero esta parte ya os la dejo a vosotres lectoras, ya que os invito a compartir este pequeño gran libro que en su lectura me ha trasladado a cuando con 18 años llegó a mis manos aquel también pequeño gran libro de Paul Lafargue que se titula “Derecho a la pereza”.
Como hombre cis me gustaría recomendar este libro a todos esos hombres de izquierdas que ven cómo sus frágiles cimientos identitarios se tambalean cual paso de baile, así como su ideología y sus luchas, donde la agresividad, la competencia, la independencia y el riesgo están bien arraigadas. Para poder vislumbrar otras maneras de estar en sociedad, citando a Audre Lorde, “las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”, así que dejemos salir a flote toda esa fragilidad, vulnerabilidad, interdependencia que se oculta tras la coraza y que nos incapacita en nuestra individualidad egoísta frente a esta nueva forma de luchar desde una entidad relacional más en contacto con los cuidados y menos con el ideal del héroe seductor e independiente que viene a salvarnos a todes.
Para finalizar, acabamos con una frase de la autora que me encanta:
“Muerte al trabajo, que viva la siesta (con amigas mejor).”
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Rafa Ramos Claudio
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Buenas!!
Muchas gracias por el pingback, he tenido que buscar que significaba jajajajaja. Gracias por la difusión que majes sois. Un besazo