Hace unos días, me fui a pasear por el Paseo de Extremadura, calle comercial donde las haya y en la que se desarrolló gran parte de mi infancia, más bien en la Puerta del Ángel. A veces lo hago. Tomo un autobús, el 31, me bajo en los primeros números o en los últimos, según se mire, y empiezo a recorrer el paseo andando. No puede faltar entrar por la calle de la Milagrosa y llegar al que fue mi colegio y el de mis hermanas. Aún hoy me hace ilusión ver el edificio.
Como decía, el Paseo de Extremadura es una calle muy comercial, está llena de tiendas, aunque cada vez que paso por ella me doy cuenta de que prácticamente no queda casi ninguna de las que yo conocí cuando era niña o adolescente. Ahora los comercios no se parecen mucho a los que había y a los que entraba a menudo a comprar con mi madre. Los centros comerciales estaban por aquel entonces por llegar a los barrios, si acaso se encontraba algún pequeño supermercado, pero sobre todo eran tiendas: carnicerías, pescaderías, fruterías, ultramarinos… donde la atención era personalizada…
Por todo eso me llamó la atención en mi paseo del otro día ver a la altura del número 92 una mercería llamada Revuelta que recordaba en ese lugar desde siempre. Su escaparate, el típico de estos establecimientos, no sólo contenía las cosas propias de una mercería, cada vez más difíciles de encontrar en Madrid, sino además calcetines, ropa interior… ¡Hasta un huevo de coser calcetines! ¡Si ya nadie cose nada! Todo se tira y se repone… Me dio mucha ternura.
No pude resistirme a entrar y preguntar al hombre joven que estaba al frente del negocio si la tienda existía ya en los años 60, porque yo recordaba haber entrado a comprar en la mercería con mi madre y con mi hermana (éramos un trío inseparable).
Me dijo que llevaban allí nada menos que desde 1940, que era la tienda más antigua del Paseo de Extremadura y que, desde entonces, la tienda había estado en manos de la familia Revuelta, procedentes de un pueblo de Burgos: abuelos, padres… y la tienda sigue conservando prácticamente el mismo aspecto.
Lo cierto es que me agradó mucho la visita y la pequeña entrevista que le hice al dueño, y también creo que este tipo de tiendas tradicionales, ya tan escasas, tienen su huequecito en esta revista del Perro Paco que siempre nos cuenta cosas de Madrid.
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Irene Paz
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