Les sorprendería saber los kilómetros que pueden andar una niña de 4 años y otra de 5 mientras que no paran de hablar de lo divino y de lo humano. Dos familias amigas hicimos la prueba. Ambas familias deportistas y amantes de la Naturaleza. Hacía tiempo queríamos coincidir en la montaña para hacer una ruta con nuestras peques y por fin lo hicimos.
Espléndido día de otoño, con un sol acogedor que templa la brisa serrana. Nos vemos en el puerto de Navacerrada. Dejamos los carros y formamos la expedición. Dos jóvenes de 11 años, un zagal de 8 y las mencionadas peques de 4 y 5. Cuatro adultos somos utilizados como ‘sherpas’ para portear las mochilas con agua, bocatas, frutos secos, sudaderas y otros pertrechos de la intrépida expedición.
Como en otras aventurillas senderistas, el bosque de Valsaín acoge nuestros pasos. Cogemos la ruta Schmidt porque es cómoda, fácil de seguir y no presenta mucho desnivel. No sabemos cómo nos responderán las más pequeñas, así que no nos fijamos punto de llegada. Partimos con la intención de charlar amigablemente mientras las niñas y el niño disfrutan de la Madre Tierra. Un abrazo de bosque para todos.
Pronto vemos que la ruta se le hace demasiado cómoda a la zagalería. Ayudados con los bastones senderistas, comienzan a trepar ladera arriba, buscar setas, saltar riscos e investigar en los arroyos que bajan de la montaña. Están en su salsa. No paran de hablar, reír y corretear. Disfrutan. Les ha picado el gusanillo que le picó al señor Schmidt hace un siglo.
Como ya contamos en otra de nuestras humildes crónicas montañeras, el Camino Schmidt hace honor al austríaco Eduardo Schmid Weikan, uno de los pioneros del senderismo de principios del siglo XX. En los albores del siglo pasado, este montañero de la Sociedad de Alpinismo de Peñalara abriría esta ruta pedestre para unir el puerto de Navacerrada con el valle de la Fuenfría. Es la época en la que pequeños grupos de científicos y amantes de la naturaleza se proponen redescubrir la Sierra de Guadarrama. Según otras fuentes, Schmid -o Schmidt- sería alemán o suizo. Lo que parece claro, a tenor de sus apellidos, es que no nació en Valsaín ni en Cercedilla. Parece ser que sería geólogo y que acabó en tierras hispanas de casualidad, cuando una embarcación alemana, proveniente de las colonias germanas en África, tuvo que atracar en España por el hostigamiento marítimo inglés a los barcos alemanes durante la I Guerra Mundial. El caso es que Eduardo Schmid acabó prendado de la Sierra de Guadarrama y por aquí anduvo, nunca mejor dicho, desarrollando su labor profesional y su pasión senderista, junto a sus amigos de los primeros clubs y asociaciones de montañeros de estas tierras. A Pío Baroja se le atribuye la frase: “(…) quienes enseñaron el campo a los madrileños fueron los obreros gallegos y asturianos y después los alemanes (…)”.
Hecho el apunte histórico, volvemos con la chiquillería y las jóvenes. La marcha prosigue a buen ritmo, teniendo en cuenta la longitud de sus piernas. El cansancio no asoma, pero decidimos hacer una primera parada de avituallamiento para tomar frutos secos, plátanos y agua. Siempre hay una pradera acogedora con algún árbol caído para buscar asueto y recuperar fuerzas.
Otra vez en ruta llegamos al cruce en el que debemos elegir tirar hacia el Collado Ventoso o hacia la Fuente de la Fuenfría. La zagalería opta por la Fuenfría. Allá que vamos. Después de 2 horas y pico andando, el destino comienza a parecer más distante de lo que pensábamos. Luego hay que volver, claro. Así que improvisamos una asamblea a mitad de camino y debatimos si almorzar y darnos la vuelta o proseguir hasta la fuente. Media hora después hemos llegado a la fuente de la Fuenfría desde el puerto de Navacerrada. Unos 5 ó 6 kilómetros. Queda la vuelta. Pero la ‘pandilla Schmidt’ se ha merecido un buen descanso, un trago de la mítica fuente y un sabroso bocata.
Todavía no la hemos mencionado, pero la expedición la cerraba en esta ocasión nuestra leal y veterana pastora alemana-belga, Senda. 11 años pastoreando pequeños. Por edad ya se pierde muchas rutas, pero en esta ocasión acompañó fielmente a su manada de dos patas.
La vuelta la hacemos por el mismo camino, bajo los pinos centenarios de Valsaín. Otros 5 ó 6 kilómetros de vuelta. Solo al final, los sufridos ‘sherpas’ tuvimos que portear a las más pequeñas alguna cuesta. Pero poco rato. Las más jóvenes demostraron una fuerza y resistencia que ya quisieran muchas personas adultas. Y así, pasito a pasito, fueron recorriendo camino y empezando a forjar su espíritu montañero y aventurero. Un placer disfrutar la montaña con un grupo de amigos, tan dispar en edades. Visto lo visto, cada vez hay menos excusas para no caminar la Sierra de Guadarrama.
Creo que 5 horas después de su inicio, Sonia, Diego, Karla, Eva y Nayara llegan a la cafetería del puerto de Navacerrada. ¿Quién les niega una merienda tras su gesta? Ríanse ustedes de Amundsen y Scott, que ellos lo hacían por gloria y dinero. Enhorabuena pandilla.
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Javier Prieto Sancho, del grupo de ‘sherpas’ mochileros
Me he oxigenado leyendo la caminata.
Me alegro. Gracias por leernos.
Estupenda crónica de la ruta,y muy buena la iniciativa de ir transmitiendo ese amor por la naturaleza y deporte a los más peques,mi enhorabuena y seguid así.
Muchas gracias, Fernando. Un placer contar con tu fiel lectura y comentarios.