Luna, un año en casa

Familias multiespecies contra la caza

Crónicas de media distancia, desde la Sierra Oeste madrileña

Luna llegó a nuestra casa a principios de abril. No llevaba ni cuarenta días en la protectora de Alcalá de Henares desde que la encontraron a principios de marzo unos guardias civiles. Perdida, asustada, con el rabo cortado y sin chip. Estas circunstancias obedecen a un modus operandi, unas prácticas violentas perpetuadas y ligadas al final de la temporada de caza. Una avalancha de abandonos de perros y perras.

Unos porque ya no valen, desechos de la clase trabajadora animal. Otras porque ya parieron pequeños futuros cazadores, robaron sus crías y ahora son abandonadas cual maternidad subrogada.

La revista Salvaje en su número 19, bajo el título de “La jauría indefensa”, realizó un reportaje minucioso hablando con cazadores, animalistas y políticos para comprender estas dos posturas aparentemente antagónicas. “La nueva ley de protección animal es la primera normativa de ámbito nacional en reconocer derechos para los mismos. Sin embargo, las presiones del lobby cinegético han conseguido que los perros de caza no se vean protegidos por las mismas normas que cualquier otro perro doméstico.“

No es la primera vez que escucho esta frase, y es que aparte de usarse mal, es el anticipo del maltrato animal: “Yo no humanizo a los perros, porque son animales”, dice Cruz en el reportaje y añade refiriéndose a sus perros de caza: “pero sí tengo claro que viven mejor y son más felices que muchos perros que están en pisos de 60 metros cuadrados en Madrid.”

Lo que no sabe Cruz es que la palabra humanizar se entiende como todas aquellas prácticas de empatía, solidaridad, afabilidad, respeto, dignidad, es decir, tener en cuenta los cuidados y las decisiones autónomas. Siempre que entendamos que la humanidad significa actuar en una dirección unívoca y que hacerse o ser humanos es lo contrario a deshumanizar. La realidad de nuestro cotidiano nos dice lo contrario: genocidio, guerras, torturas, abusos, discriminación, clasismo, brechas y rupturas. Son zonas oscuras de nuestros imaginarios. Actos de maltratos y violencias, no solo hacia nosotros mismos, sino hacia cualquier ser que habita el planeta. Dado el galimatías que las palabras humanizar o deshumanizar representan y el mal uso empleado, parece ser que Cruz lo que hace es deshumanizar a sus perros de caza, despojar a sus perros de cualquier característica ‘humana’ desde el punto de vista antropocéntrico y tratarlos como a perros. Cruz advierte en el reportaje de que sus perros están bien cuidados, como perros que son, claro. Sus perros viven encerrados en celdas de unos tres metros cuadrados, les da de comer todos los días y salen de paseo 4 veces de cada 7 días. Para Cruz, ese es el trato que merecen los perros y, según él, la privación de movimientos, el encierro y la sumisión son prácticas loables.

En el reportaje, Belén, trabajadora en un centro de protección animal, explica que “ya no se encuentran galgos ahorcados, por ejemplo, y hay muchos cazadores a los que conocemos que tienen a sus perros bien cuidados” o, lo que es lo mismo, mi marido me pega lo normal. Pero añade: “A febrero le tememos”. Más o menos es el mes en que Luna fue abandonada y el mes en el cual acaba la temporada de caza en la Comunidad Madrid, momento en el cual los cazadores toman decisiones sobre el futuro de sus posesiones. “Muchos nos llaman y te lo dicen directamente”, que tienen un perro o perra que ya no renta. “Otros mienten diciendo que se lo han encontrado abandonado e incluso hemos visto animales a los que les han arrancado el microchip”. Claro que sí, Cruz, los usáis y, cuando no cotizan, bro, los abandonáis para que los adopten y cuiden los urbanitas de los 60 metros cuadrados.

Luna, un año en casa

Después de un año con Luna, totalmente inexpertos en el cuidado canino, hemos ido observando su propia manera de contarnos su historia. Esa vida pasada, la cual desconocemos en su totalidad. Sabemos que ha sido golpeada con algún tipo de palo largo, ya que el simple hecho de coger algo parecido, le hace meter el rabo entre las piernas e irse del lugar. A veces orina como hembra y otras como macho, lo que nos puede indicar que ha sido educada por un macho sin vínculos con otras hembras. Tiene una pose de cazadora que sale a relucir en cada paseo, así como su posible cruce con Spaniel Bretón y Terrier de pelo corto. Esa danza sigilosa cuando quiere atrapar un juguete estático de mi mano o un gato que se encuentra al acecho.

En breve cumplirá 5 años -creemos- y solo uno en nuestra familia. No le gusta nada el arnés de paseo, es muy cariñosa y le encanta jugar y correr. Pensamos que pueda tener algún tipo de agorafobia o miedos asociados a la ciudad, quizás nunca había estado en una. El simple hecho de bajar a Madrid le hace temblar de cuerpo entero nada más llegar. Incapaz de relajarse ni para poder orinar, busca y tira de la correa intentando escabullirse en cualquier puerta que ve abierta.

El pavor que siente por cualquier ruido que se le parezca lo más mínimo a un disparo, es desestabilizador. Puede ser un globo, un portazo, un petardo… En esos momentos solo quiere huir y da igual que la llames o le ofrezcas alguna chuche. Sale despavorida intentando refugiarse en cualquier habitáculo cerrado como podría ser la celda donde pensamos que quizás vivía. Recientemente el terror que sentía cada vez que bajamos a Madrid se trasladó a nuestro pueblo. El comienzo de la temporada de caza, vivimos rodeados de cotos privados y los tiros se oyen a lo lejos. ¡Una tarde, un paseo y pum! Rabo entre las piernas, huida, temblores y al llegar a casa directamente debajo de nuestra cama. Después de un mes parece que poco a poco tiene menos miedo a salir a las calles de nuestro pueblo.  Durante esos días, fue un suplicio dar algún paseíto con ella, ya que solo salía para hacer un pis o una caca cerca de casa y ya quería volverse hacia nuestra puerta.

Cuando leí el post sobre el reportaje y las palabras de Cruz y Belén, nuestras pesquisas fueron tomando algo más de forma sobre la vida pasada de Luna. Ese miedo a los espacios abiertos, a la ciudad, ese terror a los ruidos que parecen disparos, a los palos de madera… Los cazadores han conseguido que no se les toque con la nueva ley, de hecho, van dando lecciones de bienestar animal.

Cuando veo a Luna en casa, sin ataduras, libre y sin miedo, observo cómo elige la compañía de su manada, el calor de la chimenea, la comodidad de una cama, el juego y el cariño de unas manos que le rasquen. Ningún ser quiere ser encerrado en tres metros cuadrados a la intemperie de la climatología y como perra de clase, de clase trabajadora, sabe perfectamente lo poco que nos gusta ser usados como mano de obra.  Luna está jubilada, dormir, comer, volver a dormir, jugar, dar y recibir amor sin miedo a que la abandonen o la maltraten. Esa es la diferencia entre bien estar y mal estar.

Al parecer, la caza sirve para controlar las poblaciones, reducir los accidentes de tráfico y prevenir daños en cultivos, leo entre los argumentos para justificarla. Muy pocos países, entre ellos, Costa Rica, Colombia, Zambia, Botsuana y Kenia, han prohibido la caza comercial o deportiva. Mientras, nuestra especie, invasora y colonizadora de mundos, destructora de seres vivos y de sus propios congéneres, va dándose caza en su particular caza de brujas, controlando las poblaciones como ya hacían los neonazis en las calles del Madrid de los 80 o como hace Occidente mediante el control de sus fronteras. Como recientemente Israel controla y deshumaniza al pueblo palestino hasta tal punto que a día de hoy ya ha dado caza a más de 30.000 personas.

Deshumanizar es despojarnos de los relatos interespecies que nos preceden, relatos de interdependencia, de cuidados mutuos, simbiosis, mutualismo y comensalismo para así poder argumentar el genocidio de unos seres sobre otros, de unos pueblos contra otros. Estas líneas parecerán exageradas únicamente a aquellos quienes desconocen el invisibilizado hilo que une cómo nos relacionamos con los animales y cómo nos relacionamos con otros seres humanos. Hay quienes han sostenido a lo largo de nuestra historia que lo primero fundamenta lo segundo. Como dice Yayo Herrero, “somos seres ecodependientes e interdependientes, sujetos a los límites de la tierra y vulnerables.”

Porque nos seguimos acordando de la madre de Bambi.

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Rafa Ramos Claudio

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2 Replies to “Familias multiespecies contra la caza”

  1. Cuentas muy bien, con tu experiencia con Luna, aspectos que desconocía de como le afecta a un perro el haber sido utilizado para la caza. Me has hecho reflexionar y verlo desde un punto de vista diferente porque lo has relatado con mucha sensibilidad. Te doy mi enhorabuena por este artículo.

    1. Muchisimas gracias Alonso, me encanta mucho tu comentario. Creo que el quid de la cuestión, dado que los canidos son cazadores y como tu bien dices en tu comentario “como le afecta a un perro el haber sido utilizado para la caza”. Ya que los perros se valen por si mismo para cazar (no necesitan ser utilizados) cosa que no le ocurre al ser humano, que si necesita hacer uso de trampas, animales y polvora para destruir ecosistemas por ocio y pasatiempo. Al parecer están investigando la relación simbiotica desde que hace 10.000 años los perros decidieron acompañar al ser humano, siendo ellos los que nos eligieron a nosotres y no al revés. Les debemos el mejor trato y nuestros mejores cuidados que son reciprocos y no una vida de maltrato a través de la caza a otros seres solo por complacer a sus amos.

      Muchas gracias nuevamente

      Un saludo

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