Hace un par de años, libramos una de esas grandes batallas para nosotros; pequeñas, insignificantes incluso, para la mayoría. La Comunidad de Madrid anunciaba entonces el cierre de las nueve escuelas infantiles de la ciudad de Madrid que dependían directamente del gobierno autonómico y que tenían integrados en la misma escuela los dos ciclos de educación infantil.
De nada sirvieron lo que hablaron un montón de especialistas sobre la importancia de conservar y salvaguardar ese modelo, un modelo pedagógicamente mucho más interesante. De nada sirvieron los reclamos de que debería ser a la inversa y que estas escuelas sirvieran de modelo para todas las demás. Perdimos.
La Comunidad de Madrid buscaba entonces aumentar la oferta de plazas de primer ciclo de infantil al mínimo coste posible. Y una jugada sencilla era convertir todas las plazas de segundo ciclo de estas escuelas en plazas de primer ciclo. A coste cero, porque ya estaban. Y desplazar todas las clases de segundo ciclo a los coles de primaria, haciendo hueco.
Hubo movilizaciones y protestas, no pocas, ¿eh? Aquí dimos razón de ellas, porque nos tocaba muy cerca. Mis dos hijos van (ya casi iban) a La Jara, una de estas nueve escuelas públicas. Como nos dijo alguien muy grande alguna vez, nos quedó, pese a la derrota, la satisfacción de haberlo luchado. La mayor, que ya estaba en segundo ciclo, ha podido terminar, les permitieron hacerlo, su curso ha sido el último de las escuelas 0-6. El pequeño, en cambio, no podrá comenzar el segundo ciclo en la misma escuela. No hay dramas, no se crean. Es una pena y una pérdida para Madrid, para sus gentes y para el modelo educativo, pero no hay dramas. No es nuestro rollo.
Al final de esta primavera, silenciosamente, o más bien, con maravilloso estruendo infantil, estas escuelas dijeron adiós tal y como habían existido hasta el momento. Fue una despedida íntima, sin los focos que nos iluminaron fugazmente hace unos años al hacer algo de ruido con nuestras movilizaciones. En esta despedida, lo importante eran nuestros pequeños y pequeñas, que terminaban una de sus primeras etapas de la vida. Fue intenso y muy bonito. Como toda esta etapa de la vida tan increíble. Nosotros hemos tenido la suerte de tener a Anabel con nuestra hija mayor en todo este ciclo, estos tres cursos. A la mejor educadora que podíamos desear, Anabel. A quien estaremos eternamente agradecidos. Con la certeza de que no hay exageración en la grandilocuencia de la eternidad. Ella nos regaló un último gran cuaderno, con algunos de los preciosos recuerdos y trabajos acumulados en estos tres años. Ella les regaló a cada uno de sus peques un pequeño texto, dedicado a cada una de esas personitas para las que ha sido referencia, certeza y casa. O mejor dicho, escuela.
Y nos regaló otro texto más, dedicado esta vez a todos, por supuesto a ellos, sus peques, pero también por extensión a todas las familias. Este segundo texto, aunque sea suyo, no es de su autoría. Fue escrito por el pensador y autor estadounidense Robert Fulghum en su libro «Las cosas importantes las aprendí en el parvulario: breves relatos y pequeñas verdades» y lo transcribo a continuación.
Es también la despedida de curso del Perro Paco. Felices vacaciones. Hasta pronto.
Todo lo que necesito saber lo aprendí en la escuela infantil
Todo lo que realmente necesito saber, sobre cómo vivir y cómo ser,
lo aprendí en la escuela infantil.
Estas son las cosas que yo aprendí: compartir todo
Jugar sin hacer trampas
No pegar a la gente
Poner las cosas donde las encontré
Limpiar mis propios líos
No coger cosas que no son mías
Decir perdón cuando hiero a alguien
Lavarme las manos antes de comer
Tirar de la cadena en el servicio
Vivir una vida equilibrada
Aprender algo, pensar algo
Dibujar, pintar, bailar, jugar y trabajar algo todos los días
Echarme la siesta cada tarde.
Cuando salgo al mundo, tener cuidado del tráfico,
agarrarme de la mano y permanecer juntos
Estar atento a las maravillas
Recordar la pequeña semilla en el plato: las raíces van para abajo y la planta crece para arriba y realmente nadie sabe cómo ni por qué, pero nosotros somos igual que esto. El pez dorado y la tortuga e incluso la semilla morirán. Y nosotros también.
Y recuerda la primera palabra que aprendiste a MIRAR
todo lo que necesitaba saber está aquí en alguna parte…
Coge cualquiera de estas normas y llévala al mundo adulto, a tu familia, a tu trabajo, a tu pueblo, a tu país y seguirán siendo verdad: échate la siesta… e imagina que tienes la capacidad de poner las cosas en su sitio o de limpiar tus propios líos cuando las cosas no van bien…
Y continúa siendo cierto, no importa cuál sea tu edad, que cuando salgas al mundo es mejor que te agarres de la mano y permanezcas junto a alguien.