Un todoterreno para a nuestro lado y me pregunta su conductor, Miguel: “Javi, ¿qué le pasa a Senda que cojea?”. Pasamos por la calle del Castillo, camino del baile de la niña. Ahora es Sergio quien pregunta: “¿Qué le pasa a Senda?”. También Mª Luisa, que siempre la ha querido mucho: “Ay, Sendita, ¿qué te pasa?”. Y el paisano que corre cada mañana hasta Tielmes e interrumpe su trotar para acariciar y saludar a nuestra can: “¿Qué te pasa, perrita?”…
La loba hay días, casi todos ya, que está coja porque tiene artrosis. Las noches frías la despiertan a tres patas. Después, poco a poco, va recuperando su trote cuadrúpedo. Tiene 12 años y el otro día se le cayó una muela. El veterinario con buen criterio ya no quiere operarla. Quizá no resistiera la anestesia y en cualquier caso los meses de postoperatorio y rehabilitación no compensan.
Pasea hasta la ribera del río, bajo el cimbreo de los chopos desnudos, y vuelta a la colchoneta. En invierno el gato de la casa se arrulla en su regazo y ambos comparten su calor.
Senda se deja guiar pacientemente por la peque de la familia, que con 5 años lleva sola orgullosa a su perra. Senda ya ha crecido con la hermana mayor, de 11 años, y sabe respetar los ritmos y las maneras de los cachorros humanos.
La joven de 11 primaveras ha conocido también a una loba fuerte, rápida y juguetona. Hacía carreras con su perra y la perra ganaba, pero las dos disfrutaban. El pelo largo de Senda sirvió de asidero para aprender a andar a las pequeñas niñas. Con paciencia perruna, la loba aguantaba el torpe comienzo de sus hermanas sobre dos patas. Atrás quedaron los tiempos en los que entrenaba maratones con Jaime y conmigo. Atrás quedaron los tiempos de perseguir conejos campo a través.
Recuerdo el día que cazaste un cordero del rebaño de Abdul. Menos mal que el animal estaba para sacrificar en esos días y lo pude solucionar con el pastor y amigo comprándole la carne. Esa semana comimos cordero, sin tenerlo en la lista de la compra. ¿Qué te iba a decir? Fue descuido nuestro, que tú hiciste lo que te marcaba tu instinto.
O el día en que un pastor alemán de guarda, macho, te intentó hincar el diente. ¿Recuerdas? Acabamos los tres metidos en la pelea, porque yo contigo donde haga falta. Al final no hubo lesiones para nadie y de hecho acabamos en días venideros dando paseos con el perro y su dueño para socializaros como compañeros. A tu lado, siempre aprendiendo.
La perra, que ahora ya no corre más que en sueños recostada sobre su colchón, ha recorrido kilómetros y kilómetros de monte y sierra, como las mejores cazadoras. Ha mantenido en forma, con paseos y carreras a una gran familia. Siempre dispuesta al paseo, siempre ahí para hacer compañía.
Su buen carácter le ha granjeado no pocas simpatías entre perros, gatos y humanos del pequeño pueblo que habita. Su manto negro por arriba y fuego por patas y pecho la identifican como pastora alemana, pero su cara afilada, su talle estilizado y sus faldones traseros hacen gala de su linaje de pastora belga. Mestiza.
Le ha encantado el agua, bañarse en ríos serranos y nadar en represas, pozas e incluso mares.
Ahora nos está enseñando a cuidar, a respetar su ritmo de abuela como dice la peque. A llevar sus achaques y dolores con estoicismo y tirar palante a tres o a cuatro patas, más o menos tiempo, más lejos o más cerca, pero los paseos que no falten, ni con lluvia, ni con frío, aunque la artrosis le agradezca los días soleados. Y nos enseña que la vida pasa, que llegó hecha un ovillo negro y ahora camina el otoño de su existencia con su manada. Y es ley de vida y la vejez forma parte de ella, de la vida.
Cuando todo ha ido bien ha estado ahí. Cuando todo iba mal nunca faltó su paseo y que te diera el aire y se llevara parte del mal rollo. Se llama Senda, ya lo hemos dicho, un camino natural de lealtad, lleno de repechos y bajadas, porque los caminos del monte se parecen mucho a los caminos de la vida, ni son rectos ni son lisos.
A Senda le pasa que tiene 12 años. Cuando yo llegue a los 84 veremos como paseo. Si paseo… Con su retranca, con su pata trasera izquierda chunga, seguimos disfrutando del camino en compañía de Senda. Qué placer.
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Javier Prieto Sancho
Fotos: Javier Prieto y Nayara Serrano
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Me ha gustado mucho. Compartimos la vida con nuestros compañeros peludos y algún día, llega la vejez, a ellos y con suerte a nosotros. También llega la despedida, pero lo importante es el camino recorrido y todo lo vivido juntos.
Gracias!!!
Así es, lo importante es el camino recorrido y compartido.
Gracias a ti por leernos y comentar, Irene.
Emotivo relato, que nos muestra que al final los animales son como nosotros,
o mejor que algunos humanos,tendríamos que aprender y aceptar con resignación
los ritmos y cambios que nos trae la edad.
Qué buena compañera y qué bien contado, Javi. Felicidades
Gracias, Fernando y Santiago.
Me alegro que os haya gustado.
Sólo quiero decirte que me ha emocionado esta descripción del otoño de la vida de Senda.
Será que compartimos el amor por los peludos de cuatro patas. Gracias por leernos y comentar, Carmen.
Muy emotivo, Javi. Precioso relato con el que me identifico, yo tengo felinos, dos preciosas gatas, una de ellas va a cumplir 13 años.
Tu forma de contarlo me ha encantado.
Muchas gracias por compartir tu relato, tan bonito y tan lleno de emociones.
Felicidades
Gracias, Ana. Disfruta con tus gatas y de todos los pequeños detalles que da la convivencia con esas pequeñas tigresas.