Más de 10.000 personas, según la Delegación del Gobierno, 40.000 según los organizadores, han recorrido la tarde del domingo 15 de octubre, desde Atocha a la Puerta del Sol en apoyo a Palestina. La última crisis del conflicto palestino-israelí se ha saldado con más de 1.300 israelíes muertos asesinados por Hamás y más de 2.300 gazatíes muertos (hasta la fecha) asesinados por los bombardeos sobre población civil del ejército de Israel.
Quien quiera simplificar un conflicto que sangra desde hace 75 años no es muy inteligente o es muy interesado. Desde 1948 más de 5 millones de palestinos viven refugiados lejos de sus tierras, ocupadas por el ejército y los colonos del estado de Israel. El régimen de ‘apartheid’, basado en el Estado único judío y en el confinamiento del pueblo palestino en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, incumple desde hace décadas numerosas resoluciones de la ONU en pro de una solución al conflicto, ante la pasividad de la ‘comunidad internacional’. La franja de Gaza, desde hace más de 15 años, se ha convertido, como denuncian numerosas organizaciones de ayuda humanitaria que trabajan en la zona, en un campo de concentración, en el que se hacinan 2 millones de personas en situación de pobreza y extrema pobreza, dependientes de la ayuda humanitaria internacional para su supervivencia, sin libertad de movimientos y con elementos básicos como el agua o la electricidad controlados y racionados. ¿Cómo no iba a estallar semejante polvorín?
Fran Sevilla, veterano periodista y corresponsal de guerra de Radio Nacional de España, decía desde Gaza, esta misma semana previa a la manifestación que nos ocupa: “La situación es catastrófica. Yo llevo muchos años cubriendo guerras y no había visto nada igual al escenario que se está configurando ahora mismo en Gaza. Es una inmensa cárcel, a cielo abierto, con la gente bloqueada desde hace 16 años, sin apenas recibir recursos y hacinados (…). Israel está tratando de realizar una limpieza étnica palestina en Gaza, como ya se hizo en el año 1948”. El prestigioso músico israelí Daniel Barenboim, que trabaja desde hace años por el entendimiento entre el pueblo judío de Israel y el pueblo palestino escribía en la prensa alemana estos días: «Nuestro mensaje de paz tiene que oírse más fuerte que nunca. Pero el gran peligro es que la voz de todos aquellos que desean la paz se pierda en medio del ruido de los extremistas y de la violencia. El humanitarismo es universal y el reconocimiento de esta verdad de ambos lados es el único camino. El dolor de los inocentes de ambos lados es insoportable».
La manifestación de Madrid clamaba en cánticos y pancartas por el fin del ‘apartheid’ del estado de Israel al pueblo palestino. Por la calle de Atocha, hasta Jacinto Benavente y después torcer hacia Sol, se coreaban consignas contra la pasividad de la comunidad internacional ante la inminente masacre de civiles, que se prevé cuando entren los carros de combate en Gaza.
Entre otras organizaciones obreras que apoyaban la convocatoria, la CNT abogaba en su comunicado por revertir las dinámicas militaristas y estatistas, que utilizan a la población civil como meros peones en un macabro juego de ajedrez. En otra modesta pancarta se podía leer: “Desarme ideológico: del monoteísmo surgen fascismos”. La cartulina que portaba el manifestante me hizo preguntarme: ¿el integrismo islámico de Hamás y el sionismo ultranacionalista de los gobernantes del Estado de Israel pueden engendrar una solución justa y duradera para los pueblos?
Mañana nos despertaremos camino de nuestros trabajos con más muertos en el telediario o en nuestras radios. La comunidad internacional seguirá con su política de medias tintas donde no se condenan contundentemente los crímenes del ejército israelí sobre la población civil ni se ofrece una salida digna al sufrimiento de un pueblo como el palestino, abocado a la resistencia y la desesperación desde hace décadas. Afortunadamente, miles de personas en Madrid y en otras ciudades del mundo están clamando en las calles por una paz con justicia para Palestina, para cerrar no solo esta crisis bélica, sino el conflicto palestino-israelí.
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Alejandro Prieto
Parece mentira que en el siglo XXI la humanidad sigue igual que hace siglos,sin llegar a entendimiento y respeto todo por intereses políticos y religiosos.
Gracias por leernos y comentar, Fernando.