Hoy le toca el turno a uno de esos viejos comercios de Madrid que nos llevan acompañando durante varias generaciones: el Almacén de Pontejos, situado muy cerquita de la Puerta del Sol y que fue inaugurado en el año 1913, el 1 de mayo para más señas.
Por aquella época Antonio Ubillos Baztarrica, guipuzcoano de nacimiento y de residencia, emigró a la capital, ya que al no ser el mayor de sus hermanos, no le correspondía heredar el caserío familiar. Como sucede en algunos viejos cuentos, llegó a Madrid a principios de siglo XX con intención de labrarse un porvenir. Al principio empezó a trabajar en la tienda de un tío suyo y, como eso del comercio le gustó, decidió establecerse por su cuenta. Así fue como alquiló el local en el que está y siempre ha estado el vetusto almacén, en la Plaza de Pontejos número 2, vecino de edificios históricos y literarios, como aquella casa en la que vivió la familia de Juan Santa Cruz, en la novela «Fortunata y Jacinta» de D. Benito Pérez Galdós.
El Almacén de Pontejos empezó pronto a triunfar en Madrid por la variedad de cosas que vendían. Hablamos de épocas en que las mujeres se hacían su propia ropa, no existía la confección y las mujeres solían coser su ropa y la de su familia. Este Antonio Ubillos debía tener ojo para el negocio, ya que se le ocurrió la idea de traer de Suiza puntillas y encajes para los ajuares de las novias. Empezó a viajar por España con su mercancía y fue un éxito rotundo.
Desde entonces van cuatro generaciones de la familia al frente del establecimiento, desde 1975 ya con el local comprado y actualmente regentado por los bisnietos del fundador de la tienda. Tienen a día de hoy más de 150.000 artículos diferentes, de ahí la famosa recomendación para cualquier cosa que estemos persiguiendo: «Busca en Pontejos, porque si no lo tienen ellos es que no existe». Así era y sigue siendo cierto, tienen absolutamente de todo tipo de cosas relacionadas con el negocio de la mercería: tira bordada, tapicería, borlas, flecos, cordones, broches para collares, botones de todas las formas tamaños y colores, revistas especializadas en ganchillo, punto de cruz o petit point… Y a buen precio, todo sea dicho.

Entrar en la tienda es como entrar en otra época y volver a otra forma de comprar, pidiendo el número y esperando pacientemente tu turno. Y la forma de trabajar de los dependientes es de 10. Cada uno con su bolígrafo y sus tijeras se mueve veloz y diligentemente entre miles de cajitas, perfectamente organizadas… Increíble lo bien organizado que está todo… Cuando ya tienes tu compra hecha te dan un papelito para que vayas a una de las dos cajas que hay, para recoger tu compra y efectuar el pago.
Estas son algunas de las claves de su éxito en el negocio: la variedad de género, la amplitud de su almacén y una clasificación metódica y exhaustiva en la que hasta el más mínimo botón está ordenado. Pasan al día por la tienda al menos 2.000 personas y cada semana reciben entre 50 y 100 artículos nuevos. Después de tantos años, han sabido irse adaptando a los tiempos y ampliar horizontes, por así decir. Actualmente tienen comercio online y gran presencia en redes sociales, aunque han sabido conservar el espíritu de aquella mercería que inició el fundador, Antonio Ubillos, como aún se puede leer en una de las fachadas. Y han seguido manteniendo igualmente los mostradores, las columnas o las lámparas.
Recuerdo haber ido bastantes veces a Pontejos con mi madre a comprar alguna cosa que necesitara, un broche de collar, una cremallera de color o medida menos estándar, lentejuelas para algún disfraz cuando hacíamos teatro en el colegio, etc.
El Almacén de Pontejos es también referencia para tiendas especializadas en alquiler de trajes de época, como la Sastrería Cornejo. Como dato curioso, añadir que también es referencia para el atrezzo de películas, series y programas de televisión, como «Maestros de la costura» o la mismísima serie «Juego de Tronos» . Todo esto se traduce en los más de dos millones de euros de facturación anual y en su permanencia en el comercio de Madrid a través de los tiempos. Por último, desde hace aproximadamente diez años han montado, y a petición de su amplia clientela, la Academia Pontejos, en la que te enseñan a hacer punto, ganchillo o patchwork.
En fin, un comercio centenario de Madrid, y con muchísima historia que contar.
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Irene Paz
Mi madre y prácticamente todo el barrio, fue clienta asidua de este establecimiento emblemático de Madrid. Siempre me llevaba, pues me ilusionaba ese viaje en metro hasta el corazón de Madrid desde un barrio de extrarradio. Ver esa maravilla de tienda con infinidad de objetos de todos los tamaños, formas y colores diversos, era una visión extraordinaria. A veces ahora sigo yendo y esperamos que el negocio siga muchísimos años.
Así es, Luis.
Gracias por leerme…..