Hemos entrado en la última semana de la exposición “Mundo Pixar” en Madrid, que nos acompaña desde el 5 de diciembre en el recinto de IFEMA Madrid y que dirá adiós a nuestra ciudad el próximo domingo 26 de mayo. Éxito absoluto de visitantes, con más de 500.000 personas que han pasado por sus salas en este casi medio año.

“Un viaje a través de tus historias favoritas” sintetiza el eslogan de Pixar Madrid. Y, al menos en apariencia, una formidable máquina de hacer dinero para los promotores de esta exposición inmersiva, el adjetivo de moda de este tipo de instalaciones en la tercera década de este milenio. Estos productores son, por cierto, Proactiv Entertainment, MP Producciones y Ozono Producciones, porque también es interesante conocer a quienes están detrás del ocio que consumimos.

Trece grandes salas, trece grandes instalaciones, cada una de las cuales nos lleva a un escenario más que reconocible, el de 10 de las películas de los famosos estudios cinematográficos Pixar, que dieron tremenda vuelta a la industria mundial de la animación desde el estreno de “Toy Story”, dirigida por John Lasseter en 1995.

Woody y Buzz Lightyear llegaron muy hondo al corazón de pequeños y grandes y el resto es historia: “Monstruos S.A” (Monsters, Inc), “Ratatouille”, “Luca”, “Coco”, “Cars”, “Del revés” (Inside out), “Up”, “Los increíbles” (The incredibles), entre otras, junto a todas sus secuelas. Tanto fue así que la ¡quinta entrega! de las aventuras de Toy Story ya tiene fecha de estreno: 19 de junio de ¡2026! , más de 30 años después de la primera y con más de dos años de antelación. Ese extraño mundo que habitamos. Pero sea como fuere, los personajes y las historias de Pixar nos han proporcionado felicidad gratis, o bueno, más o menos, a millones de espectadores de todo el mundo. Eso evidentemente es oro. Por eso mismo, Disney no tardó más de 10 años en encontrar una solución a su inesperado competidor desde mediados los 90: comprarlo. Lo que hizo en 2006 para, desde entonces, poder ingresar todo en la misma caja. Esta gente sí sabe cómo no perder nunca. Y tiene cómo hacerlo, claro.

Vayamos a la obviedad: visitar “Mundo Pixar” con pequeños es un acierto prácticamente seguro. La sensación de entrar dentro de los queridos decorados de los cinéfilos bajitos, de ver todos juntos a los personajes de las películas, de estar rodeados por decenas de otras pequeñas criaturas con las que compartir experiencia junto a sus esforzados, sonrientes y satisfechos padres son argumentos de garantía de que el plan triunfa. Y así se te olvida que te han sajao’ con las entradas. Que has vuelto a paquetear (¿y qué remedio?) en el parking del IFEMA. Y no piensas en la nada que te rodea en las carpas del recinto ferial donde acercarse rápidamente a algún lugar en busca de un café o un bocata es una misión inabordable. La felicidad, aunque sea efímera, de nuestros hijos e hijas. Poco riesgo en el negocio.

Y la nostalgia, no nos olvidemos de ese elemento generador de millones sin límite que es la nostalgia. Porque admitamos que cuando vas a Pixar, el plan te seduce a ti también. O al menos dices: ni tan mal. Porque los citados Woody y compañía, Nemo y Dory, Sulley y los suyos, Rayo McQueen, Alegría y su pandilla, Miguelito o WALL-E forman parte de la biografía sentimental y por supuesto cinematográfica de muchos de los mayores que acuden esta vez con sus hijos de la mano.

Pero ya que mi amigo el Perro Paco me da la oportunidad de expresar mis opiniones sobre la exposición en su revista, no quería dejar de apuntar un par de puntos o tres que creo que son claves en el análisis de los espectáculos y grandes productos de consumo de ocio que nos ofertan y que habitualmente compramos en este momento que vivimos: una es que todo parece que tiene que ser gigantesco, enorme, colosal, una megaproducción, todo debe ser exageradamente a lo grande; dos, que en parte es consecuencia lógica de la anterior, pero que algo me dice que forma parte del plan, es que todo acontece en lugares lejanos, extraños, al margen de todo, sitios sin alma, IFEMAS de la vida, todo sucede en no lugares totales; y tres que la propuesta será inmersiva y todo lo que tú quieras, pero la realidad es que la interacción que se nos propone a los asistentes-espectadores, a la que se nos invita con curiosa insistencia, es que te hagas fotos y vídeos y los subas a tu Instagram, Tik Tok, Facebook o la que sea tu red o tus redes de referencia. Ese es el sentido de todo, el fin último: que nos vean, disfrutar de que nos miren, que envidien nuestra alegría, nuestra suerte, nuestro tino, nuestro plan. Y que vengan, que vengan ya. Todo es un poco monstruoso ahora que me doy cuenta. O quizás exagero.

Y dicho esto, ¡hasta el infinito y más allá!

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Santiago Gómez-Zorrilla

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