En la noche de la Gran Nevada, la noche de Filomena, un chasquido, un ruido sordo y triste se hizo poco a poco dueño de las horas: las ramas de los aligustres al fin cedían y caían.
En la noche de la Gran Nevada, la noche de Filomena, un chasquido, un ruido sordo y triste se hizo poco a poco dueño de las horas: las ramas de los aligustres al fin cedían y caían.