Caricias escondidas

Es viernes por la tarde y estoy en un bar de la Plaza del Dos de Mayo haciendo tiempo. He venido hasta este barrio céntrico madrileño, uno de los barrios donde he vivido desde que llegué a esta ciudad y uno de los que considero, entre otros cuantos, mi propio barrio, porque aquí fui un vecino más durante una temporada.

He pedido una cerveza que la simpática camarera me ha servido junto con una tapa. A mi lado hay un grupo de chavales veinteañeros, dos chicos y dos chicas, que ríen y hablan en voz alta. Los chicos se sientan juntos en dos banquetas y casi no hablan mientras beben de sus copas; ellas están de pie, apoyadas en la barra y no paran de contarse cosas.

Una de las chicas, morena, delgada y alta, es muy atractiva, tiene una mirada que engancha y creo que es su belleza lo primero que me llamó la atención de este grupo de chavales. Ahora mira a su amiga, rubia y algo más baja, que le está contando algo que no escucho. Mientras les observo, creo adivinar que entre ellos cuatro no están emparejados. Los chicos por un lado, ellas por otro. Amistad sin piel, amigos puede que del barrio y de estudios.

Entonces entra en el bar otro chico al que parece que todos conocen. Es alto, guapo, moreno, se le ve mucho más hombre que a sus otros dos amigos varones, que le han saludado con un gesto sin levantarse de las banquetas. La chica rubia se acerca a él, algo exagerada en su recibimiento, y le da un par de besos en las mejillas. El nuevo chico, saluda a todos y cuando se acerca a la chica morena para saludarla, le acaricia la mano con más que familiaridad. El resto del grupo no puede ver esa caricia que a mí, que la he captado por casualidad desde mi posición, me resulta curiosa y me hace mantener una discreta atención sobre ellos, mientras sigo bebiendo mi cerveza.

Continúan hablando de sus cosas, quitándose la palabra unos a otros y ya se me ha hecho más que evidente que la caricia que he visto, solamente ha sido un preludio de roces a escondidas, de buscarse con las manos, de mirarse a los ojos y todo ello sigo creyendo que lo hacen de una manera discreta para que el resto no se dé cuenta.

Entonces, oigo claramente que el chico dice al grupo que tiene que contarles una cosa, que tanto él como Ana, así se llama la morena, tienen que contarles una cosa. Todos se callan y él mirando con una gran sonrisa tímida, dice que están saliendo juntos desde hace unos días. Que por eso querían verlos a todos esta tarde, porque querían contarles que han pasado de ser amigos a medio novios.

Ambos se miran y ponen cara de circunstancias. La carantoña de la chica es lo más bonito que he visto en todo el día. Es una escena graciosa y yo sigo como espectador solitario, intentando que no se note mi presencia, disfrutando de este momento en el que no debería ser partícipe pero que me he encontrado por azar.

Los dos chavales, que siguen sentados, se miran entre ellos, con cara simpática y sin decir ni mu. La chica rubia, la más habladora, muestra mucha ilusión ante el anuncio, les felicita, vuelve a besar en las mejillas al chico moreno y ahora también a la chica. Les dice que estupendo, que qué calladito que se lo tenían, que ya se olía ella algo, que enhorabuena.

Ahora la pareja recién descubierta para el resto del grupo, se da la mano sin esconderse, hacen alguna broma que pasa bastante desapercibida y ella les dice a todos que habrá que celebrarlo, que pidan más bebida, que ellos les invitan.

Me encanta ir pasando por los rostros de cada uno de ellos: los chicos sentados que siguen bebiendo a sorbos y muy escasitos de palabras, la rubia sonriente a la que yo imagino algo fastidiada por no haber podido llevarse al más guapo de la pandilla, y la pareja de novios, ahora más guapos, torpes en su nuevo rol ante los demás, pero a mis ojos muy enamorados.

Ya vienen las bebidas de la nueva ronda. Decido que yo no voy a seguir bebiendo. Llamo a la camarera, le pago mis dos consumiciones, dejo una buena propina, me despido de nadie y salgo del bar. Mientras las calles de Madrid me acogen como uno más, de camino a mi casa, voy pensando que me he colado como espectador en un momento muy dulce, y en el que me sentí un poco cómplice de esa primera caricia escondida, cuando esos jóvenes todavía no habían anunciado su reciente amor al resto de sus amigos.

.

Alonso Expósito

¡Sigue al Perro Paco!

¡No hacemos spam! Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

2 Replies to “Caricias escondidas”

  1. Mi mirada puede ser cinéfila. Muchas veces miro de esa manera como otras miro desde las nubes o desde el romanticismo . Pero, en este caso, te aseguro que, además de todo eso, fue más mirada de documentalista que de cine de ficción. Esa historia ocurrió ante mis ojos aunque yo la haya adornado con retazos de mi imaginación. Gracias por comentar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *