Nuestros fieles lectores recordarán que allá por abril intentamos subir a los Siete Picos, también conocidos como Sierra del Dragón. Quien quiera conocer la leyenda del Dragón de Guadarrama que relea nuestro primer artículo sobre las mencionadas cimas. En aquella ocasión, una densa niebla, acompañada de un frío invernal tardío, nos hizo desistir en nuestro empeño, acabando nuestros pasos en el bosque de Valsaín para buscar refugio.
En esta ocasión, finales de septiembre, el tiempo nos acompañó. Si en primavera nos envolvió el invierno, ahora el otoño nos regaló un espléndido día primaveral. La montaña es así. Magnífica jornada para caminar, con un sol cálido y una ligera brisa que hacía que al parar a almorzar apeteciera una chaqueta.
La excursión la hicimos Toni y yo por un lado y Jesús y Pilar por otro. Pilar, valiente, embarazada de meses, subió a los Siete Picos, sin coronar las crestas rocosas. Mucho mérito. Sin duda, la heroína de la jornada. El inicio, el final y los almuerzos a las faldas del Dragón, los hicimos en grupo. Una prueba más de que la montaña, con cabeza y sentido común, se puede disfrutar con muy diferentes condiciones físicas y edades. La adaptación y la correcta gestión de las expectativas resulta, como en la vida misma, esencial para disfrutar con la Naturaleza.
Salimos del puerto de Navacerrada sobre las 9:30 h. Nos internamos por el Camino Schmidt, al amparo de los pinos bermejos de Valsaín, y pasado un trecho cogemos una senda ascendente hacia el primero de los picos del macizo, el más alto con 2.138 m en su vértice geodésico. Esta primera subida es la más exigente físicamente y la que hará bombear a nuestro corazón con ímpetu para llevar oxígeno a nuestras piernas.
Una vez en la cresta de Siete Picos, iremos bordeando cada cumbre siguiendo una cómoda senda. Los picos hay que subirlos trepando entre rocas. No es extremadamente difícil, se puede hacer sin cuerdas ni otros equipos de escalada, pero sí hay que extremar los cuidados. Una mala caída entre las moles de piedra puede aguarnos la jornada de campo y terminar con algún hueso roto.
La vuelta la hicimos bajando al Collado Ventoso, donde almorzamos e incluso nos echamos una mini siesta en su verde pradera. Después retomamos la senda Schmidt en sentido inverso, es decir de vuelta a Navacerrada. 5 horas después disfrutábamos de unas bebidas fresquitas en una de las cafeterías del puerto.
No queremos dejar pasar la oportunidad de comentar dos hechos vistos en la montaña, que dicen mucho de la relación con la Naturaleza:
El primer caso es el de un alocado husky, perro de nieves, que no paraba de molestar y acosar a un caballo serrano, que aguantó estoico y paciente los impertinentes ladridos del can mientras pacía. ¿Dónde estaba el dueño que no es capaz de controlar a un perro que está molestando a la fauna del Parque Nacional? Menos mal que al sufrido equino no le dio por cocear al desatado perro.
El segundo hecho es el de una tranquila pareja de senderistas que en su vuelta a Navacerrada iban recogiendo pañuelos de papel y otras basuras dejadas por otros individuos que usan la montaña, sin comprenderla ni amarla. La sierra no es un parque donde unos trabajadores municipales limpian la mierda que tú dejes. En la montaña tu basura te la llevas tú, al menos, si comprendes y amas la Madre Tierra.
Y poco más. Cumplimos nuestra promesa, subimos a Siete Picos, después de nuestro primer intento infructuoso. Como hidalgos del Siglo de Oro, con pocos tesoros para gastar en la taberna, sedientos de nuevas aventuras y fieles a la palabra dada. Puestos a filosofar, la vida es así, persistir en lo que sabemos bueno a pesar de que las cosas se tuerzan y no salgan a la primera.
Calcen sus botas y caminen. Derrotarán dragones.
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Javier Prieto Sancho
Fotografías: Javier Prieto y Jesús Ponce
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Cómo de costumbre nuestro amigo Javi nos hace un estupendo relato de vida sana en contacto con la naturaleza, seguid así campeones
Gracias por leernos, Fernando.
Magnífica excursión. En el siglo pasado la realicé.
Lo único decir que ahora al ser Parque Nacional, hay una serie de restricciones que se deberían tomar en cuenta para todos, menos permisivas que cuando yo realizaba estas actividades. Por ejemplo dejar suelto a los perros y hostigar a los animales que allí se encuentran. Acarrearía una considerable multa para el dueño del animal.
Felicitaciones.
Gracias por pasarte por la revista del Perro Paco y comentar, Luis.