Hace unos días, antes de la celebración de los Premios Goya del cine español, estuve viendo los cortos que habían sido nominados. Me llamó la atención un corto documental que se titulaba «Els buits» (Los vacíos), con autoría de tres directoras y guionistas: Sofia Esteve, Isa Luengo y Marina Freixa Roca. Recoge la historia de Mariona, madre de Marina Freixa Roca, detenida e internada en un correccional de los que pertenecían al Patronato de Protección a la Mujer.

¿Y qué era el Patronato de Protección a la Mujer? El Patronato era una institución franquista que se creó en 1941 dependiendo del Ministerio de Justicia y bajo la presidencia de Carmen Polo, esposa del dictador. Su función era velar por las mujeres caídas o en peligro de caer, privando de libertad a miles de jóvenes españolas ejerciendo funciones de vigilancia, recogida, tratamiento e internamiento de las jóvenes menores de edad (no hay que olvidar que la mayoría de edad no se alcanzaba hasta los 21 años).
En los reformatorios o correccionales dependientes del Patronato se encerró, sin haber cometido ningún delito, a jóvenes consideradas díscolas, desobedientes o promiscuas; a chicas que escapaban a la ciudad huyendo de la brutalidad de sus padres o a menores de edad que se quedaban embarazadas. Y además, en un porcentaje muy alto, denunciadas y llevadas por sus propios padres. Para ellas existió en Madrid, hasta 1984, la maternidad de Nuestra Señora de la Almudena de Peña Grande, una institución supuestamente relacionada con la trama de los bebés robados. Antiguas internas han empezado a denunciar las presiones continuas de las monjas para que dieran a sus hijos en adopción y la sospecha de que esas adopciones se hicieron de forma irregular.
También eran internadas las jóvenes que, digamos, presentaban un perfil político contrario a la dictadura, por lo que eran consideradas revoltosas y transgresoras de las estrictas normas del franquismo. En una palabra, era una cárcel, legal, amparada por la Iglesia, el Estado y, en muchos casos, por las propias familias. Pero las jóvenes que así eran privadas de libertad no habían cometido ningún delito, no lo olvidemos. Estaban custodiadas por personal de la Sección Femenina de la Falange o por las instituciones religiosas más duras, como Adoratrices, Esclavas del Sagrado Corazón, del Santísimo Sacramento, Oblatas, etc.
Sobre el papel, el Patronato estaba creado para evitar la prostitución y explotación de menores, y fomentar la dignificación de la mujer, pero en la realidad era uno de tantos instrumentos creados durante la dictadura para ejercer un férreo control sobre aquellas chicas que osaran desafiar el modelo de mujer creado para ellas: religiosas, madres amantísimas y esposas sumisas. Es curioso comprobar que, en la cúpula de estos centros, todo eran hombres, jueces, militares, obispos, etc.

La forma de vida en estos centros era terrorífica. Lo primero era comprobar si eran vírgenes o no, para darles un tratamiento u otro. Estaba prohibido cualquier tipo de amistad entre ellas, no podían ni dirigirse la palabra, trabajaban en talleres de confección, donde cosían, sin recibir ni una peseta por su trabajo, abrigos, por ejemplo, para El Corte Inglés. Las internas sobre las que pesaban acusaciones de ser contrarias a la ideología reinante recibían tratamiento psiquiátrico, en forma de electroshock o inyecciones diarias de insulina para provocar un choque insulínico que a veces llevaba al coma y que, a la larga, provocaba una pérdida de memoria, que seguramente es lo que querían conseguir. Por cierto, al parecer, en estos tratamientos estaba el Dr. Vallejo-Nágera hijo, llevando el control junto a algún doctor más. Por lo demás, lo que era para todas igual: trato con desprecio, comida mala y escasa, castigos corporales, humillaciones, celdas de castigo… Los correccionales se extendían por toda España; en Madrid, desde luego, había varios, por diferentes barrios.
Esta historia de terror se mantuvo en el tiempo, hasta 1984. Sí, habéis leído bien, en plena transición, con Felipe González en el Gobierno. Y parece ser que el hecho que ocasionó el cierre de este organismo fue la muerte en un centro regentado por las Cruzadas Evangélicas en San Fernando de Henares de una interna de 15 años, Inmaculada Valderrama, que cayó al vacío cuando intentaba deslizarse con una sábana desde una ventana para huir porque no lo soportaba más. Este hecho aceleró el cierre del Patronato y de todos los centros gestionados por él.
Parece increíble. La historia del Patronato, que también forma parte de la Memoria Histórica de nuestro país, que se mantuvo tantos años, es algo completamente desconocido para la mayoría de la población, sea de la generación que sea. Yo me pregunto si ese silencio que ha cubierto como una lápida esta historia todos estos años es porque solo afectaba a mujeres y niñas (ingresaban a partir de los 16 años).
En los últimos tiempos, han salido algunos libros y parece que se ha difundido un poco más. Incluso algunas de las mujeres que lo sufrieron están hablando, ya callaron durante mucho tiempo. Vamos a difundirlo, porque aunque no se pueda castigar a los culpables, al menos, el reconocimiento a las víctimas que lo sufrieron, porque eso son y han sido: víctimas.
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Irene Paz