Cartel luminoso de "Solo queda caer"

“Solo queda caer”: del poder y la servidumbre

“Un error en Matrix”. Así escuchó este perro teatrero, perdonen mi indiscreción, que le definía a un espectador el dramaturgo y director teatral Raúl Cortés (Morón de la Frontera, 1979) la presencia en la cartelera de la capital durante casi dos semanas (29 de febrero-10 de marzo de 2024) de esta obra de la Compañía de Cómicos La Periférica: “Solo queda caer”. 

Estaban a punto de echar el cierre a la compañía, allá en el Sur, en el pueblo sevillano de Morón de la Frontera, a 500 kilómetros de la capital de este ingrato reino tan desajustado, tan desequilibrado, después de, seguro, una larga sucesión de sinsabores. Pero si nos vamos, que sea a lo grande, vamos a vomitarlo todo, se debieron decir. Y así nació “Solo queda caer”, que les sirvió para no caer, al menos de momento, y hasta para irse de gira por Latinoamérica y estrenar en este invierno en el Teatro de La Abadía de Madrid.

Ya saben, amigos y amigas, que a mi querido antepasado el Perro Paco, versión finales del siglo XIX, le privaba el teatro y que dicen las leyendas que tenía pase gratuito y habitual en el Teatro Apolo. Yo no, la verdad, no tengo ni tanto tirón, ni tanto carisma, ni tanta jeta. Pero allí estaba, la otra noche en la Abadía…

…frente a ellos, los tres personajes de la obra, como nosotros, tres pringaos, esperando en el primer acto audiencia con el todopoderoso, con el omnipotente, con quien, obviamente, ha nacido para gobernar, no como nosotros, con Su Eminencia, a quien temen, odian y aman como sólo el poder permite. Son Parásito, Zurrapa y Pelele, entre letanías y lamentos, entre codazos y zancadillas. Somos nosotros, sometidas criaturas incapaces de soltarnos de la correa del amo, mirando por la ventana y por encima del hombro a ese otro que está todavía peor que nosotros, o eso creemos, o eso esperamos, alguien a quien poder pisar o al menos contemplar bajo nuestra bota. Y son Sara Velasco, Pablo Rodríguez y Cristina Mateos los actores que les dan vida. Por fin nos dará paso Mister Mister, pero sólo podremos entrar de uno en uno, no vayamos a juntarnos, esto no sería conveniente. Cuando salgamos de nuestra entrevista, nos habrán vestido de torero, tremenda guaya, o de folklórica o de nazareno. Porque aquí hemos venido a ganarnos la vida como bufones. O como cómicos. Sea cual sea nuestra obra cotidiana y nuestro escenario. Finalmente acabaremos montando un teatrillo en el despacho del concejal, consejero o ministro de Cultura que se tercie, combinando ruidos en un engranaje tan imperfecto como solvente, especializado en apagar, destruir, diluir, hundir, los atisbos de vida que aparezcan al otro lado de la puerta. Hay una receta infalible, funciona siempre: enterrarlo todo en papeles, camuflar la mezquindad y la mediocridad en burocracia. 

Teatro de La Abadía, Madrid

“Solo queda caer” es comedia, eso está claro, pero es ácida y amarga al mismo tiempo, ácida por cómo se refiere al poder y a lo que el poder hace con nosotros. No necesita ni subrayarlo, la mayoría de las veces, de tan interiorizada que tenemos la obediencia. Por ahí se expresaba Raúl Cortés en el encuentro con el público posterior a la representación del miércoles 6 de marzo. Porque sí, es un retrato del poder, pero sobre todo lo es de la servidumbre, continuaba el dramaturgo. Es, les decía, también una comedia amarga, pues es amargura lo que destila la obra, especialmente cuando se interna en el maltrato a la cultura, al arte, a la creación en definitiva. Una amargura que duele y sobre todo porque se siente que dolió crearla. Ahí este perro percibe ese olor a testamento con el que se gestó. Vamos a cagarnos bien en todo, vamos a haceros un retrato demoledor. Pero estamos jodidos y esto es también un autorretrato. 

Pero yo creo que ya hemos caído hace tiempo. Y es posible que así sea, le respondió Cortés al espectador que realizó tal sentencia, palabras más, palabras menos. Pero si así fuera, seguía, vamos a intentar juntarnos, para estar cayendo o caídos, qué más da, pero al menos juntos, al menos en compañía. Y si estamos un poco juntos, puede ser que de vez en cuando nos hagamos reír, y son la risa y el sentido del humor tan transgresivos, que quizás nos puedan dar esperanza. Al menos, la pasaremos mejor.

Es tarde, lo siento, amigos, “Solo queda caer” ya dejó el Foro, ya se largó de vuelta a casa, ya marchó este carromato de cómicos hacia otros caminos. Pero síganlos, seguro que no están tan lejos y tienen más oportunidades. O esperen, esperemos, a tenerlos de vuelta por los Madriles, en un nuevo error del sistema. 

¡Guau guau!

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El Perro Paco

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2 Replies to ““Solo queda caer”: del poder y la servidumbre”

    1. Creo que te habría gustado, Pedro. Si me entero de que vuelve la compañía por estos pagos te avisaré. ¡Buenas noches! ¡Guau guau!

      El Perro Paco

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