El domingo por la mañana, día 8 de octubre, este perro que les habla se acercó a la manifestación convocada por el movimiento vecinal del “¡No a la tala!”, la esencial reclamación que ha unido en una misma lucha a no pocos vecinos y vecinas de distintos barrios de nuestra Madrid.

Algunos miles de personas -no está entre mis capacidades concretar cuántas- marcharon, al soleado mediodía de este distópico otoño, por la calle Alcalá entre las dos sedes principales del poder político madrileño, entre la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, entre la Puerta del Sol y Cibeles, entre el despacho de Ayuso y el de Almeida.

La manifestación transcurrió tranquila y con buen ambiente, sabedores tal vez sus protagonistas de que en este caso el éxito de esta acción no era otro que estar ahí, hacerse visibles, en el centro de la ciudad, en el ‘comienzo de curso’ y sabiendo aglutinar las luchas dispersas de diferentes barrios de la capital por una misma causa general. Un punto y seguido en trabajos de hormigas. Al llegar al edificio de Correos, sede del Consistorio, cercanas las calurosas dos de la tarde, el bueno de Pepe Viyuela, siempre dispuesto a acompañar las luchas justas, fue el encargado de leer con maestría el comunicado que puso término a la marcha.

Ninguno de nuestros dos máximos representantes políticos -alcalde y presidenta, Almeida y Ayuso- debía encontrarse en esos momentos en sus despachos, y no porque estuvieran disfrutando del descanso dominical, sino porque ambos habían hecho mejores planes en Barcelona, en la manifestación contra la posible amnistía a los independentistas del procés, una temática que sorprendentemente (o no tanto) se convierte, semana sí, semana también, en el centro del discurso político de nuestros desnortados gobernantes madrileños, que sin embargo lo tienen muy claro.

No fueron Ayuso y Almeida los únicos que prefirieron esta vez Barcelona, sino también la cadena pública madrileña, Telemadrid, que ofreció una cobertura en directo de la movilización antiamnistía, sin que obviamente este perro pueda advertir ningún sesgo ideológico en esta decisión de criterio puramente informativo.

Repasadas las ausencias, vayamos a las presentes. Porque quienes sí estaban por la siempre majestuosa calle Alcalá fueron las vecinas y vecinos de los barrios de Madrid en los que ha emergido algún conflicto en este año en relación a su patrimonio verde amenazado. Entre ellos, el parque de Comillas, para el vecindario de este barrio de Carabanchel; la arboleda de Madrid Río, perteneciente al antiguo Parque de Arganzuela; los Jardines de Palestina en Palos de la Frontera, o los jardines de Jimena Quirós, en la zona de Atocha.

La obra clave, aunque no la única, que ha provocado todas estas resistencias es la ampliación de la línea 11 de metro, que actualmente une el barrio de La Fortuna, en Leganés pero pegado a Carabanchel, con la Plaza Elíptica, y que tras su proyectada ampliación recorrerá supuestamente la ciudad hasta el aeropuerto, pasando por Madrid Río, Atocha, Conde de Casal, Arturo Soria o Pueblo Nuevo. La oposición vecinal no es a la ampliación de metro en sí, sino al impacto ambiental que va a provocar. De ahí que junto al “¡No a la tala!”, el otro grito más oído en las manifestaciones suele ser el de “¡Metro sí, pero no así!”.

Tras las protestas vecinales del comienzo de año, y con las elecciones ya a la vista, el Gobierno de la Comunidad de Madrid suspendió las obras para estudiar la situación (y de paso congelar los ánimos no fuera que la cosa pudiera llegar a afectar a su previsible éxito en las urnas). Las modificaciones incluidas fruto de ese estudio bajan las talas planeadas desde el millar aproximado al inicio del conflicto hasta alrededor de 700 árboles.

Sin embargo, para los vecinos y vecinas esto no es de ningún modo suficiente, y piden un cambio más profundo que afecte al trazado de la línea de metro y que no suponga el sacrificio del patrimonio arbóreo de la ciudad en unos tiempos, por cierto, de emergencia y ansiedad climática, en los que las zonas verdes de la ciudad deberían tratarse, como siempre pero como nunca, con sumo mimo y cuidado.

Una mención aparte merecen también las reivindicaciones de otros espacios verdes madrileños, como el Parque Aluche, el Parque de Las Cruces, éste en Carabanchel, o el Parque del Calero, en Ciudad Lineal. En todos ellos ha aparecido en los últimos tiempos la famosa zahorra, antipático y duro material de color grisáceo que se está utilizando para quitar espacio a la tierra y a las áreas más naturalizadas de nuestros parques. También este problema contaba con un lema certero y directo: “¡Menos pavimento y más mantenimiento!”.

A este perro hablador le gustaría también apreciar como destacable el hecho de que este grito del Madrid rebelde del “¡No a la tala!” está siendo impulsado por el movimiento vecinal madrileño, que también pasó todo el curso pasado en pie de guerra en defensa de la sanidad pública. Cuando los movimientos vecinales tienen músculo, la ciudad mejora.

Sin nada más que añadir en este momento, se despide hasta la próxima, su amigo el Perro Paco.

¡Guau, guau!

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El Perro Paco, cronista de Madrid
Fotos: Clara Columba y el Perro Paco

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